Víctor Yanes

Opinión

Vida y muerte en el Hospital Monte Sinaí

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¿En qué se convierte la vida de un hombre, cuando lucha contra el naufragio definitivo en una habitación de la unidad de cuidados intensivos? Placas de tórax, sondas, unos cuantos catéteres y monitores actualizando datos vitales. 

José Luis Sampedro viaja a Nueva York para visitar a su hija y acaba, inesperadamente, hospitalizado en un centro sanitario neoyorquino aquejado de una severa dolencia cardiaca. El diario novelado “Monte Sinaí” (el título del libro hace referencia al nombre del hospital en el que se desarrolla el relato), es una pequeña historia sobre la muerte. Sí, sobre la muerte, que como una sábana fría e invisible se cuela y convive con nosotros mientras nosotros seguimos con nuestras vidas. La muerte es un susurro espectral, convertido en una entidad que se va haciendo real con los argumentos de una enfermedad que, en este caso, lanza su aliento amargo sobre el cuerpo de José Luis Sampedro. La muerte es siempre el gran asunto por ser el gran tabú. Este libro breve pero intenso, descubre dos perspectivas que dan verosimilitud al suceso. Por un lado, la incredulidad que conduce a una necesidad de desligarse de la atemorizante realidad de la enfermedad, al tiempo que se transita por la delgada frontera que separa la vida de la muerte y, por otro lado, la aceptación de la pérdida momentánea de la voluntad. Ese descanso en el “tener que hacer” que proporciona la estancia hospitalaria, significa una forma de libertad que José Luis Sampedro conquista próximo a los 80 años de existencia. 

La visión optimista de un hombre que razonó siempre su optimismo desde la perspectiva crítica, facilitó un sentimiento de entrega y de “perdida de sí” en el transcurso de su ingreso hospitalario en el Monte Sianí de Nueva York. Nace nuevamente al mundo, regresa a la aventura de la vida desde la casi muerte. La enfermedad nos mantiene en un solar que pretendemos hacer habitable. Sampedro se autorescata contándose a sí mismo su propia vida, escrita en clave de tono poético y tiernamente melancólico. 

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Portada del libro | CEDIDA