Francia asiste, impotente, al desmoronamiento de su último andamiaje imperial en África. Tras la expulsión de sus tropas del Sahel y la ruptura total con los regímenes militares que hoy controlan esa franja convulsa del continente, comienza ahora a resquebrajarse uno de los símbolos más duraderos de su dominación: el Franco CFA. La moneda, nacida en 1945 bajo el signo de la tutela colonial, impuesta aún a catorce países africanos, acuñada en París y atada al Tesoro francés, ya no solo es cuestionada: es combatida.
Los regímenes militares de Mali, Burkina Faso y Níger, que integran la llamada Alianza de Estados del Sahel (AES), no solo se han retirado de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), sino que también han anunciado su intención de abandonar el Franco CFA como parte de su estrategia de soberanía total.
Para Canarias, este vuelco monetario en el corazón de África Occidental no es un asunto lejano. El fin del Franco CFA —y la consiguiente transición hacia monedas nacionales o regionales— podría alterar el delicado equilibrio comercial, migratorio y diplomático que une al Archipiélago con su entorno atlántico. Países como Senegal, Costa de Marfil o Guinea-Bisáu, socios crecientes en los intercambios con las Islas, podrían enfrentarse a episodios de volatilidad financiera y reconfiguración institucional que impacten en las rutas marítimas, las inversiones y, sobre todo, en los flujos migratorios. Canarias mira hacia África no solo por cercanía geográfica, sino por necesidad estratégica. Y esa África —hasta hace poco tutelada— ya no existe.
Sin tutela externa
Desde que rompieron con la CEDEAO en enero de 2024, los tres países han trabajado en la creación de una moneda propia, aún sin nombre oficial, pero que buscan desvincular de cualquier tutela externa. Para ellos, el CFA no es solo una divisa, sino el último símbolo funcional de la influencia francesa sobre sus decisiones económicas, fiscales y monetarias.
“El objetivo es que los recursos del pueblo saheliano sirvan al pueblo saheliano, no a los bancos centrales europeos”, declaró en julio el primer ministro de transición de Burkina Faso, Apollinaire Kyélem de Tambèla.
Senegal y el ECO
Pero la presión contra el CFA no viene solo del Sahel militarizado. Desde el seno de la CEDEAO, liderado por Senegal, se acelera también una transformación monetaria profunda. El nuevo presidente senegalés, Bassirou Diomaye Faye, ha colocado entre sus prioridades la materialización del Eco, una moneda común para África Occidental que lleva más de dos décadas siendo pospuesta.
El Eco sustituiría al CFA en los países miembros de la Unión Económica y Monetaria del África Occidental (UEMOA), que aún incluye a Senegal, Costa de Marfil, Benín, Togo y Guinea-Bisáu, entre otros. La nueva divisa estaría controlada íntegramente por un banco central africano, sin supervisión europea, y permitiría políticas monetarias adaptadas a las realidades locales.
La hoja de ruta de la CEDEAO fija ahora el horizonte de 2027 como fecha probable para el lanzamiento del Eco, aunque su implementación será progresiva, en función del cumplimiento de criterios como el control de la inflación, la disciplina fiscal o el equilibrio de balanza de pagos. “No podemos permitirnos que el CFA se convierta en una fuente de división”, dijo recientemente el presidente de la Comisión de la CEDEAO, Omar Alieu Touray.
Mapa en fragmentación
El mapa actual muestra un continente dividido. A un lado, los países del Sahel, que ensayan una ruptura completa con la arquitectura heredada del África postcolonial. Al otro, los estados del África francófona atlántica, que aunque no reniegan de Francia con la misma contundencia, buscan una alternativa monetaria con ADN africano.
En paralelo, las seis naciones de África Central que también usan el Franco CFA (como Camerún, Gabón o Chad) permanecen aún dentro de la zona de estabilidad francesa, pero observan con atención el nuevo pulso regional.
Más que una moneda
El debate sobre el Franco CFA ha dejado de ser técnico para convertirse en una cuestión política y emocional. Los críticos denuncian su dependencia estructural de Francia y la imposibilidad de desarrollar políticas monetarias soberanas. Los defensores, por su parte, argumentan que ha garantizado estabilidad y baja inflación en un continente donde las monedas nacionales suelen ser extremadamente vulnerables.
Pero para el Sahel, ya no se trata solo de estabilidad. Se trata de control, dignidad y reconstrucción identitaria. En palabras del politólogo senegalés Ndongo Samba Sylla, “la moneda no es solo un medio de intercambio: es una herramienta de poder. Y hoy, África quiere recuperar el suyo”.
