Luto oficial en Tenerife

Comienzos de junio de 1539. Tenerife está de luto riguroso. Ha llegado a la isla la noticia de la reciente muerte de la reina consorte: Isabel de Portugal.

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El cadalso de madera se eleva hacia el techo del templo. 

Sobre él, la tumba, cubierta de paños negros, adornados con el escudo de armas de la Casa Real, presente también en el altar mayor.

Alrededor, 60 largas velas de cera, encendidas, separan el féretro de la multitudinaria congregación que se agolpa dentro y fuera de la Iglesia de los Remedios. Ha llevado más de una semana realizar los preparativos.

Los dominicos, los agustinos y los franciscanos están presentes; pero también los curas, los regidores y hasta el portero del Cabildo, vestidos para la ocasión con capirotes y caperuzas.

El color negro lo inunda todo y proviene de todos los rincones de la Isla; negras son las ropas y las tocas de las mujeres, y negras son las capas y bonetes de los hombres. No hay atisbo de color alguno, ni antes ni después de los oficios religiosos que hay programados para este día.

Este acto de sincronización no es libre, claro: hay obligación de cumplir el protocolo. Si se te ocurre saltártelo, y llevas algo de color, pasarás 30 días en la cárcel, y además, el camino hasta ella lo harás sin ropa, para vergüenza pública. Además, como no, de pagar 10.000 maravedíes a las arcas públicas, si es que los tienes.

La presencia masiva de personas en la Iglesia de los Remedios, en la Villa de San Cristóbal de La Laguna, en este miércoles por la tarde de junio de 1539, no se debe al afecto por la persona muerta.

De hecho, aunque tengan que fingir aflicción, ni uno de los presentes la conocía. La finada no ha pisado jamás Tenerife, y es posible, incluso, que nunca oyese, en vida, hablar de esta isla. El ataúd, de hecho, es una pantomima. Una representación. Está vacío.

La finada es Isabel de Portugal, la mujer de Carlos, que reina en España y sus amplios dominios como Rey Carlos I y en buena parte de Europa como Emperador Carlos V.

El monarca, abatido, ha decretado que se honre la memoria de su mujer, la reina consorte, en todos sus territorios.

Y Tenerife, tras recibir la noticia, no podía ser menos.

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FUENTE: Acuerdos del Cabildo de Tenerife, 1 de junio de 1539