El Cabildo de La Gomera incoado, diez años después de anunciarlo por primera vez, el expediente para declarar El Ramo como Bien de Interés Cultural (BIC) Inmaterial, con la categoría de “usos sociales, rituales y actos festivos”.
La resolución, publicada este miércoles en el Boletín Oficial de Canarias, abre un proceso que busca reconocer el valor histórico, simbólico y etnográfico de una de las manifestaciones más representativas de la religiosidad popular gomera. El ritual queda ya bajo protección cautelar mientras se tramita la declaración definitiva.
El texto justifica la incoación por “el alto valor que la manifestación de El Ramo tiene para el patrimonio cultural de la isla” y subraya que cumple “los criterios suficientes para su declaración como Bien de Interés Cultural Inmaterial”. La decisión llega, además, con el respaldo de los informes técnicos emitidos por el Museo Etnográfico Insular, que destacan la relevancia del ritual “dentro de los actos festivos populares” y su papel como elemento de cohesión social y expresión de identidad colectiva.
Diez años de espera
Culmina así un proceso que ha tardado una década en materializarse, desde que se anunciara por primera vez la intención de proteger El Ramo como bien cultural en 2015. En noviembre de 2014, el grupo municipal de Sí Se Puede en Valle Gran Rey ya había solicitado en una moción que se promoviera la declaración.
Un año después, en noviembre de 2015, el Cabildo de La Gomera anunció en pleno su intención de iniciar los trámites para declarar BIC no solo El Ramo, sino también el Baile del Tambor y el Romancero. Aquel acuerdo plenario nunca se materializó. Ahora, la Isla Colombina ha comenzado, por fin, un expediente esperado durante muchos años.
El Ramo es una ofrenda religiosa y popular, “votiva, tradicional y de carácter público, basada en creencias y portadora de significados compartidos”. Se trata de una manifestación de religiosidad comunitaria que combina un soporte material —el ramo en sí— con una fuerte carga simbólica.
Una tradición viva
Su elaboración parte de un tronco de caña dulce al que se une una estructura de mimbre rellena de helechos. Sobre esa base se atan sogas de las que cuelgan frutas de temporada —plátanos, aguacates, higos, manzanas, mangos, uvas o peras— junto a dulces, flores y algún queso o producto local. El conjunto se remata con hortensias, conocidas en la isla como “flores de mundo”, y se corona con una piña tropical, “la fruta más preciada para coronar El Ramo”, cuyo uso puede vincularse con “la importancia de la emigración” y la llegada de cultivos americanos.
Existen varias variantes de la ofrenda. En Arure, Taguluche y Valle Gran Rey, el ramo se monta sobre andas para ser transportado por cuatro personas; en Chejelipes y Puntallana suele ser más pequeño y lo lleva una sola persona; y en Agulo adopta la forma de arco, como refleja el cuadro “Romería de San Juan”, pintado en 1924 por José Aguiar.
Elaboración vecinal y transmisión generacional
En todos los casos, la confección es un proceso colectivo que involucra a los vecinos del lugar. “El Ramo es elaborado por los vecinos en un proceso lento y cuidadoso. Próximo a su finalización se ofrece un brindis en un ambiente alegre y festivo”, se lee en la resolución del Cabildo gomero.
Tras su preparación, la ofrenda se traslada en procesión hasta la ermita o iglesia correspondiente, acompañada por el Baile del Tambor o por música de cuerda, según la tradición local. Una vez en el templo, se ofrece a la advocación religiosa celebrada, participa en la misa y en la procesión, y finalmente se reparte entre los asistentes o se entrega a los vecinos que se encargarán de elaborarla el año siguiente.
Patrimonio vivo de una comunidad insular
El texto subraya que El Ramo “es un símbolo ritual de la fiesta gomera, una expresión formal de religiosidad popular” que “se sostiene en la creencia de la intervención providencial de una persona divina o santa en el curso de la vida de los individuos y de las comunidades”.
Su antigüedad no puede determinarse con precisión, aunque se recuerda que ya en 1707 se documentan ofrendas de frutas y flores en la iglesia de la Asunción de San Sebastián, “decorada de racimos de plátano y una alfombra de flores”.
Un ciclo de fe, trabajo colectivo y celebración
El expediente concluye que el ritual posee “valores históricos, estéticos y etnográficos” y que “ha sido interiorizado por la comunidad gomera a través de su vivencia y experiencia directa, consolidándose y conformándose como tal en el transcurso de sucesivas generaciones”. Por su carácter inmaterial, su pervivencia ha dependido de la transmisión oral y de la autorregulación de las comunidades rurales, que han sabido mantener el rito pese a los cambios económicos y sociales de las últimas décadas.
La resolución enumera además los elementos esenciales cuya alteración supondría un menoscabo del valor del bien: la elaboración vecinal, el uso de materiales tradicionales, la selección de frutas de temporada donadas por los vecinos, la participación colectiva en la procesión, el reparto final del ramo y la gestión económica mediante comisiones de fiestas o mayordomías. Todo ello conforma un ciclo ritual que combina devoción, trabajo comunitario y celebración popular.
