Opinión

No me toques la terracita

Emprendedor y empresario

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Sábado. 11 de la mañana. Hace un calor… y encima tengo que ir a hacer la compra. Que el super está cerca, sí, pero hay una pechada (esto es Canarias) de aquí a allí que llego reventado. Una vez en el súper, miras los precios y ya levantas la ceja. Llegas a la caja y ¡zasca! 50 eurazos y no has llenado ni una bolsa. ¿Cómo puede ser esto posible? Empiezas a sumar, a revisar el ticket, piensas: igual es este supermercado, que ha subido los precios más de lo que toca. La próxima semana voy a ese otro, que me ha dicho mi cuñada que es más barato y está muy bien. Pero, en el fondo, sabes que cuando vayas va a pasar lo mismo… Es un callejón sin salida. ¡Qué mal está la cosa!

Después, llegas a casa y te mandan un video donde ves a la vicepresidenta decir mientras conduce, que va a topar (esa palabra tan fea y tan de moda) los precios de los productos básicos: fruta, verdura, carne, o pescado, entre otros. Ya era hora, piensas, porque los precios están imposibles y ya el sueldo no da para nada. Luego, en tu grupo de WhatsApp te pasan una lista de productos y precios (una lista que puede haber escrito la propia ministra o cualquiera que se aburra en su casa) y te dicen que es lo que se ha pactado con Carrefour. Probablemente fake news, pero ¿a quién le importa? Ya ves un poco de luz.

Además, acaba de terminar el verano, y ya hemos pasado el mal trago de la vuelta al cole, así que igual a partir de ahora la economía nos da un respiro, por lo menos hasta navidades. Además, este año en pascuas nada de excesos: a los niños les regalamos un juguete y algo de ropa y en vez de gambas y jamón, pondremos algo más canario, una carne de cabra y un escaldón, ¡que se note la identidad!

Bueno pues entre el tope a los precios y lo que vamos a ahorrar en Navidad, ya respiro mejor, la vida se ve con otro color, estoy más animado…. Cariño, ¿vamos a comer fuera? No me apetece cocinar y con el día que hace, lo que se antoja es una terracita.

Así funciona nuestra mente, pasamos de un estado de ánimo a otro con facilidad, principalmente porque, ¿quién quiere estar amargado pensando que el mundo se cae bajo nuestros pies todo el día? Yo no, desde luego.

Pero una cosa es eso y otra distinta es no ser conscientes de que los medios de comunicación y los políticos conocen esto de sobra y lo utilizan cada día moldeando noticias y debates que nos predisponen (no voy a usar el verbo manipular, no voy a caer en la tentación) a cambiar los ojos con los que vemos y percibimos la realidad y nos separan la vista de lo realmente importante.

Y es que no nos preguntamos por qué han subido tanto los precios, cómo hemos llegado a esta situación, quiénes son los responsables y qué han hecho mal o por qué no tomaron medidas antes. Al no preguntarnos esto, no les pedimos responsabilidades.

Volviendo al tope de los precios, la realidad es la que es y siempre se acaba imponiendo, por mucho que haya gobiernos con recetas mágicas. Esta medida parece otra ocurrencia, porque el mercado y los precios, como hemos visto con el tope al precio del gas, al final encuentran su camino. El control de precios no es algo simple y en contadas ocasiones funciona. Porque toda acción tiene una reacción, y este tipo de medidas SIEMPRE han acabado mal allá donde se han implantado (Argentina, por ejemplo).

Además, parece que una gran superficie podrá soportar mucho mejor vender una batería de productos a precios no rentables durante un tiempo, si encima con ello por el camino elimina a los eslabones más débiles de la competencia: fruterías de barrio, ventitas, o pequeños supermercados que serán los principales afectados, ya que, a día de hoy, a duras penas pueden mantenerse, imaginemos si se les obliga a vender ciertos productos a pérdidas.

Por otro lado, este tipo de medidas terminan por generar más inflación y mayor distancia entre los precios de dos productos que no se diferencian tanto ni en costes ni en valor.

Eso sin hablar de la escasez que genera de estos productos. Imagina que tú eres un comerciante de Dinamarca y debes elegir llevar tu producto a un mercado donde su precio es regulado o a otro país donde te pagan lo que vale (o lo que pides por el), ¿qué vas a hacer?

Pero bueno, vamos a lo importante, ¿entonces vamos a esa terracita a tomarnos algo o qué?