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El regreso a Ítaca de Quevedo

Como un Ulises moderno, el artista regresó al Estadio de Gran Canaria rodeado de amigos, emociones y raíces, dejando claro que los sueños nacidos en la isla también se cumplen

Ulises tardó 20 años en reencontrarse con su familia, en volver a casa. Cruzó mares, sorteó monstruos, lidió con dioses y batalló en Troya para llegar, al fin, a Ítaca.

No volvió siendo el mismo —sí en esencia—, pero cuando a uno le pasan por encima el cíclope Polifemo, los vientos de Eolo, la maga Circe, las sirenas Escila y Caribdis y va de paseo por el inframundo —entre otras mil aventuras— no vuelve a ser el mismo.

El Estadio de Gran Canaria es la Ítaca de Quevedo. Mucho antes de que se abrieran las puertas sus fans ya estaban esperando, sin paciencia, su regreso a casa. La última vez que lo vieron fue el 6 de diciembre, en el concierto del Gran Canaria Arena donde cantó las nuevas y las viejas, un adelanto de algo mucho mayor.

Imagen panorámica del Estadio de Gran Canaria durante el concierto de Quevedo. / ELVIRA URQUIJO A.-EFE

Demonios internos

Nuestro Ulises también ha batallado. Primero con la industria, luego la pérdida de identidad, salir de la isla, crecer, perder muchas cosas para ganar tantas otras, críticas, y la tan temida y ansiada fama hasta estallar. No fueron 20 años, fueron 6 meses perdido antes de reaparecer en Valencia cantando La Última, uno de sus temas más desgarradores donde hablaba sin tapujos de sus mil demonios.

Necesito perder to’ pa’ volver al punto cero
Y recordar lo que costó poder salir del agujero
La piel de gallina mientras grababa Piel de Cordero
Necesito enamorarme de to’ esta mierda de nuevo
Y, sin necesidad, no puedo
Si no es por necesidad, yo no me muevo
Necesito ir a Los Brezos y ver mi ropa por el suelo
”.

Pero sabían sus fans, con buen criterio, que Ulises jamás se rinde. Si el objetivo era volver a Ítaca, a Ítaca se llega.

Primero conquistó Latinoamérica para después, volver –y entrar– por la puerta grande a casa, al Estadio de Gran Canaria. Abarrotado, sin sold out, pero estaban los que tenían que estar. Acompañado como siempre de su grupo de confidentes y demostrando encima del escenario el éxito de su último disco Buenas Noches.

Quevedo, durante su concierto en el Estadio de Gran Canaria. / ELVIRA URQUIJO A.-EFE

Junto a amigos

Como buen Ulises, Quevedo no regresó solo. Lo hizo con su tripulación de siempre, esos compañeros de travesía que han sabido remar en sus mismos mares. El primero en aparecer fue Maikel Delacalle, a quien presentó como “uno de los pilares fundamentales”. La ovación fue atronadora. Después llegó La Pantera, con quien cantó Piel de Cordero, una de esas canciones que se entienden mejor en directo, porque sangran y siguieron con Halo, una de las más potentes de su disco actual. Más que duetos, lo que se vivió en el escenario este sábado eran reencuentros entre amigos. Códigos entre quienes se reconocen sin necesidad de explicaciones.

Y entonces sucedió uno de los momentos más puros de la noche: Los Gofiones subieron al escenario.

Si Quevedo es voz de una nueva generación, Los Gofiones son la memoria colectiva. El grupo folclórico más emblemático de Canarias, con medio siglo de historia a sus espaldas, no solo acompañó al artista: lo ancló.

Tradición

La emoción fue compartida: el vello erizado, el estadio en masa de pie y todos cantando al mismo son Ay, mi Gran Canaria, con una mezcla de emoción y orgullo compartido. Porque cuando suena la raíz, el cuerpo reacciona aunque no sepa por qué. Porque si Quevedo representa el presente, Los Gofiones son el eco de todas las voces que vinieron antes.

Ese momento fue un pacto entre generaciones. Un abrazo invisible entre los abuelos que bailaban folías y los nietos -en un Estadio abarrotado- que cantan Quédate a pleno pulmón.

Quevedo comparte escenario con Maikel Delacalle. / ELVIRA URQUIJO A.-EFE

Y fue ahí cuando Quevedo, sin escudo ni personaje, lo dijo: “Me están cumpliendo un sueño, y lo llevo hasta el día que me muera. Ustedes son los primeros que confiaron en mí”, recordó. “Hacía mucho que no volvía a casa. Si les he ayudado con alguna de mis canciones, estoy agradecido. Gracias por ayudarme a cumplir mi sueño. Una parte de mi carrera es de ustedes”.

Reencuentros

No fue un discurso. Fue una confesión. La más sincera de la noche. Porque aunque haya grabado con Bizarrap o cantado en estadios de Argentina, Quevedo sigue escribiendo desde el mismo lugar: desde "LPGC you know" mirando al mar, soñando alto.

El vídeo de sus inicios lo confirmó. El pasado proyectado en pantalla era un espejo retrovisor que él miraba con ternura. Y uno a uno, siguieron subiendo al escenario quienes han sido piezas de su puzle artístico a este lado del charco y también al otro: Delaossa, Lola Índigo —con quien interpretó El Tonto—, Lucho… Cada colaboración era un reencuentro, una celebración, una reivindicación de que el camino nunca se recorre solo.

Y así, con el pecho abierto y el corazón latiendo, entre sonrisas compartidas con su público, con sus fans, Quevedo volvió a casa.

Sueños

No como quien regresa a esconderse, sino como quien se reconoce en su tierra, la honra y la eleva. Como Ulises, no necesitaba más que tocar Ítaca para sentirse entero otra vez.

Y aunque su viaje continúa, este sábado en Gran Canaria no fue un simple concierto: fue la prueba de que los sueños que nacen en la isla se consiguen, aquí y fuera. Ojalá que nuestro Ulises, el gran Quevedo, siga triunfando y que después del Buenas Noches, llegue el Buenos Días.