El apagón total registrado este martes en La Palma, que dejó sin electricidad a toda la isla durante más de tres horas, ha reabierto el debate sobre la vulnerabilidad de los sistemas eléctricos insulares. Aunque no es el primer cero energético que sufre la isla, sí es el más relevante de los últimos siete años, tanto por su alcance como por el contexto de reiterados fallos recientes.
Para Roberto Gómez-Calvet, profesor de la Universidad Europea de Valencia y experto en suministro eléctrico, este tipo de incidentes son “la consecuencia esperada” de seguir operando con infraestructuras obsoletas y sin respaldo suficiente.
Red sin respaldo
El apagón generalizado, que afectó a más de 50.000 suministros, se originó tras el disparo de una turbina en la central de Los Guinchos, una instalación con más de 50 años de antigüedad. “Una avería puede ser normal en cualquier central, pero en sistemas tan justos de capacidad como los insulares, sin backup suficiente, el fallo se convierte en crítico”, explica Gómez-Calvet.
Canarias opera con redes eléctricas insulares no interconectadas, salvo en el caso de Lanzarote y Fuerteventura, lo que impide que unas islas presten apoyo a otras y agrava su vulnerabilidad estructural.
Riesgo centralizado
La generación eléctrica en La Palma está altamente concentrada en una única instalación. “Cuando el riesgo está tan centralizado y no hay una red mallada ni generadores de apoyo distribuidos, el sistema entero colapsa si cae una sola pieza”, advierte el experto.
Mientras en la península las redes están interconectadas, con líneas redundantes que permiten redirigir la electricidad desde otras zonas, en las islas cualquier fallo puede desencadenar un apagón total.
Tiempo de reposición
El restablecimiento del servicio eléctrico en La Palma se produjo en unas tres horas, un plazo relativamente corto para un apagón completo. Según Gómez-Calvet, esto se debe a que las islas cuentan con sistemas de generación térmica flexibles, capaces de modular potencia rápidamente: “A diferencia de grandes centrales nucleares o térmicas continentales, aquí se utilizan motores y turbinas que permiten un arranque más ágil”.
Medidas estructurales
Entre las soluciones técnicas, el profesor recomienda replicar sistemas críticos: aumentar la capacidad instalada, distribuir la generación y reducir la dependencia de un solo nodo. Aun así, reconoce que en sistemas pequeños “no se puede duplicar todo”, pero sí identificar los puntos débiles y jerarquizar las actuaciones más urgentes.
También considera clave evitar que una avería derive en un cero energético. “El sistema debe ser capaz de realizar desconexiones controladas, aislar zonas afectadas y reponer la red sin necesidad de empezar desde cero”, señala.
Redes malladas
Uno de los factores que hace más resiliente una red continental es precisamente su estructura mallada. “Cada nueva línea se conecta a varios nodos, lo que permite que la energía fluya desde múltiples orígenes sin depender de un único trayecto”, explica Gómez-Calvet.
Esto es justo lo que falta en Canarias, y lo que se lograría si se avanzara hacia interconexiones entre islas. “Si una isla tiene problemas, otra podría suministrarle parte de la demanda o al menos ayudar a que la desconexión sea escalonada y no total”.
¿Y las renovables?
El experto subraya que Canarias debe apostar por las renovables, no solo por razones climáticas, sino también económicas. “El gas es caro, difícil de almacenar y transportar; no hay otra dirección posible que la solar o la eólica”, afirma. Sin embargo, advierte de sus limitaciones: “La producción no es constante y el almacenamiento aún es caro y complejo”.
Cita como ejemplo positivo central hidroeólica Gorona del Viento, en El Hierro, que aprovecha el excedente eólico para elevar agua y almacenarla como energía potencial, permitiendo su uso posterior. Este tipo de tecnologías —asegura— son esenciales para acoplar producción y demanda y mantener la estabilidad del sistema.
“Integrar un 20 % de renovables ya no es un reto; el desafío es llegar al 70 u 80 % sin comprometer la seguridad eléctrica”, concluye.
Planificar con cabeza
Para evitar que se repitan episodios como el de La Palma, Gómez-Calvet insiste en la necesidad de planificar antes de que ocurran los fallos. “Hay que hacer un análisis de probabilidades y consecuencias, ver qué ocurre si falla cada elemento crítico y actuar en consecuencia. No podemos improvisar cada vez que hay un incidente”.
El mantenimiento preventivo, añade, también juega un papel crucial: “Detectar los puntos débiles antes de que fallen reduce enormemente el riesgo de un apagón general”.
Las islas, concluye, necesitan evolucionar hacia un modelo energético más seguro, más flexible y más preparado para integrar energías limpias sin poner en riesgo la continuidad del suministro.
