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Santi Aldama Toledo, por Farruqo.

"All in the game, yo": Santi Aldama, el canario que conquista la NBA

Hijo de un olímpico, sobrino de un canterano del Granca y formado en la cantera del Canterbury, el ala-pívot de los Memphis Grizzlies ha pasado de promesa local a ser el único español en la NBA y líder de la nueva generación de la selección

En filosofía moral, el Trolley Problem es un dilema que enfrenta a quien decide con una elección imposible: mover una palanca y salvar a cinco personas sacrificando a una, o no hacer nada y permitir que la tragedia siga su curso. En la NBA, ese concepto se transformó en un apodo irónico y viral que hoy acompaña a Santi Aldama Toledo (Las Palmas de Gran Canaria; 10 de enero de 2001). No porque en cada partido enfrente dilemas morales, sino porque, sobre la pista, fuerza a sus rivales a tomar decisiones igual de ingratas: si protegen la pintura, les castiga con el tiro exterior; si salen a puntearle, rompe la defensa y ataca el aro. Cualquiera que sea la elección, el resultado casi siempre favorece al jugador nacido en Gran Canaria.

La suya es una historia que parece escrita con tinta genética. Su padre, Santi Aldama, fue jugador profesional e internacional con España, olímpico en Barcelona 92 y testigo directo del Angolazo, uno de los episodios más dolorosos de la historia del baloncesto nacional. En 1995 llegó al CB Gran Canaria tras el último ascenso del club a la Liga ACB. Allí coincidió con un joven talento local, Santi Toledo. La hermana de Toledo y el pívot internacional comenzaron una relación que acabaría marcando la historia reciente del baloncesto español: de ella nació Santi Aldama Toledo, llamado a liderar a la nueva generación de la selección española.

Fragua de un jugador total

Con apenas tres años, en edad Infantil, Santi ya respiraba baloncesto. Veía a sus primos mayores jugar en el colegio Canterbury, uno de los viveros más prolíficos del baloncesto insular, dirigido por Santi López. No tuvo que esperar demasiado para incorporarse a uno de sus equipos, y allí comenzó a destacar no solo por su estatura, sino por una coordinación y una visión de juego inusuales para su edad.

Santi Aldama Toledo, junto a su padre, introduce una piedra en una urna que luego se utilizó para el acto de colocación de la primera piedra del Gran Canaria Arena. / INSTITUTO INSULAR DE DEPORTES

En el Canterbury, la prioridad siempre fue la formación integral. El baloncesto era un medio, no un fin. Su familia y el centro coincidían en que lo primero era formar a la persona, no al deportista. El lema del colegio, Don’t wait for it to happen, make it —no esperes a que suceda, haz que pase—, encontró en Aldama un ejemplo perfecto. En lugar de explotarlo como un pívot estático bajo el aro, Santi López decidió moldear a un jugador capaz de hacer de todo: subir el balón, dirigir el ataque, tirar desde larga distancia y moverse con inteligencia defensiva. Un trabajo de orfebrería que hoy se refleja en un ala-pívot moderno, versátil y difícil de predecir.

Ni las invitaciones para jugar la MiniCopa con el Granca, ni las oportunidades de vestir la camiseta del Barça en un torneo júnior de Euroliga, ni las ofertas de clubes grandes hicieron variar los planes de la familia. Normalidad, estudios y desarrollo personal eran las columnas de un proyecto que, entonces, no parecía diseñado para llegar a la NBA.

El verano que todo cambió

El punto de inflexión llegó en el Europeo sub-18 de 2019, disputado en Grecia. España se proclamó campeona tras vencer al equipo anfitrión en la final y Santi Aldama fue elegido MVP del torneo con casi 23 puntos de valoración por partido. Aquel éxito abrió un horizonte nuevo: la posibilidad de estudiar en Estados Unidos.

Santi Aldama, en su etapa en el Canterbury, lanza a canasta. / CANTERBURY

El croata Davor Matkovic, que lo había entrenado en campus de verano, facilitó el contacto con Loyola University Maryland. El entrenador jefe, Imo Simovic, viajó personalmente a Gran Canaria para convencer a la familia. La decisión no era sencilla: Aldama apenas había salido de la isla salvo para competiciones internacionales. Sin embargo, una visita al campus en Baltimore bastó para que el jugador lo tuviera claro. Llamó a casa, habló con su padre y le dijo que se sentía como en casa.

Becado para estudiar Administración de Empresas, su llegada a Estados Unidos estuvo marcada por una lesión de rodilla que arrastraba desde hacía tiempo. Decidió pasar por quirófano con una condición: volver sin dolor. La apuesta salió bien. En su segundo año con los Greyhounds, dominaba la Patriot League con medias de 20 puntos y 11 rebotes, entrando en el quinteto ideal de la NCAA División I.

De Baltimore a Memphis

El 29 de julio de 2021, la NBA llamó a su puerta. Fue elegido en el número 30 del draft por los Utah Jazz, que inmediatamente traspasaron sus derechos a los Memphis Grizzlies. En agosto firmó su primer contrato profesional por cuatro temporadas. En Tennessee encontró un equipo joven y ambicioso, liderado por Ja Morant y Jaren Jackson Jr., con aspiraciones reales de Playoffs cada año.

Aldama, en un partido de su etapa en la NCAA con la Universidad de Loyola. / LOYOLA UNIVERSITY

Aldama fue ganando minutos y protagonismo hasta consolidarse como una pieza clave. Hace unas semanas firmó una renovación por tres temporadas y 52 millones de dólares, convirtiéndose en el único jugador español en la NBA. Su crecimiento no ha pasado desapercibido: es valorado por su capacidad para adaptarse a cualquier rol, ya sea como titular o desde el banquillo, y por su comprensión del juego.

Selección y regreso a casa

Su carrera internacional también avanza con paso firme. Participó en los Juegos Olímpicos de París 2024 y, en pocos días, será el líder indiscutible de España en el Eurobasket. Este verano lo pasó en Gran Canaria, combinando su campus de baloncesto con baños en las playas y partidas de golf junto a sus tíos.

En cada regreso a la isla, Aldama refuerza la conexión con sus raíces. No olvida de dónde viene ni las decisiones que, junto a su familia, le permitieron crecer sin perder el rumbo. Tampoco el impacto de su paso por el Canterbury, donde se forjó un jugador total y una persona preparada para la exigencia de la élite.

Santi Aldama, en un partido de los Grizzlies de Memphis en la NBA. / EFE

Élite mundial

Santi Aldama Toledo no es solo un jugador de baloncesto. Es el resultado de una combinación de talento, formación y decisiones firmes. Hijo de un olímpico, educado en valores antes que en tácticas, y formado en un entorno que no lo presionó para crecer más rápido de lo necesario.

En Memphis, su juego encarna lo que su apodo sugiere: un dilema constante para las defensas. Puede anotar de fuera, penetrar, rebotear, asistir y defender. Y como en el Trolley Problem, no hay respuesta perfecta para frenarlo. Lo que empezó como un juego en un patio escolar en Gran Canaria es hoy una carrera sólida en la mejor liga del mundo.

En la serie The Wire, ambientada en los bajos fondos de Baltimore —la ciudad en la que su juego despegó vestido con la camiseta de los Greyhounds de Loyola—, el legendario Omar Little decía: All in the game, yo”—así son las reglas del juego—. Para Santi Aldama Toledo, todo ha estado siempre, casi como una custión genética, en el juego. Un juego que, como aquel tren del dilema ético, no parece dispuesto a detenerse.