El cura gomero que dinamitó la Inquisición

Estamos habituados a pasar por la calle Ruiz de Padrón, de la capital tinerfeña, sin sospechar la trascendencia que tuvo este cura gomero en la Historia de España

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El hombre se dirige lentamente hacia el atril. Todos los presentes, diputados representantes de todos los pueblos de España, esperan con ansia escuchar su discurso, y él es plenamente consciente de esto. 

-Por lo que he podido notar, este maldito cura canario va a conseguir muchos apoyos para llevar a cabo su alocada idea.

-Somos 150. A ver cuántos votos consigue....

El hombre cuyas palabras temen es canario, sí, y gomero, para más señas. Y cura. Dicen la verdad estos dos diputados que cuchichean y que, como todos los demás, han sido congregados en las Cortes de Cádiz, para debatir un espinoso asunto: la posible abolición del Tribunal de la Inquisición.

Tienen razón, también, en creer que este clérigo, nacido en San Sebastián de La Gomera hace 55 años, va a conseguir apoyos tras su discurso: en cuanto a elocuencia y agudeza a la hora de presentar sus argumentos, pocos pueden batirle.

Antonio José ha tenido una vida agitada. Con 16 años, tras la muerte de su madre, se había marchado a La Laguna para estudiar y desde allí, en 1785, emigró a La Habana, a donde no llegó nunca. Su barco naufragó y terminó, por avatares del destino, llegando a los recién nacidos Estados Unidos de América. Allí, se codeó con gente "tan poco" conocida como Benjamin Franklin o George Washington, empapándose de las ideas de la Ilustración. En ese tiempo floreció su espíritu crítico , su deseo de modernizar el catolicismo y su determinación en la necesidad de acabar con el Tribunal de la Inquisición que, desde el siglo XIII, lleva implantado en España.

Desde su regreso a España, esa ha sido una de sus más grandes motivaciones. Eso, cuando no ha estado ocupado participando en la organización de la resistencia contra los franceses.

Y aquí, en este preciso momento, como diputado de las Cortes Generales, le va a llegar la oportunidad de encender la mecha para conseguir su más ansiado anhelo. Tras realizar un pequeño preámbulo, Antonio José, proclama tres proposiciones contundentes ante los presentes:


- Primera: el Tribunal de la Inquisición es enteramente inútil en la Iglesia de Dios.

Se escuchan murmullos.

-Segunda, este Tribunal es diametralmente opuesto a la sabia y religiosa Constitución que Vuestra Majestad ha sancionado, y que han jurado los pueblos. -

Los murmullos crecen. Las protestas se mezclan con tímidos aplausos.

-Y tercera: el Tribunal de la Inquisición es, no solamente perjudicial a la prosperidad del Estado, sino contrario al espíritu del Evangelio, que intenta defender.

Las Cortes explotan. Se inician múltiples y acalorados debates ante lo que acaban de escuchar unos y otros. Pero, tras hacerse el silencio, Antonio José Ruiz de Padrón anuncia que apenas acaba de empezar:

-¿Y serán estas verdades inconcusas o atrevidas paradojas? VOY A DEMOSTRAR QUE SON VERDADES.

Tras la contundente intervención de Padrón, se sometió a votación su propuesta de abolir la Inquisición. Ganó, con 90 votos a favor y 60 en contra.

PD: más tarde, Fernando VII abolió la Constitución de 1812 y todas las leyes reformistas que aprobaron. La Inquisición volvió. Y Ruiz de Padrón, considerado un peligroso agitador por los defensores del antiguo régimen, fue encarcelado. Pero esa es otra historia...