La ‘dimisión’ de don Heliodoro

Luis Padilla nos habla este jueves de la dimisión de don Heliodoro, cansando de las faltas de respeto al CD Tenerife.

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El Tenerife atravesaba una durísima crisis en 1945. A la ya tradicional incomprensión del resto de equipos de la Isla se había sumado una preocupante debilidad deportiva y algunas desgracias externas como el incendio de la sede del club, que arrasó con todo su pasado e hipotecaba su futuro. Algunos gestos de solidaridad fueron conmovedores, pero la sociedad insular daba la espalda a un club que quería representar a todos y no estaba en el corazón de nadie. Primaba lo pequeño, lo local, el equipo del barrio: el Iberia, del Toscal, el Real Unión, de El Cabo; el Price, de Salamanca... El Tenerife, incluso, era mirado con desdén. Y hasta se celebraban sus derrotas contra equipos grancanarios, como aquel 6-1 que le infligió el Marino en el mes de junio durante la disputa de la quinta edición de la liga Inter-regional. El título, al final, fue para el Real Hespérides. Y para celebrarlo eligió disputar un amistoso con el Tenerife, campeón de las tres primeras ediciones, que no tuvo reparo alguno en subir a La Laguna. Fue generoso y recibió burlas.

El inicio de la temporada 45-46 trajo más conflictos. El descenso del histórico Real Unión, tras perder la promoción ante el Unión Portuense, provocó un cataclismo. Por vez primera, uno de los cinco grandes del fútbol insular [Tenerife, Iberia, Unión, Price y Hespérides] bajaba a Segunda Categoría. Ante la negativa a iniciar un campeonato que obligaba a viajar hasta el 'lejano' Puerto de la Cruz, tuvo que intervenir la Federación Española de Fútbol, que mandó a la Isla a su secretario general, José Antonio Sánchez Ocaña. Este organismo sancionó “con multa de quinientas pesetas” a Iberia, Price, Portuense y Hespérides, cuatro de los cinco participantes en el nonato Campeonato Insular. Sólo se libró el Tenerife, que no puso objeciones al viaje... y por eso fue señalado con el dedo. Y acusado de 'conchabeo' con Madrid. Su presidente, Heliodoro Rodríguez López, se hartó de tanta incomprensión y el 24 de agosto de 1945 presentó su dimisión y se fue a casa. Y con un mes de retraso empezó el torneo local. Curiosamente, con un Portuense-Tenerife (1-2) en El Peñón.

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Heliodoro Rodríguez López

Eso sí, nunca dejó de dirigir el club. Pero su marcha fue tomada como un aviso. Y el Tenerife dejó de ser el 'pim-pam-pum' de todas las frustraciones. Sin esta entidad, la de pasado más glorioso y, pese a todo, presente más saneado, con estadio propio y todo, no tenía sentido el fútbol en la Isla. Ese curso volvía a adjudicarse el polémico Campeonato Insular, con dos puntos de ventaja sobre el Price. Restablecida la calma, en enero de 1946 don Heliodoro recuperaba también la presidencia de manera oficial. Y daba a conocer su nueva junta directiva, con Antonio Perera como vicepresidente y José Díaz Prieto como eterno secretario general. Reelegido como máximo mandatario en 1949, Rodríguez López no volvería a abandonar la nave hasta su muerte. Aunque tras aquel gesto, ya el resto de clubes insulares entendieron que el Tenerife podría ser el rival a batir, pero no el rival a despreciar o eliminar.