Javier de Puelles

Opinión

Envidia cochina, postureo y totufismo en Canarias

Arquitecto

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Dentro del amplio léxico de nuestra lengua, existen diversos términos coloquiales que definen buena parte de nuestra idiosincrasia. Estas palabras certeramente extraen la esencia de un concepto o costumbre muy propios del universo canario.

Hay varios tipos de envidia, pero la envidia cochina (envidiae cochinae) quizás sea de los fenómenos sociales más extendidos. Siendo uno de los pecados capitales, es la envidia aquello que se anhela en posesión de persona ajena si y sólo si, el poseedor de dicha cosa, haciendo un subjetivo alarde y durante su disfrute, nos corroe las tripas como cosa mala. Es esa sensibilidad en identificar negativamente cualquier éxito ajeno, una fina separación entre admiración y odio. Pero es en su variante cochina cuando verdaderamente afecta a nuestra conducta, ya que se dirige la atención y todo tipo de maldiciones e infortunios hacia otra persona por ser o poseer algo deseado, incidiendo negativamente en nuestras relaciones y percepción de la realidad.

La envidia cochina se identifica por ser relatada a personas cercanas y de confianza con un tono de ña ña ña ña ña y con voz de niño pequeño en toda actividad rutinaria del ser envidiado / envidiada. Seguramente le seguirán mofas variopintas, diversas burlas acerca del tamaño/ operación de sus pechos, el de sus barrigas,  demás defectos subjetivos de constitucion y/o intelectuales. Y es que tanto la envidia cochina como las réplicas son igualmente denigrantes (sinceramente, hay quienes aún les haría falta llevar mascarilla para evitar propagar tanto esputo cognitivo.)

Con el auge de las redes sociales, y en un entorno tan comedido como son las islas, se perciben rejos de envidia cochina por doquier. Y lo entiendo la verdad. A esas personas no les debe ayudar nada de nada ver en un post de instagram el mismo vehículo de lujo del vecino/ vecina. Es un ciclo sinfín. Y lo curioso es que, en mayor o menor medida, nadie escapa de su alcance. Es aquí cuando irrumpe por la puerta principal, como en películas del oeste, el próximo espécimen a analizar: el postureo.

La envidia cochina y el postureo (postureus maximae) están íntimamente interconectados. Desconozco el origen del término. Debe venir relacionado con «la postura» que cada cual, con mejor o peor arte, es capaz de sujetar el móvil para sacarse un «selfie» mientras le da un bocado a esa porción de tarta vegana, a la vez que intenta encuadrar el nombre del local de moda, omitiendo esa parte de su anatomía que ni el Photoshop quiere corregir.

El postureo es un fenómeno social tan sumamente arraigado que quienes no difundan sus logros o quehaceres diarios, se difuminan en la multitud siendo marginados del «mainstream» o tendencias del grupo social al que pertenezcan. Serán vistos como ovejas negras, bichos raros, analógicos, ermitaños, anticuados, obsoletos, aburridos y solitarios. (Me pregunto cómo hubieran sobrevivido las/los posturitas hace 30 años.)

Esa subida al Teide cuando nieva, ese charquito secreto en verano, ese nuevo restaurante de moda o que casi nunca hay mesa, esas vacaciones improvisadas a Santorini en jornadas de trabajo, «stories» estrenando coche/moto/barco nuevo...son algunos ejemplos de postureo máximo, el principal catalizador de la envidia cochina en nuestro tiempo.

Por otra parte, también veo un uso potencial y acertado. No deja de ser un medio de publicidad personal que puede potenciar carreras, pero no olvidemos que de la misma manera, esa hamburguesa que parece tan tierna en la tele, es puro plastico y cosmético artificial.

El totufismo (término que el corrector del móvil no le ayudará a deletrear), hace referencia a aquellas respuestas discriminatorias individuales o en manada dirigidas al nivel cultural SUPERIOR de cualquiera de sus integrantes.

El vocablo totufo (totufo intrinsecus) o simplón, se refiere a aquellas personas que ignoran lo más básico. Ignoran, por ejemplo, la propia ignorancia y, aún así, por cabezonería, intentan definirla. Por el contrario, y siendo imparcial, suelen ser seres más felices que la media. (Quizás en eso sí nos den una gran lección.)

Dicho de otra manera. Para pasar desapercibidos, para no ser lapidados en burlas «Akaso tnems ke escrivir to2 asin?»  Parece ser que en nuestra sociedad, conocer el nombre de las constelaciones y su lugar en el firmamento, nombres científicos de plantas medicinales, hacer un uso correcto del lenguaje y la escritura o tener modales y protocolo en la mesa, es motivo de ataque más que de recompensa o elogio. Y es una lástima.

Si queremos avanzar como sociedad, recuerde:

Ridiculizar a aquellos por saber más, perseguir de manera insana o envidiar lo ajeno pudiendo ser uno mismo es precisamente lo que genera el hermetismo de ideas, limita el potencial intelectual e impide la innovación y el desarrollo social y personal. Antes de caer en la envidia cochina, recapacite en la suerte de la cual disfruta. Quizás haya alguien deseando suplantarle.

Y por favor: ¡No sea totufo!.

«En la amistad y en el amor se es más feliz con la ignorancia que con el saber.» -William Shakespeare

«Los cántaros, cuanto más vacíos, más ruido hacen» -Alfonso X el Sabio

«Atiende al totufo, quizás aprendas algo nuevo» -Anónimo Canario