1. El monedazo. Lanzar una moneda desde la grada es propio de un bárbaro, de un aficionado indecente del club al que va a animar, de un vándalo que no merece entrar más veces a un estadio de fútbol. Es tristísimo que el Tenerife y Tenerife sean noticia estos días a escala nacional por un comportamiento irracional, que no debe empañar la reputación intachable de la afición del Heliodoro.
2. El arbitraje. La relevancia y el impacto –nunca mejor dicho- de una noticia así, el lanzamiento de una moneda a un campo de juego, dejan en un muy segundo plano el arbitraje espantoso de Díaz de Mera. No dio una a derechas. Expulsó a Carlos Ruiz de forma rigurosa, escamoteó al Tenerife un penalti claro en la segunda mitad, debió enseñar roja directa a un defensor del Huesca por agarrón flagrante a Malbasic y sus decisiones desnivelaron la balanza del lado visitante. Por si fuera poco, el 2-2 no debió subir al marcador: era fuera de juego Es el tercer atropello grave al Tenerife, que debería alzar la voz, protestar, hacerse oír como en tiempos de Javier Pérez.
3. Las consecuencias. Que quede claro que lo ocurrido el otro día, por grave que sea el monedazo o por injusto que fuese el arbitraje, no oculta las verdaderas razones del naufragio deportivo del Tenerife. Y ojo, sus consecuencias. Es un año perdido, en todos los sentidos, si finalmente se escapa el último tren que lleva al play off. No hay derecho a que hayan tirado por la borda el espíritu de Los Rodeos. Todo lo que significó. Todo lo que produjo. O lo remedia un improbable pleno de victorias o esta habrá sido otra temporada tirada al cubo de la basura.