Desde el 27 de junio mi cuerpo y mi mente viven en permanente estado de alerta e incertidumbre. Así es este proceso, el proceso...y supongo que será así para siempre, con sus picos de ansiedad y sus oasis de paz.
Primero, la señal de alerta. Después, las dudas. Y, por último, la confirmación que resulta ser el inicio, en lugar del final que tú esperabas.
Comienza el viaje. Abróchense los cinturones. porque vienen curvas. A partir de este momento, tu cabeza se convierte en tu mejor aliada o tu peor enemiga. Depende del día o de la hora, o del minuto en el que estés. Lo que antes nunca habías pensado que te podría suceder a ti, ahora se vuelve factible, todas las cartas están sobre la mesa. No sabes cuáles van a ser las tuyas. En realidad, nadie lo sabe, pero vivimos como si nunca nos fuesen a tocar malas. Lo peor que tiene cuando te dicen que tienes una enfermedad, como el cáncer de mama, es que te haces consciente de ello. Sí, me pueden tocar malas o muy malas.
En la primera mano vas añadiendo palabras a tu vocabulario que no sabías que existían —a no ser que te dediques a la sanidad—: inmunohistoquímica, proteína Ki-67, HER2, gammagrafía ósea, tumorectomía, arpón, ganglio centinela...te vuelves experta. Internet, ChatGPT y las redes sociales te ayudan a lograr el master que necesitas en ese momento, o no. O la cabeza te explota. Los médicos son parcos en palabras, saben que no se pueden adelantar acontecimientos.
Te sientes sola, muy sola. Porque ante el miedo a la muerte (aunque te repitan que no te vas a morir de esto y las estadísticas acompañen) uno se queda en solitario. Independientemente del amor que puedas sentir por los que te rodean y todos ellos se esfuercen en arroparte. Es algo que se vive en soledad, es algo muy profundo, una oscuridad infinita. Se hace presente. La vida te pasa por delante.
Siempre hay un 'pero'
En la segunda mano toca acción. Vamos con todo. Cirugía, adelante. Conservamos el pecho y los ganglios están limpios: victoria. Pero...parece que siempre hay algún pero, ha podido quedar algo dentro. Más pruebas, más pinchazos, otra cirugía. Un déjà vu. Respiramos unas semanas. Avanzamos. Radioterapia, braquiterapia (¿eso qué es?) y tratamiento hormonal 5 años (perdón, ¿cuántos años?). Ah, por cierto, tendrás la menopausia de golpe, te puede sentar mal.
Mientras tanto cambio la alimentación, deporte, fisioterapeuta (mi brazo no tiene toda la movilidad), psicóloga, trabajo, disfruto con la familia, veo amigos, sonrío, me río, lloro y estoy agotada. Muy agotada.
Hoy es 19 de octubre, Día Mundial del Cáncer de Mama, y mi proceso continúa. Y digo el mío porque he descubierto que cada uno es distinto. Según las cartas que te salgan. Lo que sí es común es el miedo, no tengo duda. Lo vi en los ojos de tantas mujeres que estaban en la consulta del Dr. Vega, esperando su primera consulta, esperando resultados, esperando sus revisiones anuales. Lo vi en el rostro de las mujeres sentadas en la sala de espera del equipo de Oncología.
Por eso, desde el día en que supe que tenía cáncer de mama, me ha reconfortado hablar con ellas y agradezco a todas las que me han acompañado sin casi conocerme. Compartir el miedo también cura.
Andalucía
Por eso me he sentido alterada, dolida y hermanada con la situación de las mujeres en Andalucía que hoy se manifiestan bajo el lema Nuestra vida no puede esperar tras una negligente gestión del del programa de cribado de cáncer de mama.
Por eso me da rabia que no nos enseñen a autoexplorarnos desde jóvenes y que nos digan y expliquen que debemos hacerlo, que es importante para nuestra vida.
Por eso me molesta la bronca política y que no se alcancen acuerdos para aplicar las recomendaciones que hizo la Unión Europea en 2022 para ampliar los cribados al rango de edad inferior hasta los 45 años y el superior hasta los 74, que se utilicen tecnologías avanzadas digitales y se considere la resonancia magnética en mujeres con mamas densas. La vida nos va en ello.
En 2025 se diagnosticarán más de 37.500 nuevos casos de cáncer de mama en España (soy una de ellas, muchas de las que he visto en consulta también). En 2024 murieron 6.604 mujeres. 18 cada día. Con nombre y apellidos, con familia, con historias.
En su memoria, tenemos que seguir avanzando y levantando la voz. Ni el camino es de color rosa, ni está todo hecho. Ni mucho menos. La ciencia, la investigación, la gestión eficiente y el apoyo social pueden ayudarnos a que nuestras cartas sean mejores. Sin duda, el juego de la (mi) vida ya no será el mismo.
