Cándido Méndez fue secretario general de UGT en España entre los años 1994 y 2016. Este martes viajó hasta el Archipiélago para participar en el Foro Canarias, un evento donde presentó su último libro: Por una nueva conciencia social. Se trata de una obra en la que busca hacer un reconocimiento a la generación de sus padres.
"Va dirigido a una sociedad española que con muchísimo esfuerzo fue capaz de sacar este país adelante", asegura en una entrevista concedida a Atlántico Hoy. El acto en el que participó, celebrado en el Hotel Santa Catalina (Las Palmas de Gran Canaria), busca congregar a personalidades influyentes que aporten valor al debate público.
[Pregunta] El evento donde usted participará se desarrolla en un archipiélago con muchas bondades, pero donde casi un 14% de los trabajadores son pobres y alrededor de un 30% de la población está en riesgo de exclusión social. Estas cifras, que no son mejores en otras comunidades autónomas como Andalucía, ¿suponen un fracaso colectivo?
[Respuesta] Creo que sí, tenemos un fracaso colectivo que se puede identificar en torno a dos parámetros que a mi juicio son fundamentales. El primero es la situación de los jóvenes, tienen el mayor nivel de paro de la Unión Europea (UE) en porcentaje. Cuentan con problemas salariales, de precariedad y de vivienda.
La desigualdad en su máxima expresión.
El otro gran vector que denota hasta qué punto tenemos que hacer muchos más esfuerzos desde el punto de vista económico y social es la desigualdad. Los polos de desigualdad en España a nivel territorial son precisamente Navarra y Canarias.
Parece que la solución tardará en llegar.
El Archipiélago, como otras comunidades autónomas de Europa, tiene una serie de singularidades fiscales como región ultraperiférica, pero creo que queda todavía muchísimo camino por andar. También en las Islas esta situación se nota por la cuantía de las pensiones, las personas jubiladas aquí están en una situación comparativamente peor que en los promedios de la Península.
El sector turístico, del que vive Canarias, está atravesando un momento en el que no terminan de captar a los más jóvenes para trabajar y al mismo tiempo aseguran tener poca mano de obra. Ocurre, sobre todo, en la hostelería. ¿Falta autocrítica por parte de las patronales? Porque las nuevas generaciones critican que las jornadas son muy largas y los sueldos muy bajos.
Ese es un problema que se viene manteniendo en el tiempo y ahora habría que intentar plantearlo con una nueva mirada. Es una manera de resolver los problemas de fondo que existen en las condiciones laborales de las trabajadoras y los trabajadores del sector de hostelería, sobre todo en zonas turísticas insulares, como puede ser el caso de Canarias y Baleares.
¿De qué se trata?
Creo que hay una vulnerabilidad en el turismo que es el transporte aéreo.
¿Usted cree?
En el caso de las islas, el 100% del turismo de masas llega a través del avión. Se trata de un sector que está haciendo esfuerzos, pero es contaminante. Por lo tanto hace falta una diversificación de la economía en la medida que sea posible. Y en segundo lugar, repensar las empresas en cuanto a la contaminación, la precariedad, el uso del agua o la mala prensa que tienen, en parte justificada, las contrataciones en el sector de hostelería.
¿Hay manera de revertirlo?
A mi juicio eso exigiría un gran pacto e incorporar todos esos elementos y una política de acompañamiento fiscal. Yo lo denomino impuestos para fomentar la virtud de las compañías que apuesten por mejorar la calidad de las condiciones laborales e impuestos para erradicar el pecado del despilfarro de los recursos económicos o la precariedad.
En su libro habla sobre alcanzar un mundo más justo desde el punto de vista laboral y buscar una nueva conciencia social. ¿Pero alguna vez la hubo? Da la impresión de que la cultura del esfuerzo ha sido una especie de estafa piramidal.
Claro que ha existido la conciencia social. Se enraíza en aquellos obreros conscientes. Se decía ya a finales del siglo XIX, principios del siglo XX, sobre trabajadores pobremente vestidos, pero limpios y con la cabeza bien alta. Aunque yo en el libro me refiero a que hay elementos a la hora de conseguir un puesto de trabajo que no existían antes: las restricciones medioambientales o la precariedad.
Vivimos un cambio de paradigma.
La sociedad tiene que concebir de una manera distinta lo que es el trabajo y hay que buscar fórmulas que aseguren la protección en caso de desempleo, para la jubilación o en caso de accidente. Así como potentes derechos sociales, sanidad y educación, pero no vinculados a un puesto de trabajo para toda la vida que era lo que había hace muchísimos años y ya ha dejado de ser una realidad desgraciadamente.
Estamos en una etapa de crecimiento económico muy importante, lo cual tiene un efecto que a veces se olvida. Eso hace que el altísimo endeudamiento público que tenemos se financie muy barato, porque la prima de riesgo es muy baja. Pero está la cara oculta: la desigualdad.
¿Cuál es la causa?
La desigualdad es el factor que corroe la democracia y la convivencia. Hay decisiones que, si se aplican como pretenden los independentistas, agravarían la desigualdad. El primer golpe contra la igualdad proviene de la amnistía, un delito de malversación tendría un tratamiento judicial distinto y más favorable en Cataluña que en cualquier otra parte de España.
No es el único ejemplo.
Luego se ha hablado del traspaso del 100% de los impuestos a la Generalitat. Aunque bueno, esto ha sido una demanda de los independentistas que hacen valer sus siete votos en el Congreso. Afecta a la igualdad de oportunidades [económicas].
Otro ejemplo es el pacto del Estado con Junts para el reparto de 4.000 menores migrantes que están en Canarias y Ceuta.
Ese es el tercer golpe y afecta a la igualdad entre los seres humanos. Esa tríada funesta para la desigualdad es muy lesiva. E insisto en que probablemente no llegue a parte alguna. Pero me parece muy negativo que se imponga un relato político donde el objetivo no sea la búsqueda de la justicia social, sino la del poder a cualquier precio.
Las ideologías en casos así importan.
Yo llevo militando en un partido de izquierdas desde hace más de 50 años [el PSOE] y estos temas yo creo que afectan a la visión que va a tener el conjunto de la sociedad acerca de la formación. Yo, paradójicamente, que ya formo parte del pasado, estoy más preocupado por el futuro que los que en este momento están gobernando.
Este lunes se publicó una encuesta del Banco de España en la que tres de cada cuatro empresas declararon que no les ha afectado la subida del salario mínimo. Viendo el panorama, ¿le parece que siempre las partes que se oponen a medidas así lanzan discursos catastrofistas?
Ese es uno de los datos positivos de estación de gobierno. Hemos perdido mucho tiempo en los años pasados discutiendo de temas que tenían poca correspondencia con la realidad. Un ejemplo es cuando decían que subir el salario mínimo podría afectar al empleo de los jóvenes. Ahora tres de cada cuatro empresas dicen que no es verdad.
¿Sobre qué les habría gustado debatir más?
Sobre la productividad. El progreso significa productividad más igualdad, no es crecimiento económico más subsidios sociales. En España tenemos un sinnúmero de empresas pequeñas, las que tienen hasta nueve trabajadores tienen una productividad muy inferior a ese mismo tipo de compañías en Europa.
Teniendo en cuenta la baja productividad y que el tejido empresarial está compuesto por pymes, ¿es rentable reducir la jornada laboral a 37,5 horas semanales como pretende el Gobierno?
En el libro pongo un ejemplo y comparo tres países para buscar un enfoque correcto del debate sobre la reducción de jornada. Hablo de Dinamarca, México y España. El país que tiene mayores niveles de desigualdad, mayor nivel de paro y unos mecanismos de convivencia social y democrática más débiles es México y es el que tiene mayor jornada laboral con diferencia.
¿Son comparables los tres?
El país que tiene menor jornada laboral es Dinamarca, nación que cuenta con más nivel de productividad, de empleo y de bienestar. Eso sí, soy consciente de que los tres son muy diferentes. El mejor método para abordar la reducción de jornada es propiciar un acuerdo entre los sindicatos y la patronal.
¿Qué debe incluir?
La evolución de los salarios, la problemática de la vivienda, la mejora de la innovación y la tecnología en la empresa, así como de la formación. Hay 10 millones de trabajadores españoles con empleo que no están preparados para la economía digital.
En su libro insiste en la idea de que “todo empieza por el trabajo”. Entiendo que influye el tipo de empleo. Además, en Canarias se habla con mucha frecuencia de diversificar la economía. ¿Apostar por otros sectores como la industria mejoraría nuestra situación? Porque cada vez llegan más turistas, pero eso no siempre se traduce en más empleos de calidad.
Por eso hablaba de que en Canarias habría que diversificar la actividad. El Archipiélago tiene ventajas fiscales por ser región ultraperiférica. Pero luego también hay un problema. En este momento vivimos un boom de turismo. El COVID provocó una reacción de que todos queremos vivir y conocer. Tenemos que apostar por la calidad porque se sigue apostando por el turismo de masas.
El problema es que los trabajadores del sector turístico no ven la riqueza que se genera en el sector.
Hay que subir salarios y las condiciones laborales deben de ser adecuadas. Se debe cambiar la visión, reducir tanto el despilfarro de recursos materiales como la precariedad. La planta hotelera de España es de las mejores que yo conozco, ha habido una apuesta clara por la calidad en cuanto a las infraestructuras, pero lo tienen que notar más los trabajadores. Además. Hay una asignatura pendiente: mejorar la formación y la cualificación de los trabajadores pagándoles más.
¿Qué le parece el PSOE actual a la hora de defender los derechos de los trabajadores? Sin ánimo de hacer comparaciones, la reforma laboral, la reducción de jornada y el incremento del salario mínimo en los últimos años han partido de Sumar. ¿Los socialistas necesitaban un contrapeso más a la izquierda?
Yo soy militante del Partido Socialista y tenía el temor de que se identificara al socio coaligado menor que es Sumar con los avances sociales. Hay que reconocer que la ministra de Trabajo es la que está encabezando estas transformaciones que son positivas. Sin embargo, para amargura de Yolanda Díaz, según las encuestas, lo que está ocurriendo es que el trasvase de votos va hacia el PSOE.
La situación es curiosa.
El esfuerzo lo hace uno y la rentabilidad la ostenta el otro. Es una paradoja que no soy capaz de explicarme.
¿Cómo ve la deriva política y económica en el mundo? Entre los aranceles de Donald Trump, las medidas de Milei y la adhesión a la extrema derecha de empresarios como Elon Musk dejan un escenario llamativo.
Mi análisis es de enorme preocupación. España tuvo una terrible Guerra Civil. Nos matamos entre nosotros, pero no participamos ni en la Primera ni en la Segunda Guerra Mundial. Yo creo que tenemos una especie de visión neutralista de que estamos al margen de ese tipo de acontecimiento, porque en la historia fue así. Debemos abandonar esa visión benevolente porque tenemos bases de la OTAN.
¿Existe la manera de hacerlo?
Tenemos que superar la situación de bloqueo que hay en este momento en el ámbito político. Es fundamental un gran acuerdo entre el PSOE y el PP. Hay que abordar un aumento de los presupuestos de defensa y lo tenemos que hacer compatible con el mantenimiento de la lucha contra la igualdad. Eso va a significar que vamos a tener que endeudar a la sociedad española en mayor medida, aunque la Unión Europea facilite dinero, pero son préstamos.
¿Qué mensaje busca transmitir en el Foro Canarias?
Me han pedido que presente el libro que he escrito. La obra tiene una primera parte personal que es un reconocimiento a la generación de mis padres, a la sociedad española que con muchísimo esfuerzo fue capaz de sacar este país adelante. Salir del túnel de la dictadura hacia una España más próspera y menos desigual.
¿Supimos reaccionar bien?
Hemos sido capaces de recuperar el tiempo perdido. Entre el año 2000 y el 2022, hemos recortado de una manera notable en términos de empleo, de salario y de riqueza de PIB las diferencias que teníamos con Alemania. Eso creo que nos debe de deshacer. El otro elemento es que el futuro ya no es como era. El progreso hasta ahora ha sido una realidad, pero no viene por sí solo.
¿La inteligencia artificial va a robar puestos de trabajo?
La inteligencia artificial va a mucha velocidad. Es muy difícil de ser encauzada mediante los mecanismos legales, resulta difícilmente encajable con los derechos humanos y puede ser utilizada por los malos. En relación con el empleo, todo eso es discutible porque la IA gasta muchísima energía. Tenemos el ejemplo de la robotización y, curiosamente, los países más robotizados son los que cuentan con mejor empleo y salario.
