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El ilustrador Óscar Alonso, más conocido como 72 Kilos / AH

Óscar Alonso (72 Kilos): “Ojalá mis viñetas acompañen a la gente más allá de las redes sociales"

El ilustrador, en su visita a Las Palmas de Gran Canaria para impartir un taller creativo a jóvenes, ha charlado con Atlántico Hoy para hablar de sus viñetas minimalistas cargadas de emociones y toda su evolución

Óscar Alonso, más conocido como 72 Kilos, empezó dibujando para acompañar su propio cambio físico, sin imaginar que esa rutina se transformaría en una forma de vida y en un lenguaje emocional compartido por una comunidad inmensa. Hoy, con siete libros publicados y casi dos millones y medio de seguidores, su trabajo sigue teniendo la misma esencia: contar, con pocas líneas y muchas emociones, las cosas pequeñas —y a la vez enormes— que nos atraviesan.

En su paso por Las Palmas de Gran Canaria, donde impartió una charla y un taller creativo para jóvenes organizado por la Concejalía de Juventud del ayuntamiento capitalino, Atlántico Hoy habla con Alonso sobre su proceso, la evolución de su estilo y el poder transformador de la constancia. En esta conversación, el autor vasco recuerda que crear no es una carrera de velocidad, sino un ejercicio diario de escucha, observación y empatía.

La inspiración del día a día

[Pregunta] Tus ilustraciones tienen un estilo minimalista pero a la vez muy cargado de emoción. ¿Cómo encontraste esa voz gráfica y narrativa tan característica?
[Respuesta] Todo comenzó de una forma muy inocente. Era un proyecto personal para bajar de los 92 kilos a los 72. De ahí el nombre, 72 Kilos. Empecé sin ninguna intención profesional, sin un plan claro. Era algo muy naïve, algo que hacía casi como experimento personal. Con el tiempo, publicando una viñeta diaria, fui convenciéndome de que esto tenía sentido, que era algo que podía evolucionar. Esa constancia me ha hecho mejorar tanto en lo gráfico como en lo narrativo. Aunque mucha gente me llama ilustrador, en realidad soy redactor publicitario de formación, y empecé dibujando en mis ratos libres. Hoy, lo hago de forma profesional, pero sigo con esa misma rutina de dibujar cada día. Es una labor casi artesanal, de dedicarle un ratito cada día durante muchos años. Así ha evolucionado todo: mi forma de dibujar, de escribir y de expresar emociones con texto.

¿Qué papel juegan las emociones en tu vida y en tu trabajo? ¿Dirías que han evolucionado contigo a lo largo de los años?
Sin duda. A lo largo de todos estos años han pasado muchas cosas en mi vida: me he casado, he perdido a familiares, he cambiado de ciudad, incluso de continente. Todos esos cambios físicos han traído consigo cambios emocionales. Casi siempre dibujo sobre lo que me ocurre, pero también sobre lo que veo que ocurre a mi alrededor. Me fijo mucho en lo que pasa aquí y ahora, pero también en lo que le pasa a mi familia, a mis amigos, a mis hijos. Observo con todos los sentidos y traduzco esos sentimientos en viñetas. Es una evolución muy viva, muy orgánica. Espero poder seguir dibujándola durante muchos años más.

Entonces, ¿tu inspiración nace del día a día? ¿Cómo es tu proceso creativo?
Totalmente. Ahora mismo, por ejemplo, estoy sentado en el salón del hotel mirando el mar en Las Palmas, con mi iPad y mis notas. Reviso cosas que he ido apuntando en los últimos días o incluso en el último mes. Me siento, repaso esas ideas y elijo la que más sentido tiene hoy. Trabajo sobre ella, dibujo, intento quitar lo que sobra para que sea muy clara y fácil de entender. Es un proceso sencillo, pero que necesita mucha observación previa. Y esa observación ocurre mientras desayuno, mientras paseo, mientras me fijo en cómo está el agua del mar. Apunto todo lo que me llama la atención, aunque al principio no tenga mucho sentido. A veces aparece algo mágico que merece la pena compartir. Con los años he aprendido a refinar ese método, a no fijarme en cosas que se repiten mucho y a buscar aquello de lo que no se habla tanto.

Una de las viñetas del ilustrador 72 Kilos / CEDIDA

Acompañar a las personas

Empezaste con algo personal y ahora tienes una comunidad enorme. ¿Por qué crees que tantas personas se sienten identificadas con tu trabajo?
Creo que vivimos en un mundo muy rápido, donde estamos pendientes de lo que pasa fuera: lo que hacen los demás, dónde van, qué comen, qué compran. Y, sin darnos cuenta, dejamos de mirarnos por dentro. Nos cuesta pararnos a pensar cómo nos sentimos. Cosas pequeñas, como haber discutido con una amiga y que no te escriba en una semana, son en realidad enormes. Pero nadie habla de ellas. Yo sí, y lo hago con un personaje sin rostro definido, sin género, sin edad. Eso hace que cualquiera pueda verse reflejado. Estoy contando mi vida, pero también, de alguna manera, estoy contando la de muchas otras personas. Quizás por eso se identifican, lo comparten y lo hacen suyo.

Tus viñetas también han pasado del mundo digital al papel. ¿Qué supone para ti ver tu trabajo en formato libro?
Es algo que me encanta. Ya he publicado siete libros y cada uno ha sido como un premio a esa constancia diaria. Aunque las redes sociales son el lugar natural de mis viñetas, porque tienen ese carácter inmediato, como pan del día, el libro te ofrece otra experiencia. Permite una lectura diferente, más pausada, más profunda. Mis libros no están hechos para leerse del tirón, sino para volver a ellos, abrirlos al azar y encontrar algo que te acompañe en ese momento. Me gusta pensar en ellos como una colección de ideas, sueños y emociones que tienes ahí en la estantería, disponibles cuando los necesites.

¿Hay algún tema o sentimiento que te haya resultado más difícil de dibujar?
Sí, varios. Al principio me costaban mucho los temas como la muerte, la despedida, o la pérdida de relaciones importantes. Cuando fallecieron mis abuelos, por ejemplo, tuve que enfrentarme a esos sentimientos por primera vez, y no fue fácil. Pero me di cuenta de que al compartirlos, otras personas también se sentían así. También me cuesta hablar de salud mental, especialmente porque he tenido personas cercanas que han pasado por momentos muy duros. Pero crear esas viñetas, a pesar de lo difícil que sea el proceso, termina generando algo bonito: la gente te escribe, te agradece, y eso devuelve mucho más de lo que duele.

Una carrera de fondo

¿Qué mensaje principal querías transmitir a los y las jóvenes que participaron en tu charla y taller en Las Palmas de Gran Canaria?
Quería mostrarles que todos somos capaces de crear. Que no hace falta ser un experto, ni tener muchos recursos. No hace falta ser un chef con tres estrellas Michelin para preparar la cena de esta noche. Solo necesitas tener ganas y usar lo que tengas a mano. Al principio saldrá regular, pero con práctica mejoras. Es lo mismo con dibujar o escribir. Yo uso papel y boli, y sobre todo, tiempo. Es importante entender que no hay que buscar la perfección. Nadie te va a examinar. Si dibujas un perro con seis patas, está bien. En tu mundo puede existir. Si una nube te habla, déjala hablar. Se trata de recuperar esa libertad de cuando éramos niños, cuando todo era posible. Ese es el mensaje que quería dejarles: que no se pongan límites.

Para terminar, ¿tienes algún proyecto nuevo o algún formato que te gustaría explorar?
Sí, siempre tengo ideas dando vueltas. Me encantaría hacer animación, convertir mis viñetas en una serie o incluso en una película. También me atrae mucho la escultura: crear figuras grandes con personajes que hablen y que puedan colocarse en parques, playas, rotondas o museos. Y también seguir explorando los murales, que ya he hecho alguno. Me gustaría seguir llevando este universo de mis cuadernos y mi iPad al mundo físico, para que pueda acompañar a más personas fuera de las redes.