Lanzarote se sale del mapa

Canarias tiene ese innegable tirón y la isla conejera dejo constancia de su madurez culinaria.

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Hace menos de un mes, el pabellón de ExpoCoruña de la ciudad gallega ebullía con las múltiples actividades de un congreso, el Fórum Gastronómico que presenta otros matices quizá más de territorio pero abiertas sus puertas, de par en par, a las particularidades del mundo de la culinaria, la profesión de sala, el producto –cada vez más afianzado el de entorno y cercanía- y la tecnología en las panzas de las cocinas.

La delegación de Lanzarote en el stand de Saborea España dio el espaldarazo con una puesta en escena interesante de Víctor Bossecker y Eduardo García (chef ejecutivo del Princesa Yaiza y encargado de la línea I+D, respectivamente) en la que el paisaje, el patudo canario, los malvasías, las legumbres y las mermeladas –por supuesto las queserías artesanales-, encandilaron a congresistas y público en general.

Tiene su asunto la eclosión de Tenerife, también la de Lanzarote –y eso contagia al resto de las islas, seguro-, porque para hablar de estas evidencias ha de haber unas zapatas la estructura en la que se establece la cascada de reconocimientos culinarios. Tenerife, escoltada por Lanzarote y con el germen creciendo en la comunidad autónoma, ha puesto un nivel a partir del que no caben concesiones a la improvisación: toca ya gestionar un momento dulce –y ganado a pulso-.

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El mismo Bossecker hizo tándem con Sacha Hormaechea para desplegar un monográfico del pescado y se presenta como uno de esos cocineros canarios que están articulando lenguajes y expresividad en géneros, como por ejemplo el patudo, que hunde las raíces en un territorio.

Ahí está la generación de jóvenes cocineros que tomaron lo mejor de una pléyade de uniformados de blanco que abrieron el camino y que hoy militan, muchos de ellos, en las cocinas de los grandes hoteles de Tenerife.

En definitiva, sello canario que está consiguiendo el respeto y el reconocimiento en el concierto nacional y ya lejano a aquellos propósitos puntuales que se quedaban en flor de un día.