Tribuna Alta: 'El abrigo', por Manoj Daswani

Guardar

manoj daswani, cadena ser, campeones de todo
manoj daswani, cadena ser, campeones de todo

Comparo hoy al Tenerifito con aquel abrigo con el que nos obsequiaron algún día o que compramos hace años. Tal vez te lo regalase alguien muy especial... o los Reyes Magos la mañana de un día seis. Incluso puede que fueses tú mismo el que se asomó al escaparate y se lo llevó, que estaba de oferta. El roce hizo el cariño. Y de tanto tenerlo puesto, ya no te ves sin él. Sin el abrigo de toda la vida.

El abrigo de siempre -tú también tienes uno- es de esos regalos que nos dieron un día con tanto afecto como quien da un abrazo sincero, de esos que duran más de un segundo. Y ya al abrigo no lo cambiamos por nada del mundo.No es que nos haga falta, es que nos gusta ponérnoslo.

Y eso que al abrigo ya se le ven las costuras. Parece viejo. Los años no pasan en balde. Y no, claro que no está tan de moda como las sudaderas nuevas que se estilan ahora. Igual que ser del Barça o del Madrid parece socialmente mejor aceptado, llevar una chaquetita de marca nos luciría mucho más. Pero tú -como éste que escribe que estas líneas- eres un clásico. Un tipo de principios. Que no renuncia al abrigo de siempre, al que tenías puesto cuando cayó un diluvio inolvidable y el temporal no escampaba. O el que llevabas aquel día tan feliz que le marcamos cinco al Lazio y salimos con la sonrisa puesta, calle San Sebastián abajo, cuando la lluvia era de goles.

Tenlo claro. Nadie en la cena de empresa ni en la reunión con los colegas te va a decir estos días: ¡qué bien te queda el abrigo! Pero dentro de él vas a estar más cómodo que nadie. Abrigue bien o no, al anorak de siempre lo vamos a querer tanto como a Hugo Morales el día de la falta parabólica de Butarque. Y aunque empieza a quedarnos pequeño, haremos lo posible (y lo imposible) por que nos siga sentando bien.



afición tenerife La afición del CD Tenerife celebra un gol en el Heliodoro | @jacfotografo

El CD Tenerife es el abrigo. Puede que la opción de acercarnos a él nos la brindase por vez primera (¡gracias, qué regalazo para toda la vida!) un familiar que ya no está entre nosotros, un vecino o compañero de pupitre. O que fuese una casualidad del destino la que nos llevó al mostrador del centro comercial -perdón, a la taquilla del Heliodoro- a pillar unas entradas para aquel partido que ya no olvidaremos nunca. En mi caso fue un triunfo al Logroñés: 3-1. La segunda vez, un empate contra el Sporting en casa. 0-0. Y un tal Ablanedo convertido en Mazinger Z.

Vuelvo al abrigo. Ahora tenemos que aguantar que nos digan que los abrigos como el nuestro ya no se llevan. Qué indignidad. Pasó la moda y muchos no volverán a comprarse uno así hasta que vean que otra vez todos lo llevan (como pasó en junio del año pasado). Pero nosotros -tú, yo y muchos más- tenemos clara que nuestra fidelidad tiene más capas que un forro polar y que lo vamos a llevar siempre. ¿Por qué? No lo sé bien. Pero por instinto vas a salir y te lo vas a poner. Hoy otra vez vas a vestirte con él. Con el entusiasmo por ver jugar al Tenerife, la pasión de seguirlo en la distancia a través del dial (bendita radio), la costumbre de enfadarnos cuando pierde y el hábito de cuestionar al entrenador, que todos llevamos uno dentro.

Con el abrigo y con el Tenerife salimos orgullosos los lunes cuando el domingo ha sido feliz. De goles de Longo, asistencias de Malbasic y paradones de Carlos. Como antes lo fueron de Nino, Rommel, Estebaranz, Guina, Toño, Rubén Cano, Pizzi o Barata. ¿Me permites un consejo? Póntelo cuando te dé la gana. Sal a la calle hoy y siempre con el escudo cerca del pecho. O sea, con el abrigo puesto. Y que nunca te dé vergüenza lucir y sentir sus colores, que aunque digan que son otros los que están a la última, tu equipo y el mío es éste. No el mejor, sí el que más abriga.