Bienvenido, Mister Marshall

Luis Padilla nos recuerda este jueves, la expectación que levantó el fichaje de Domingo José Paciencia Oliveira dentro del tinerfeñismo

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“Americanos, vienen a España gordos y sanos, viva el tronío de ese gran pueblo con poderío; olé Virginia, y 'Michigán', y viva Texas que no está mal; os recibimos americanos con alegría, olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tía”. Aquel día sólo faltó una charanga dando la bienvenida a Domingos José Paciencia Oliveira (Portugal, 1969), a estilo de la que saludaba la llegada de los americanos en 'Bienvenido, Mister Marshall' (1953), la inolvidable película de Luis García Berlanga. Cambiamos un poco la letra y tenemos la escena perfecta, porque cientos de personas se reunieron en Los Rodeos al grito de “Que bote Domingos, que bote Domingos” para recibir al supuesto 'crack' portugués por el que Tenerife pagó casi 1.300 millones de pesetas al Oporto, donde había perdido su condición de titular. La ficha del jugador, los sueldos y las primas iban aparte, naturalmente.

Domingos vino acompañado de su esposa, del presidente Javier Pérez, de media docena de periodistas portugueses y de una cohorte de aduladores. También llegó tocado y fuera de forma, pero esa es otra historia. Y aunque quedó “impresionado por el recibimiento”, aquel 2 de agosto de 1997, durante su presentación como jugador blanquiazul, demostró ser el más coherente en medio de la locura colectiva. Así, además de un par de tópicos al uso sobre “ilusión” y “felicidad”, también dijo que no era un 'crack', que venía “a sumar y no como estrella”, que añoraba Oporto “porque catorce años no se pueden olvidar en catorce días”, que no iba a poder disputar los primeros amistosos “porque físicamente no estoy bien” y que se había decidido por la oferta del Tenerife “porque era la mejor económicamente”. Ni prometió una cantidad de goles, ni besó el escudo de su nueva camiseta.

Para entender el fichaje de Domingos hay que retroceder un año, cuando el maná televisivo llegó al fútbol español y los dirigentes perdieron la cabeza. Por cualquier medianía se pagaban 500 millones de pesetas. O mil, si el presidente de turno estaba generoso. Fue cuando llegaron Suker y Mijatovic al Madrid. O Ronaldo y Vitor Baia al Barça. Y cuando el Deportivo apostó, con éxito, por Rivaldo. El Tenerife de Heynckes no hizo disparates. No gastó bien, pero al menos gastó poco: Rojas, Vidmar, Neuville, Motaung, Andersson… En el verano del 97, ya sin el efecto moderador del técnico alemán, llegó el disparate: Vierklau, Slovak, André Luiz, Makaay… y Domingos, suplente en el Oporto. Porque tras una década en el eterno campeón de la liga portuguesa –de la que un año fue máximo goleador, sí, pero en la que sólo sumó 97 goles– ya estaba a la sombra de Mario Jardel.

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Formación del CD Tenerife en el año 1997

El aval de Domingos, ya con 28 años, es que el curso anterior lo había pedido Bobby Robson al fichar por el Barça... aunque luego se 'conformaría' con un tal Ronaldo Nazario da Lima. En dos temporadas en el Tenerife disputó 54 partidos oficiales, pero en sólo 19 de ellos fue titular. Y apenas marcó siete goles, dos de ellos en su segundo curso, cuando no pudo evitar el descenso blanquiazul a Segunda División. Cuando se fue, nadie organizó una expedición para ir a despedirlo al aeropuerto.