José J. Rivero

Opinión

Falsas creencias

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Parece que existe una extraña tendencia actual a creer que las emociones negativas, ésas que responden a elementos de supervivencia, juegan en nuestras vidas un papel nocivo. En cierto sentido existe la creencia irracional (planteada por alguno gurús de la felicidad fácil) que afirma que experimentar la tristeza o sentir culpa nos hace débiles. En mi opinión ello pasa por centrar la argumentación en elementos pseudo-científicos, al creer que dichas vivencias van en contra de la gestión vital y el crecimiento personal.

Hace ya muchos años que me defino como psicólogo positivo, una disciplina dentro de la psicología que vuelca sus esfuerzos en estudiar desde el criterio científico todos aquellos aspectos que potencian nuestro bienestar, repercutiendo de esa manera sobre nuestra salud y generando en nuestra vida elementos de felicidad. Eso no significa, claro está, que tengamos que estar continuamente felices pero no es menos cierto el papel constructor y transformador que juega la felicidad en nuestras vidas. Sería absurdo negar dicha afirmación, como también en ocasiones pretenden otros.

La felicidad, según nos muestran las investigaciones, generan cierta comodidad en nosotros dado que nos aporta un estado de tranquilidad y de paz al cual terminamos acostumbrándonos y que hace que estemos menos atentos a situaciones cotidianas. Esta sensación de status quo se da en aquellas personas que optan por un modelo de felicidad vacía, donde no existen metas vitales que conecten con nuestra propia identidad y que den sentido a esa vivencia. Si no hacemos nada nos centraremos en el saboreo de lo instantáneo y presente.

Necesitamos, de cuando en cuando, dedicar nuestros sentidos a otras metas más lejanas, a las que podamos responder de forma efectiva pero que requieran de cierto nivel de esfuerzo y sacrificio personal. Estas experiencias nos ayudan a conseguir metas más significativas a largo plazo. Para ello no te puedes anclar en la vivencia fácil de la felicidad sin sentido de la que te hablaba antes.

Si en tu vida sólo existe la tendencia o la costumbre de buscar elementos que aumenten tu positividad en vacío y, además, has recurrido como elemento de protección personal a evitar todas aquellas vivencias o momentos que interpretas como negativos, es totalmente normal que te acostumbres a huir y funcionar como un avestruz que esconde la cabeza en el suelo huyendo de los problemas. Todo lo citado anteriormente nos hace vulnerables a las situaciones vitales que nos generan malestar, lo que, con el tiempo, se convierte en una vida hedónica de evitación. Tal posición, a la larga, acaba siendo la denominada zona de confort.

Por lo tanto es preciso que aprendamos a acostumbrarnos a tolerar la culpa, la ira o la tristeza en nuestras vidas, que aprendamos a gestionarlas y reconducirlas a través de cada momento, centrando nuestra atención en todo aquello que me aporta y nos permite potenciar nuestra construcción personal.