En lo alto del Observatorio del Roque de los Muchachos, un rostro luminoso con ojos pixelados y sonrisa digital recibe a los visitantes del Gran Telescopio de Canarias (GTC): se llama Gara, y aunque parezca sólo un simpático robot, es la primera pieza visible de un proyecto para dotar al GTC de una capacidad de respuesta casi autónoma.
El director del GTC, Romano Corradi ha explicado cómo “la idea es dar un poco de consciencia a todo el telescopio, para que pueda reaccionar por sí mismo a ciertos eventos, siempre bajo supervisión humana”.
Un paso hacia la autonomía
Esa “consciencia” no es ciencia ficción, sino la aplicación de inteligencia artificial y sistemas ciber-físicos a uno de los instrumentos científicos más potentes del planeta.
Un objetivo que, según Corradi, permitirá que tareas rutinarias como cerrar la cúpula ante la llegada de nubes o activar la climatización en episodios de calima se realicen de forma automática.
Gara, la anfitriona estelar
Pero Gara, de momento, tiene dos misiones muy concretas, y la primera es recibir y acompañar a los más de 12.000 visitantes anuales del GTC en un programa bautizado como VeGa (Visita explicada por Gara).
Con voz clara y pantalla animada, proyecta vídeos interactivos, responde preguntas sobre astronomía y crea un ambiente que mezcla la precisión científica con un toque lúdico que fascina especialmente a los niños.
“Se genera una dinámica muy divertida porque nadie espera encontrarse con un robot que te explica el telescopio, y menos que te conteste en tiempo real”, ha comentado la astrónoma de soporte del GTC, Nieves Castro.
Tecnología con alma educativa
“Solemos atender a miles de personas cada año, entre colegios y turistas, y ahora contamos con un elemento que aporta un punto tecnológico y sorprendente. Los visitantes le hacen preguntas, ella responde, y se genera una dinámica muy divertida”, ha explicado Castro, que ha elogiado el trabajo de los ingenieros para que las respuestas sean ágiles.
Vigilancia inteligente
La segunda misión la lleva a cabo lejos de los ojos de los visitantes; patrullar las instalaciones gracias a sus cámaras de luz visible e infrarroja, con las que Gara detecta anomalías, como sobrecalentamientos en la instrumentación, y alerta al personal técnico.
Construida en La Palma a partir de una base robótica y un diseño exterior firmado por la estudiante Alicia Lorenzo, de la Escuela de Arte Manolo Blahnik, Gara es fruto de un trabajo conjunto del personal de ingenieros y técnicos del Gran Telescopio de Canarias.
Un robot que es parte del telescopio
Lleva sensores de profundidad para moverse sin chocar, procesadores para interpretar datos y un software propio desarrollado en las instalaciones del GTC, que ha sido “un motivo más para que los ingenieros aprendan robótica, porque no es un elemento aislado, sino que es parte del telescopio mismo” ha asegurado Corradi.
Así, quien observe su silueta blanca desplazándose con suavidad por el interior de la cúpula quizá no perciba que, detrás de sus gestos animados, se está gestando un cambio profundo con un telescopio que, poco a poco, aprenderá a tomar decisiones por sí mismo para liberar a los científicos de tareas repetitivas y darles tiempo para lo que de verdad importa: explorar el universo
