La chulería de Navarro Montoya

Luis Padilla nos recuerda este jueves, el día en el que Navarro Montoya recibió un gol de Miguel Ángel Benítez de córner directo

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Carlos Fernando Navarro Montoya (Colombia, 1966) jugó en catorce equipos diferentes a lo largo de su irregular trayectoria profesional, a pesar de que logró permanecer ocho temporadas seguidas en el Boca Juniors. Al Tenerife llegó en el verano de 1998, “dispuesto a acabar aquí mi carrera deportiva”. Luego, tras abandonar la isla, militó en otros ocho clubes distintos. Desde el primer día quiso 'venderse' entre los aficionados, pese a que estos no eran muy receptivos a un jugador que hablaba de sí mismo en tercera persona y tenía la autoestima por las nubes. “Por la ciudad, por el Heliodoro, por su público y por el fútbol que hace el equipo siempre hubo una atracción especial entre el Tenerife y Navarro Montoya”, dijo. Y también expuso que “las aspiraciones mínimas del Tenerife deben pasar por asegurar la clasificación para una competición europea. A partir de ahí, es posible soñar con objetivos mayores”. Como recordarán muchos, el equipo blanquiazul bajó ese curso 98-99 a Segunda División. Para Navarro Montoya fue su tercer descenso consecutivo, pero no se sentía responsable: “Mis años en Boca me sirvieron para ganarme la condición de uno de los mejores porteros del mundo”.

El 30 de agosto de 1998 debutó en partido oficial con el Tenerife. Fue en el Estadio Olímpico de Montjuic y ante el Espanyol de Barcelona. Esa tarde, Juan Manuel Lillo alineó a un equipo compuesto por: Navarro Montoya; Vierklau, Antonio Mata, Alexis Suárez, André Luiz; Jokanovic, Emerson; Felipe (Robaina, 71’), Juanele (Kodro, 60’), Makaay; y Domingos. O lo que es lo mismo, un ahora muy habitual 4-2-3-1 con tres mediapuntas, aunque ninguno de ellos era jugador de banda y el equipo hizo aguas por todas partes. Y todo ello, pese a que, a la media hora de juego y con 0-0 en el marcador, el Espanyol se quedó en inferioridad tras la expulsión de Pacheta. Pero antes del descanso los locales se pusieron en ventaja cuando el argentino Esnaider transformó una falta directa desde treinta metros. Montoya pudo hacer más, pero el tiro fue bueno. Lo que ocurrió al inicio de la segunda mitad si fue un error grave: el paraguayo Benítez hizo el dos-cero... de córner directo. Una contra del Espanyol, encerrado en su área, acabó en saque de esquina. Con ventaja y en inferioridad, pocos jugadores locales fueron a rematar, pero Montoya quiso dejar su sello y se colocó fuera del área pequeña. 

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Navarro Montoya, durante un partido

Sus compañeros le advirtieron, pero Montoya invitó a Miguel Ángel Benítez a que intentara el lanzamiento directo. Lo hizo y fue gol. Gol olímpico. Jokanovic acortó distancias poco después, pero el Tenerife perdió (2-1) y la afición señaló al portero. Dos semanas después, en su presentación en el Heliodoro, el Tenerife ganaba uno-cero a la Real Sociedad gracias a un gol de Juanele. Al inicio de la segunda parte, la Real dispuso de un saque de esquina y Montoya quiso demostrar su personalidad. “No me asusto por unos silbidos”, había recalcado. Así que se fue más allá del área pequeña e invitó a De Pedro a que intentara el gol olímpico. Y De Pedro, que tenía un guante en la pierna izquierda, aceptó el reto. Fue gol: Montoya pudo evitar por los pelos el gol directo, pero apenas pudo desviar el balón al larguero y Jáuregi lo empujó a la red. Y el Heliodoro nunca perdonó a Navarro Montoya. Ni su error ni su chulería.