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Cultura

Manuel Carrasco la lía en Tenerife: nos podíamos haber quedado “hasta por la mañana”

El Recinto Ferial de la capital acogió el concierto de su gira 'Corazón y flecha', un recital en el que los guiños a la isla enamoraron a los asistentes

4 minutos

Cartel promocionale de la gira 'Corazón y flecha' de Manuel Carrasco./

Hay dos tipos de conciertos: a los que vas conociendo las canciones del cantante de turno y a los que no. Ser o no ser (fan), esa es la cuestión. El concierto de Manuel Carrasco de este sábado en el Recinto Ferial de Santa Cruz de Tenerife lo enmarcaba dentro del segundo grupo… hasta que comenzó el espectáculo.

La parada tinerfeña de su gira Corazón y flecha era muy esperada por unos seguidores que, ya durante la cola para entrar al evento, anticipaban un concierto épico. No me lo creía, cierto es, después de haber visto en el mismo escenario esta misma temporada a Leiva y a Sabina, fruto del empeño de New Event, que está devolviendo el lustre a los conciertos en el Archipiélago, algo a reivindicar ahora que se cumplen 30 años del mítico concierto de Michael Jackson en Tenerife.

Ninguno de los dos fue sobresaliente, si bien en el caso de Joaquín Sabina el inexorable fin de su carrera espoleó a muchos de los presentes entonces, aunque no fue para tanto.

Un público enamorado

Surgió la magia. Poco después de las nueve de la noche apareció él, a quien recordaba por su aparición en la segunda edición de Operación Triunfo y poco más, cual Cupido arco en mano con la intención de conquistar los corazones de los asistentes. No erró el tiro.

Con una indumentaria que recordaba al Ricky Martin de Jaleo se hizo Carrasco con la audiencia desde antes de aparecer. Chapeau para quien o quienes le preparan la gira, porque hizo falta poco para dejar enamorado al personal antes de empezar después de escuchar los compases de La Farola del Mar y Dice que te vas (para La Gomera). Conoce a tu público.

No habían pasado ni tres canciones y todo el recinto estaba entregado. Lo que se pide de un concierto es empezar muy arriba y seguir in crescendo, pero casi nunca se cumple esa máxima. Solo hubo un momento, lógico, casi inevitable, alrededor de la hora de recital, en el que aquello adquiría rumbo de crucero.

El interludio

Los mágicos acordes de Agua, del icónico Pau Donés, emocionaron, cómo no, pero si no eres Springsteen, el jefe mezclando el rock más desenfadado con las más íntimas canciones de autor, ese entremés nostálgico -guitarra y voz- que sin llegar a ser un nudo hila el principio con el final es el momento en el que la gente desconecta. En este caso, estuvo cerca de ser el cenit de la noche.

Ya en dirección a la barra volví sobre mis pasos. Contamíname. Magia. Tiene su gracia, porque aun mereciéndolo Pedro Guerra, el canario que nos regaló Golosinas, autor del tema, no puede actuar en el Recinto Ferial. Llena el Espacio Aguere; el Búho, siempre. Pero no el Recinto. Y créanme si les digo que fue el estribillo más cantado de la noche.

Hasta el momento, porque Carrasco lleva ya dos décadas en el oficio y lo demostró con la siguiente canción, que pugna por el primer puesto en cuestión de royalties generados por una canción compuesta y cantada por un autor canario. ¿Lo adivinan? Mojo picón, de Caco Senante.

Canta el público

Después de haber vivido muchos conciertos en la vida uno llega a la conclusión de que hay cantantes que saben cuándo dejar cantar al público, mientras que hay otros que no, y el cantante andaluz tiene olfato para ello. Un timing perfecto.

No debemos confundirlo con aquellos que lo hacen por la más inopinada necesidad, y Alejandro Sanz es, en el panorama nacional, el ejemplo más sangrante de ello. Menos en eso, Manuel Carrasco bebe de su fuente en todos los sentidos. Incluso el concepto del concierto es casi un calco de esos a los que nos tenía acostumbrados el compositor de Lo ves, probablemente la mejor balada escrita en español.

Como él, un inicio potente y rockero, un interludio a la guitarra y un final en el que el piano se hace con toda la presencia de un escenario que se colaba en el territorio de la zona VIP. Esto último hay que replantearlo. No puede ser que la gran mayoría de los fans, y por ende los que más cantan, estén a 20 metros del escenario porque, cuando eso pasa, si la comunión del auditorio no es total la banda no se viene arriba y no hay bises como el maravilloso que dio por concluida la noche.

Un pedazo de artista

Por primera vez en mucho tiempo en el Recinto Ferial, sin que incluyamos concursos de carnavales, el público era una sola voz. La gente coreaba y saltaba. El recurrido esto sí que es… un pedazo de artista no parecía una convención social no opcional.

Después de dos horas, Carrasco, que empezó siendo Ricky Martin y acabó como Danny Zuko, dijo que se iba y se fue. Nadie pidió más porque el respetable estaba servido. No hubo falsas partidas ni innecesarios reclamos de vuelta.

La gente estaba feliz y eso es todo lo que se le puede pedir a un concierto. Sobre todo cuando antes de partir, para poner un colofón inolvidable, se arrancó por bulería compuesta especialmente para la ocasión, con mención a todo lo que para los tinerfeños es importante. Hasta habló del incendio. Qué fácil es hacer feliz al público y que pocos lo consiguen.

P.D.- Un pero en forma de promesa incumplida

Que no, que no, que no, que no me da la gana

Que no me voy de aquí hasta por la mañana

Lo dijo varias veces, pero la realidad se impuso y el embrujo llegó a su fin. Todo hubo terminado pero no la euforia de los asistentes. Solo así se entiende que varias horas después aun se corease la canción en la noche de Santa Cruz, culminada con una afirmación: nos podíamos haber quedado “hasta por la mañana”.

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