Telde fue el municipio que se llevó lo peor de las inmensas lluvias, sobre todo el barrio de Salinetas. Más de 30 litros por metro cuadrado cayeron en pocas horas, provocando el desbordamiento de barrancos y la formación de auténticos ríos de agua y lodo que arrastraron vehículos e inundaron calles y viviendas.
La localización del barrio y la transformación del suelo han sido factores clave en la magnitud del desastre. Así lo explica Roberto Castro, cofundador de Fénix Canarias, quien señala que Salinetas se encuentra en una zona denominada Intercuencas, un área entre grandes barrancos como el Real de Telde y Guayadeque. A diferencia de estos cauces principales, las pequeñas barranqueras de la zona no tienen capacidad suficiente para canalizar grandes volúmenes de agua.
Sin absorción
El estado del suelo en las zonas altas de la cuenca también es otro factor de esta suma. “En la parte superior hay terrenos agrícolas abandonados, con una tierra empobrecida y muy poca capacidad de absorción. Si el suelo estuviera más naturalizado, podría haber retenido parte del agua y reducido la velocidad del caudal”, explica Castro.
Sin embargo, el experto admite que ante un episodio tan intenso como este, ningún ecosistema podría haber absorbido toda el agua caída en tan poco tiempo. La clave, entonces, no es solo mejorar la capacidad de absorción del suelo, sino también planificar mejor el territorio para minimizar los riesgos en zonas urbanizadas.
Urbanización en zonas de riesgo
La DANA también ha puesto en evidencia un problema de ordenación del territorio. En Salinetas, el agua arrasó una rotonda y varias calles, llevándose por delante un vehículo que fue arrastrado hasta el mar. “Se construyó en lugares donde no se debía”, advierte Castro.
Además, el cauce del barranco que desemboca en la playa de Salinetas ha sido alterado por la acción humana. Durante el año, la arena cubre la desembocadura natural para que la playa pueda ser disfrutada por los bañistas, pero cuando llegan lluvias extremas, el agua recupera su camino natural. “En estos casos, el barranco se desborda y no hay manera de frenar la riada. En pocas semanas, seguramente se retirará la arena arrastrada y se volverá a tapar el cauce hasta la próxima tormenta”, comenta Castro.
Lo que abre el debate: ¿se debería recuperar el cauce natural del barranco aunque eso signifique modificar la playa de Salinetas?
Cómo reducir el impacto
Desde la Asociación Fénix Canarias trabajan en soluciones basadas en la naturaleza para minimizar el impacto de estos fenómenos a través del proyecto HERMINE. Entre ellas, se plantea la implantación de gaviones y barracas en terrenos agrícolas abandonados para ralentizar el avance del agua y reducir la erosión del suelo. Estas soluciones no evitarían por completo inundaciones en episodios extremos, pero sí disminuirían la velocidad y la cantidad de agua que llega a las zonas urbanizadas.
No obstante, Castro destaca que la solución definitiva pasa por una mejor planificación urbanística y la recuperación de los cauces naturales de los barrancos. “El problema es que muchas infraestructuras ya están construidas en zonas de riesgo y deshacer eso es complicado. En zonas urbanas no es tan fácil aplicar soluciones naturales, porque lo que se busca es que el agua se evacúe lo más rápido posible. Lo que sí se puede hacer es trabajar aguas arriba, en las cabeceras de cuenca, para reducir la cantidad de agua que llega de golpe a las zonas urbanas”, apunta.
Planificación
La DANA de este fin de semana ha dejado claro que ciertos puntos de Gran Canaria no están preparados para lluvias torrenciales. Aunque fenómenos meteorológicos como este son difíciles de mitigar, Castro insiste en que una mejor planificación urbanística y la restauración de suelos degradados en las cuencas altas ayudarían a reducir el impacto de cierta manera.
