La Asociación de Consignatarios y Estibadores de Buques de Las Palmas (Asocelpa) repasa en un vídeo la historia del Puerto de La Luz a través de Betty Burgess, una histórica de la comunidad británica que comenzó a trabajar en las empresas portuarias de la provincia a finales de los sesenta, además de Medalla del Imperio Británico (MBE) por sus servicios en el Consulado de Las Palmas para solucionar los problemas de sus compatriotas en el extranjero.
La octogenaria llegó a Gran Canaria hace más de medio siglo y sigue activa como presidenta del Club Inglés, aunque lejos del trajín de La Luz, un puerto que conoce bien porque trabajó en dos de las grandes navieras del momento: Elder, Dempster and Company y Miller y Cía, recalando luego en Remolcadores de Canarias, donde era "una mujer entre cien hombres", recuerda Burgess en el vídeo, que ha sido grabado por Asocelpa para celebrar el centenario de la patronal más antigua de Canarias.
Historia
Los edificios de Elder y de Miller siguen en pie. Son, por tanto, testigos del antiguo Puerto de Refugio de La Luz, ahora transformados en el museo Elder de la Ciencia y en un espacio polivalente para celebrar espectáculos, en la parte trasera del parque Santa Catalina, hasta donde antes llegaba el muelle y la logística portuaria.
La "casa Elder", con su flotilla de vapores, era el lugar al que se acudía para viajar, entre islas, a Madeira o hasta Sudáfrica desde Londres. La Luz, en esa época, era el puerto seguro que usaban los británicos para atender sus colonias, además de importar vino, plátanos y tomates, entre otros víveres, sobre todo en la costa occidental africana, transitada sobre todo por los ingleses y alguna que otra naviera sueca.
Influencia viva
En una de esas campañas organizadas para llevar mano de obra a Sudáfrica y Australia, Burgess descubrió dónde estaba Canarias, y se estableció en Las Palmas para trabajar en su puerto, con una fuerte influencia británica que se ha extendido hasta formar parte de la ciudad. Algunos ejemplos de esa integración son el barrio burgués de Ciudad Jardín, la Iglesia Anglicana, el Cementerio Inglés o el club que preside la propia homenajeada.
Eran tiempos "decimonónicos", de muebles y mesas altas de caoba en las que se repasaba la contabilidad de pie, además de vidrieras y "escupideras" de latón dorado en los pasillos "un poco chocantes", cuenta Burgess, entonces empleada de Elder.
Entonces sólo había un baño mixto en la planta de arriba, pero Eugenio Pavillard, responsable local de la naviera inglesa, accedió a construir otro exclusivo para mujeres en la planta de abajo. ¿El motivo? Los hombres, que se aprovechaban de las escaleras para mirar, generando situaciones violentas con sus compañeras de trabajo.
La era del avión
Luego comenzaron a operar los vuelos chárter y el avión le fue ganando terreno a los barcos para transportar pasajeros a África. Eso motivó el declive de Elder y Burgess se pasó a Miller, que era un "conglomerado" con más servicios portuarios, entre ellos la reparación naval o las grandes operaciones con petroleros, pues ese combustible desbancó al carbón en el sector marítimo.
De Miller pasó a Remolcadores de Canarias, empresa en la que era la única mujer entre hombres, trabajando también como voluntaria en el Consulado de Las Palmas. Por los servicios prestados a sus compatriotas en el exterior recibió la Medalla del Imperio Británico. Fue en 2019, con 80 años recién cumplidos.
Seis años después, tras llegar a Gran Canaria a finales de los sesenta, Burguess sigue al frente del Brithis Club de Las Palmas y ha recibido el reconocimiento de Asocelpa por su labor. Juan Francisco Fonte, otro histórico del puerto, abre la serie de entrevistas, a las que se sumarán en los próximos meses otros dos personajes destacados.
