No creo que el CD Tenerife haya merecido perder contra el Real Oviedo, pero por el estilo de juego de Rubén Baraja y la tímida propuesta en la segunda parte son cosas que pueden ocurrir. Si el VAR no hubiese determinado ese penalti por mano de Luis Pérez hoy el ánimo en la isla sería otro, el de un conjunto chicharrero que seguiría sumando para alejarse del peligro. Pero no, así no funciona Segunda División. No al menos para el CD Tenerife.
De nuevo la odiosa Segunda División en la que está sumergido el club tinerfeñista vuelve a mostrar su peor cara, la habitual con nosotros, para cuando más cerca parecían los blanquiazules de escapar del infierno volver a meterlos en esa fatídica pelea por el descenso. Pero el CD Tenerife es un equipo acostumbrado a ello, con tablas en LaLiga SmartBank y conocedor de lo difícil que es la vida del terrenal por sobrevivir.
Restan doce partidos, doce finales en las que los blanquiazules deben evitar a toda costa perder la ligera ventaja con la que corren con respecto a los seis equipos que lo preceden en la clasificación. Después, una nueva oportunidad para ilusionarse con salir por la puerta grande de una vez por todas de este infierno nombrado LaLiga SmartBank tan solo por razones de patrocinio.