Deshonra en el Carranza

Luis Padilla nos recuerda este miércoles de la participación del CD Tenerife en el Trofeo Ramón de Carranza en 1997.

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El Teresa Herrera y el Ramón de Carranza. O el Ramón de Carranza y el Teresa Herrera. En un tiempo no tan lejano, allá por las décadas de los sesenta, los setenta y hasta de los ochenta, estos dos torneos definían el verano, cuando no había giras televisadas por China, Estados Unidos, el Golfo Pérsico o, vaya usted a saber, dentro de poco hasta por Yemen del Norte (si aún existe). Luego, mucho tiempo después, el FC Barcelona se inventó el Trofeo Joan Gámper. Y ya en democracia, anteayer a los efectos de memoria futbolística, el Real Madrid creó el Trofeo Bernabéu. Pero el Teresa Herrera y el Ramón de Carranza conservaban el sabor de lo clásico.

Participar en esa cita era un honor y, de hecho, durante décadas, Deportivo y Cádiz no se atrevían a competir en 'sus' torneos. ¡Cómo iban a 'ensuciar' con su presencia un escaparate donde se citaban los mejores equipos del fútbol mundial! Además, por qué ocultarlo, los trofeos son realmente bonitos. En Riazor se entrega una réplica de la Torre de Hércules. Y en Cádiz, un monumento de dos metros de alto y más de cien kilos de peso que tienen que cargar entre varios jugadores sin quieren dar algo parecido a un cuarto de vuelta de honor. Y que se ocupa la mitad de la foto cuando los campeones posan con tan espectacular trofeo.

Con el Carranza, además, el fútbol tiene una deuda de entidad mundial. En realidad la tiene con un periodista gaditano, Rafael Ballester, inventor en los años sesenta de la tanda de penaltis como fórmula de desempate. La FIFA aceptaría su propuesta años más tarde y ahora se aplica de modo universal. Pero nació en Cádiz ante la imposibilidad de disputar un partido de desempate si una semifinal quedaba igualada, pues la final era siempre al día siguiente. Y ahí, al Carranza, invitaron en el verano de 1997 al Tenerife, que iba a celebrar sus 'bodas de platino' e iba a acudir al mismo torneo en el que, en 1959, disputaron la final el Barça y el Madrid.

Los primeros eran los campeones de Liga y tenían a Kubala, Luis Suárez y Kocsis; los blancos, ya tetracampeones de Europa, contaban con Di Stéfano, Puskas y Gento. En semifinales se habían cargado al Milán y al Standard de Lieja, respectivamente. Eso era el Carranza. Casi cuatro décadas después, el 22 de agosto de 1997, el Tenerife tenía una cita con la historia. Tras eliminar al Cádiz (1-2) en semifinales, jugaba ¡la final del Carranza! Enfrente estaba el Atlético de Madrid, un grande con el que tres días antes había empatado en el Heliodoro. Llegada la hora de su cita con la historia, el Tenerife que dirigía Víctor Fernández no se 'presentó'.

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Cartel del Trofeo Carranza de 1997

En realidad, se presentó con: Ojeda; Vierklau, Antonio Mata, Pablo Paz, Motaung (Pinilla, 45’); Chano, Vivar Dorado, Felipe, Makaay; Juanele y Domingos. Pero al minuto ya iba por detrás en el marcador. Y poco después, el italiano Vieri lograba el dos-cero para el Atleti. Y aunque Juanele hizo el dos-uno al cuarto de hora y Molina, portero rojiblanco, fue expulsado por protestar, el conjunto madrileño jugó a placer. En inferioridad numérica, pero a placer. Al descanso ganaba por 4-1. Y aunque Pinilla y Chano maquillaron el resultado en el descuento, el Tenerife sufrió una humillación (6-3). Y deshonró al Carranza.