La vida de las editoriales canarias: entre la trinchera de las librerías y la lejanía

Los problemas que afectan a las editoriales de Canarias son, en realidad, los mismos que afectan a las de la península. Los mismos más la insularidad y la lejanía. Es un sector vivo, en constante producción, pero está abarrotado

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Dos personas pasean por delante de la librería Lemus, en La Laguna, una de las librerías más importantes de la islas de Tenerife. / ATLÁNTICO HOY
Dos personas pasean por delante de la librería Lemus, en La Laguna, una de las librerías más importantes de la islas de Tenerife. / ATLÁNTICO HOY

Los problemas que afectan a las editoriales de Canarias son, en realidad, los mismos que afectan a las de la península. Los mismos más la insularidad y la lejanía. Es un sector vivo, en constante producción y descubrimiento de talentos, pero está abarrotado. Cada vez hay más editores, más publicaciones, más libros indispensables que leer, pero hay menos lectores, menos compradores: solo el 59,1% de los canarios admiten leer en su tiempo libre. Para los editores conseguir un hueco en un estante de una librería para colocar un libro es como ganar la posición en el campo de batalla. Si vendes, mantienes el hueco, si no, estás fuera a las dos semanas. 

En 2021, el último año del que se tienen cifras, en Canarias se publicaron 1.253 títulos, lo que representa el 1,4% del total de los 92.722 publicados ese año en España. Algunas editoriales de las islas, como Mercurio Editorial llega a poner en el mercado cada año unos 100 títulos, Baile del Sol ronda entre los 12 y 20 libros y Canariasebook unos 40 títulos. Son en total unos 68 editores inscritos, cada uno con su propio enfoque, pero todos en un mundo cada vez más competitivo. 

La facilidad de publicar

Tito Expósito es editor de Baile del Sol, una editorial enfocada especialmente en libros de temática canaria y africana. “Nunca ha habido tanta oportunidad para que cualquiera pueda sacar un libro”, explica al respecto de la situación de la edición. Es una visión que respalda Jorge Lira editor de Mercurio Editorial quien también señala a la autoedición como parte del problema, un proceso en el que los autores son los que encargan la publicación de su libro sin ceder los derechos de la obra pero ocupándose de la promoción.

Lo que para Lira es un problema, para Plácido Checa, de Canariasebook, ha supuesto la solución para salvar la editorial tras la crisis de 2008. Hasta el 60% de los ingresos de la editorial llegan a través de la autoedición, según explica. Son dos formas diferentes de entender el mismo problema de la baja de venta de libros. Además, el enfoque también es parte fundamental, por ejemplo, la dimensión educativa permite la entrada de ingresos como le sucede a Canariasebook o a Diego Pun Ediciones, editorial tinerfeña más enfocada en el público infantil y juvenil. 

Mantenerse vivos

Para Mercurio, editorial con mayor fuerza financiera, la cuestión es invertir más en la promoción. “Las editoriales no dejan de ser empresas y el impacto como empresa está acorde con lo que eres capaz de invertir”, defiende Lira. “Yo siempre veo bienvenido que haya gente que se inicie en el sector de la edición. Otra cosa diferente es el tiempo en que pervivan en esto”, añade tras asegurar que lo “complicado” del trabajo de la editorial es mantener y agrandar el catálogo. Es decir, estar siempre vivos. 

Pero publicar un libro y ser un éxito de ventas no es una ciencia exacta. Ni editar a un autor conocido garantiza que el libro se vaya a vender, aunque claramente ayuda mucho, ni ser una gran editorial te facilita lo mismo. Es un mercado con cierto salvajismo donde Grupo Planeta y Penguin Random House acaparan gran parte de las ediciones y, sobre todo, de las ventas. Pero más que en ningún otro sitio su poder se ve en las librerías. Las grandes editoriales no solo ocupan buena parte del espacio de las estanterías sino que marcan también el relevo constante de libros. 

Un hombre observa uno de los escaparates de la librería Lemus. / Ainoha Cruz
Un hombre observa uno de los escaparates de la librería Lemus. / AINOHA CRUZ

La estantería como trinchera

La venta de libros sigue predominando en su canal habitual, las librerías. Por ello ahí es donde se refleja la verdadera competencia. Como explica Lira, “la librería es un comercio y por lo general están limitadas de espacio. Si el librero ve que el libro lleva dos semanas y no se vende lo normal es que te lo devuelva”. Aquí sí influye el autor, la temática y la editorial, “si tu editorial tiene un nombre y te conocen puedes acceder con más facilidad a un librería o a un punto de venta” explica Tito Expósito, quien califica al espacio en los estantes de las librerías como oro: “Nos pegamos porque nuestros libros estén en la estantería vertical”. Más rotundo es Plácido Checa, quien sentencia que “los libros tienen una caducidad menor que la de un yogurt”.

El libro que permanece es el de “fondo editorial”, desde el punto de vista de Jorge Lira, es decir, aquel que sobrevive al paso del tiempo. Esta rotación, según él, no solo afecta a las pequeñas editoriales, sino a las grandes, puesto que son ellas quienes más novedades sacan y ocupan constantemente los espacios de las estanterías con estas novedades. “Nosotros queremos que los libros estén más tiempo”, explica. 

El placer de descubrir

Pero, ¿puede esta rotación constante y la necesidad de vender afectar al principio básico de las editoriales de descubrir a nuevos escritores? Lira defiende que no, pero añade que todo depende. “A mí me encanta la posibilidad de descubrir autores nuevos. Es la magia que tiene ser editor”, señala. Aquí entra en juego la ciencia inexacta de apostar por una historia; quizás la de un escritor conocido no triunfe y la de un novel sí. Un ejemplo, es la celebrada primera novela de la escritora tinerfeña Andrea Abreu, Panza de Burro, que ha vendido más de 60.000 libros. 

Pero todo es un negocio, y apostar por escritores no conocidos tiene que estar avalado por unos ingresos. En el caso de Baile del Sol, al haber conseguido que uno de sus libros, Stoner, de John Williams, sea un Best Seller, “podemos apostar por gente nueva o por otros títulos de literatura africana o literatura del este, por la que tienes que pagar unos derechos de antelación para traducir la obra, que salen una pasta”, explica. Esa seguridad es la que ansían muchos editores.

Lo caro de editar

El aumento de los costes con la subida de la inflación ha sido este año el Goliat de los pequeños David que son las editoriales de las islas. Un papel que ha publicado sus precio y un transporte que se ha elevado hasta el 40%, según comentan, hacen que los márgenes de beneficio hayan bajado considerablemente. En especial en un sector donde subir los precios puede tener un efecto drástico en las ventas, por lo que por ahora las editoriales han preferido no aumentarlo. 

Los cálculos aproximados que hace Plácido Checa sobre los costes de publicar un libro es que el 40% se paga a la imprenta, el 30% a las librerías, el 20% para el editor y el 10% para el autor. El transporte y todos los costes de nuevas impresiones, irían a cargo del porcentaje del editor, asegura, lo que también limita su beneficio. 

Libros en el escaparate de la librería del TEA. ATLÁNTICO HOY
Libros en el escaparate de la librería del TEA. / ATLÁNTICO HOY

El problema en Canarias

Pero, aparte del transporte y la insularidad, que aumentan los costes, ¿qué problemas afecta al sector editorial de las islas? Para Jorge Lira, de Mercurio Editorial, la dimensión meramente canaria es un límite así como la fragilidad económica de muchas editoriales, que hace que, en el primero de los casos no se traspase la frontera de la edición meramente insular, y en el caso de la segunda no se atienda lo suficientemente bien a la promoción de las publicaciones. Hay que destacar que para todos los editores consultados la promoción es el verdadero punto fuerte de la venta, tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales. 

Hay una cuestión más, meramente canaria de gran importancia: la falta de apoyo del sector público. Ernesto Rodríguez Abad quien dirige la parte artística de Diego Pun Ediciones se muestra especialmente crítico con el poco valor que desde el Gobierno de Canarias se da a autores y editores de las islas. Desde su punto de vista, de la misma forma que en Fitur hay un stand de Canarias, en las ferias del libro a nivel nacional o internacional puede haber un puesto dedicado al sector literario del archipiélago. 

A mi me da mucha tristeza cuando voy a ferias y ves un stand de las Islas Baleares, de Cantabria o de Galicia y no ves nunca un stand institucional de Canarias donde se nos agrupe a todas las editoriales que queramos estar y se nos potencie. Así nuestra literatura, nuestro arte, es poco conocido fuera”, comenta. Además, añade que “el valor del arte que hacemos en las islas es de una calidad bastante grande y cuando logramos que se vean los productos fuera de aquí, tanto los lectores como las lectoras lo aprecian. Pero creo que tendrían que potenciar qué escribimos en las islas. Estamos alejados y tenemos que luchar porque se nos vea fuera y tenemos que luchar mucho más que los que viven fuera”.

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