El peso de Tosco en tabaco

Luis Padilla nos recuerda este sábado, el día en el que Tosco recibió el premio a mejor jugador de la temporada. El galardón fue repartir entre los aficionados, su peso en tabaco

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José Manuel Delgado Tosco (Tenerife, 1933) ofreció durante casi una década impagables servicios al Tenerife. Siempre discreto, trabajador y eficaz, pero sin necesidad de protagonismo. Brilló de lateral en ambas bandas y también de mediocampista. Como blanquiazul disputó 160 partidos oficiales, en los que hizo once goles. Con Heriberto Herrera en el banquillo, participó del primer ascenso a la élite sin salirse del guión que definió su trayectoria: se pasó el curso a la sombra de Colo y a falta de seis jornadas, cuando fue requerido por el técnico, cumplió de manera notable en las decisivas victorias ante Cádiz y Rayo Vallecano. Luego regresó Colo y él volvió a la grada, sin hacer ruido. Un año después se fue en silencio de la Isla y recaló en Málaga. Allí, cumplidos ya los treinta años, vivió otro ascenso a Primera División. Y en Granada, dos. Pero nunca se jactó de ser un coleccionista de ascensos, pese a sumar cuatro saltos a la élite... y disputar sólo 22 encuentros en la máxima categoría.

Sin embargo, un día le toco a Tosco ser el centro de atención de todo el Heliodoro. Fue el 15 de septiembre de 1957, en los prolegómenos del estreno de la temporada 57-58, cuando la fábrica de cigarrillos 'La Lucha' le concedió el premio al jugador más destacado de la campaña anterior. ¿Los méritos? Haber disputado como titular todos los partidos del curso a un nivel sobresaliente y ser decisivo en el tramo final, cuando gracias a tres victorias consecutivas el equipo eludió cualquier amenaza de descenso o promoción. ¿El galardón? Para él, una mínima placa de reconocimiento… y el suplicio de permanecer en una balanza situada en el centro del campo mientras los responsables de la firma depositaban cientos y cientos de cajetillas en el lado opuesto hasta equilibrar su peso. Luego, en un tiempo en el que fumar era práctica habitual en los recintos deportivos y la publicidad del tabaco no estaba prohibida, los recogepelotas repartieron el tabaco entre el público con gran jolgorio de los aficionados (sobre todo de los afortunados).

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Tosco, tras pesarse para recibir el premio

“Tosco hizo, por un día, de Aga Khan del fútbol”, comentaban las crónicas de la época en referencia al imán de los musulmanes ismaelitas, que había fallecido semanas antes y al que sus súbditos obsequiaron en su momento con el equivalente a su peso en oro, diamantes y platino. Acabada la fiesta del tabaco, el jugador recuperó su papel secundario e integró el once que José Espada, el nuevo técnico de los blanquiazules, alineó ese domingo ante el Alcoyano: Santi; Tosco, Miranda, Pérez Andréu; Villar, Lolo; Tomás, Julito, Antonio, Padrón y Antó. Los blanquiazules se impusieron por 4-1 con dos goles de Julito y otros dos del recién llegado Antó, extremo procedente del Sabadell. Tosco, una vez más, fue de los mejores de su equipo, formando en la zaga con los recién llegados Miranda (Badajoz) y Pérez Andréu (Granada). Y una vez más fue ese futbolista discreto, trabajador, eficaz, sin protagonismo… Ese futbolista que ejerció de intachable profesional durante tres lustros y que sólo un día acaparó (involuntariamente) los focos.