Esta semana, España ha logrado lo que parece un hito económico milagroso: superar a la potentísima economía japonesa en lo que a Producto Interior Bruto per cápita se refiere. Traducido a dólares estadounidenses, según las últimas cifras, el PIB español dividido entre cada uno de los habitantes del país es, a precios corrientes, de 36.190 dólares, mientras que el japonés se cifra en 33.960 dólares.

Para analizar estos datos, hay que tener en cuenta varias variables. En primer lugar, que la comparativa se hace en dólares. Esto es esencial porque, desde 2021, tal y como explica Ángel Talavera, jefe de Economía de Europa en Oxford Economics, en una entrevista recogida por Euro News Business, el Yen japonés se ha depreciado hasta un 40% con respecto al dólar estadounidense.

Un 'sorpasso' impulsado por el turismo y el consumo

Esto significa que, al cambio, la moneda nipona ha sufrido un gran revés. Con los mismos Yenes, ahora se compran un 40 % menos de dólares y, por tanto, esa moneda vale menos fuera de Japón. A la par, el PIB español está en un momento de robustecimiento. En 2024, según estimaciones del INE, el Producto Interior Bruto debería crecer el 3,2 %, impulsado principalmente por la demanda interna, el consumo y la inversión. Sectores como el comercio, el transporte o la hostelería jugaron un papel determinante y el dinamismo del turismo favoreció este crecimiento.

El sorpasso es histórico. Hace poco más de una década, en 2012, la diferencia del PIB per cápita entre el país del Sol Naciente y España se cifraba en 21.000 dólares. Doce años después, aprovechando la coyuntura económica, España supera a los nipones.

Qué mide realmente el PIB per cápita

Pero, cuando se habla de PIB per cápita, ¿de qué se está hablando? El Producto Interior Bruto (PIB) es un indicador económico que mide el valor total de los bienes y servicios finales producidos dentro de las fronteras de un país en un período determinado, generalmente un año. Y el PIB per cápita es el resultado de dividir esa cifra entre el total de habitantes del país.

En un país como España, donde se observan grandes diferencias demográficas y de industrialización, no todas las regiones pueden sacar el mismo pecho de esta histórica pasada a Japón, pues hay grandes diferencias entre unas y otras.

Canarias, a la cola del ranking

Canarias concretamente ocupa uno de los últimos puestos del ranking en lo que a PIB per cápita se refiere y se encuentra en la mitad inferior de la tabla en cuanto a Producto Interior Bruto. En 2023, última fecha de la que hay registros, el PIB canario sin corregir fue de 54.194 millones de euros. ¿Qué significa “sin corregir”? Pues resulta que el INE ha estado décadas calculando mal el PIB, porque, en lo referente a impuestos, ha utilizado como porcentaje el del IVA en lugar del del IGIC, lo que significa que, realmente, el PIB canario es menor.

Aplicando un porcentaje de corrección, el Producto Interior Bruto canario en 2023 menguó en torno a un 4,5 %, lo que arroja una cifra aproximada de 51.484 millones de euros, corrigiéndose a la baja igualmente su PIB per cápita hasta la estimación de los 23.400 euros.

Previsiones para 2024 y 2025

Aunque no hay datos sobre el PIB per cápita en Canarias en 2024 ni en lo que va de 2025, sí existen unas expectativas de crecimiento: un crecimiento del 3,6 % en 2024 y 2,8 % en 2025 que, de cumplirse (y una vez corregidas al cálculo correcto del INE), arrojarían una cifra aproximada de un PIB per cápita de 24.900 euros este año, según una aproximación elaborada por Atlántico Hoy basada en las cifras del PIB de 2023 y las previsiones de crecimiento publicadas por CaixaBank Research, BBVA Research y Datosmacro/Expansión.

En términos nacionales, Canarias sería la antepenúltima Comunidad Autónoma en PIB per cápita, sólo por delante de Andalucía y Extremadura. Unas cifras pésimas fruto del crecimiento demográfico, la desindustrialización y la caída de la productividad en las últimas dos décadas.

La explicación estructural: más población, menos industria

Así lo señala a Atlántico Hoy Guillermo Marrero de la Nuez, vicedecano del Colegio de Economistas de Las Palmas. "Somos la octava economía por PIB en España, Canarias no es una región donde no se produzca", señala, pero la división entre el número de habitantes ha menguado fruto de "un crecimiento poblacional más intenso que la media española y de otras comunidades autónomas" y, aunque no se ha podido, de momento, establecer una correlación directa, sí que se ha observado una coincidencia entre el desplome del PIB per cápita y una "disminución bastante considerable del sector industrial canario". Todo ello, por supuesto, sumado a la "pérdida de la eficacia de algunos elementos del REF".

Este experto economista explica que, hace dos décadas, el PIB per cápita canario convergía con la media nacional e incluso llegó en algún momento a converger con la europea. Según un informe de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, a comienzos de los años 2000 el PIB per cápita de Canarias alcanzaba aproximadamente el 98 % de la media nacional, lo que reflejaba una clara convergencia con el resto del país. Sin embargo, esa tendencia se rompió de forma sostenida en las dos décadas siguientes, y en 2019 la ratio había caído hasta el 80 %, consolidando un proceso de divergencia económica respecto al conjunto de España.

Productividad del trabajo y limitaciones del territorio

Los factores señalados han provocado una pérdida de productividad del factor trabajo y, por consiguiente, una caída de este medidor. La productividad del trabajo mide cuánto valor económico (PIB) se genera por cada unidad de trabajo utilizada (normalmente una persona o una hora trabajada). Es una forma de saber cómo de eficiente es el trabajo humano en una economía o sector.

En la economía canaria, donde el sector turístico tiene una productividad tradicionalmente menor y escasa capacidad de automatización de procesos, "es normal que nuestras cifras de productividad sean así de bajas", explica Marrero de la Nuez. Además, a esto se suma que la productividad del factor territorial también se ve afectada por la fragmentación del territorio en islas, obligando a muchas empresas a repetir los mismos procesos en centros de trabajo de más de una isla que, de haber continuidad territorial, podrían realizarse en uno solo.

Sectores emergentes como alternativa de futuro

En actividades donde esta limitación territorial no tiene tanta afección, como el sector inmobiliario, el financiero, el audiovisual, los seguros o los medios de comunicación, señala Marrero de la Nuez que la productividad es incluso superior que la media de esos sectores en otras regiones españolas con economías fuertes.

Por lo tanto, existe una multiplicidad de factores que han devaluado el PIB per cápita canario en los últimos años hasta llevarlo al vagón de cola de la economía española, pero no es algo irreversible. Aunque cauteloso, porque esa es "la gran incógnita", Marrero de la Nuez señala que, para devolver el PIB per cápita y la productividad canarias a la convergencia con la media española, tiene que darse a la vez la creación de un marco propicio de seguridad jurídica, una apuesta empresarial por los sectores emergentes, así como una recuperación del tejido industrial perdido en los últimos 20 años.

Estos sectores emergentes, como puedan ser el audiovisual o la comunicación, entre otros, han generado en 2024 seis de cada diez empleos nuevos en Canarias y "es de prever que, en un breve espacio de tiempo, empiece a notarse su peso específico en el PIB". La apuesta debe realizarse en sectores donde el factor territorial no sea un impedimento.

¿Es el PIB per cápita un buen medidor del bienestar?

Ahora bien, con todo esto sobre la mesa, Marrero de la Nuez señala al respecto del sorpasso de España a Japón en cuanto a PIB per cápita que este medidor, por sí mismo, "no es representativo del bienestar de una sociedad" y que duda mucho de que esto signifique que España (y mucho menos Canarias) superen a Japón en términos de bienestar.

Para medir esto último, es mejor utilizar indicadores multifuncionales, porque el PIB per cápita no atiende al reparto real de la riqueza, sino que es una simple media entre habitantes. En su opinión, tiene una relevancia escasa como medidor de bienestar y se suele utilizar más bien con un "tinte político".