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Imagen de un cazador / PEXELS

El refrán canario que no conocen en el resto de España y que no deja a Canarias en buen lugar

Su permanencia en el habla cotidiana demuestra cómo las costumbres del pasado siguen dejando huella en la identidad lingüística del archipiélago

El lenguaje popular canario está lleno de expresiones y refranes únicos que reflejan la historia, el entorno y las costumbres del archipiélago.

Uno de ellos, aunque ampliamente conocido en Canarias, sigue siendo un misterio para la mayoría de los españoles peninsulares.

Un dicho ligado a la caza y la naturaleza

Se trata de "el conejo me riscó la perra". Este refrán proviene del mundo rural y de la tradición de los pastores y cazadores canarios y de la complicada orografía que no deja en buen lugar a las Islas. Cuando realizaban su trabajo en el campo, era común que sus perros los acompañaran por los senderos montañosos. En ocasiones, los animales se veían atraídos por la persecución de un conejo y, en su entusiasmo, terminaban cayendo o tropezando de manera inesperada.

Con el tiempo, esta situación comenzó a utilizarse como metáfora para describir cualquier evento que termina mal de manera sorpresiva. Así, el refrán pasó a formar parte del habla cotidiana en Canarias, aunque su significado sigue siendo desconocido fuera del archipiélago.

Diferentes variantes según la isla

Según la Academia Canaria de la Lengua, existen diversas formas de pronunciar esta expresión dependiendo de la isla:

  • Esriscó: la versión más extendida en el archipiélago.
  • Desriscó: también utilizada con frecuencia.
  • Riscó, Enriscó o Derriscó: variantes que se escuchan en algunas islas.

Uso en la actualidad

Aunque su origen está vinculado a la caza, una actividad que ha perdido popularidad en los últimos años, el refrán sigue estando presente en el lenguaje coloquial de los canarios. Su uso no implica necesariamente una referencia literal a la caza, sino que se emplea de manera figurada para describir cualquier situación que ha salido mal inesperadamente.

Como ocurre con muchas expresiones regionales, esta frase es un reflejo de la cultura y la historia del pueblo canario. Su permanencia en el habla cotidiana demuestra cómo las costumbres del pasado siguen dejando huella en la identidad lingüística del archipiélago.