Las Palmas confeccionó este verano un equipo con claras aspiraciones a campeonar y con el ascenso como ambición. El inicio fue bueno en cuanto a resultados, básicamente, porque la falta de fútbol se suplía con solvencia. Sin embargo, con el paso de las jornadas los grancanarios perdieron comba respecto a los puestos de cabeza para acabar con la etapa de Manolo Jiménez con un volantazo brusco sin duda.
A pesar de ello, el cambio de técnico no ha surtido efecto y los amarillos siguen sin tener claro a lo que juegan al mismo tiempo que han perdido toda la vigorosidad defensiva de la que sacaban pecho a principios de año. En esa involución se encuentra un Herrera que no termina de encontrar el sistema y el equipo tipo que quiere.
Maxi Pérez pugna por un balón, en el último derbi | @jacfotografoQuizás por esa razón el derbi sea ahora mismo un bote salvavidas que la UD no debería rechazar. Ganar al Tenerife supondría ese punto de inflexión que tantas semanas llevan buscando, pero un empate y, lo que es peor, una derrota no sacaría a los jugadores de dudas. Cambiar el chip antes de las Navidades es una cuestión vital que se tiene que traducir en 6 puntos de 6 como prólogo a los turrones.
Navegando entre el Yin y el Yang se encuentra entonces a Las Palmas, entre un incendio controlado o uno que se va de las manos. La tabla clasificatoria no miente y caer no está permitido. La cuenta atrás para el derbi ya empieza a agotarse y, aunque queda mucha competición por delante, el seguir quedando descolgado manteniendo malas sensaciones es un trago que puede llegar a ser muy complicado de digerir.