Domingo J. Jorge

Opinión

La Educación "educa y educa desde los educadores", con autoridad positiva

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La Educación educa y educa desde los educadores. Una obviedad, esta frase reiterativa con la que me apetece abrir esta reflexión de hoy a través de EduKando. Aunque, espero equivocarme, eso que parece tan cristalino, el arte de educar, hoy muchas veces, quizás, para algunos no haya de hacerse desde las emociones, sino se recurre al trato vejatorio del alumno y al maltrato psicológico. Jordi Sierra i Fabra, el célebre escritor, recuerda sus vivencias de una mala escuela en este vídeo y llega a asegurar:"Mi escuela fue mi gran trauma".

"Lo más importante... es vuestra vida, son vuestros sueños,... haced lo que os gusta", Jordi Sierra i Fabra



"Mi escuela fue mi gran trauma", Jordi Sierra i Fabra

Nada más lejos de lo que se espera de los profesores, se halla esa incoherencia a la que en algunos casos llevamos a nuestros encomendados, los alumnos: "Mi escuela fue mi gran trauma". El principio 7 de la Declaración de los Derechos del Niño dice: "El niño tiene derecho a recibir educación, que será gratuita y obligatoria, al menos en la etapas elementales".

Si queremos que los alumnos adquieran deberes debemos ofrecerles derechos. Y todos nosotros -padres, maestros y profesores- tenemos la responsabilidad de que este Derecho fundamental se cumpla. Queremos formar seres humanos autónomos y con valores, para que además sean conscientes, desde la infancia, de los deberes que nos aseguran una convivencia cívica, es decir, crecer con derechos y deberes. Todo esto es muy cierto, pero deja de serlo si lo hacemos con una educación vacía de emociones y repleta de abusos o también falsa autoridad. 

Los profesores hemos adquirido la condición de “autoridad pública”, dentro del marco de la Ley de Autoridad del Profesor, que pretende devolver la autoridad perdida a los docentes. Ley 2/2010, de 15 de junio, de Autoridad del Profesor nos asegura esto, nuestra autoridad pública, pero la perdemos, cuando transgredimos autoridad y navegamos en las tormentas de la agresividad, si no física, verbal. Que sigue ocurriendo, claro que sucede. Probablemente, porque muchos profesores o maestros no encuentran otra herramienta, que la agresividad, ante una sociedad en la que durante más de cuatro décadas el docente se ha convertido en un cuidador de niños, un vigilante del aula -con todo el cariño y admiración a esas profesiones- y no en un formador de personas.

La mejor fórmula farmacéutica, contra las depresiones del profesorado o su caída en la agresividad continua, la tenemos en educar desde el "Corazón", o con las emociones, como le he escuchado muchas veces decir a Antonio Rodríguez, profesor de la ULL, o a José María Toro, especialista en Educación Emocional. Para muestra un botón, sigan este vídeo.



"Un maestro debe de tener fuerza, pero esa fuerza del maestro debe estar compensada con la ternura"

Esa es la verdadera autoridad del profesor del maestro, del enamorado de la Educación, el corazón. La Educación Emocional no quita ni resta autoridad al profesorado. Creo que todo lo contrario nos da lo que la Ley de 2010 no contemplaba, que yo sepa, y es que trabajar desde el entendimiento de que los alumnos, sobre todo, son personas, nos facilita comprender que cuentan con el mismo corazón que nosotros mismos. A nosotros nos marcaría profesionalmente que el director nos dejara en ridículo delante del resto del Claustro, a buen seguro, pues eso mismo le pasa a cualquiera de nuestros alumnos ante una situación parecida; por ejemplo, dentro del aula con la presencia del conjunto de sus compañeros. La solución, de verdad, la tenemos en el corazón, para nosotros mismos profesores -viviríamos mejor, con más salud emocional y mental-, y para nuestros alumnos, nuestros protagonistas especiales.

A lo mejor, ha llegado el momento de reciclarnos en eso de la autoridad positiva y hacerlo desde el corazón. Que nunca la escuela sea la verdadera frustración de ningún alumno, que quede una marca de verdadero aprendizaje significativo, y que lo signado sea desde el corazón, que deja huella para toda la vida, la vida de ese alumno, una persona. Quizás esto sea unos de esos sueños que algunos de nosotros, profesores, -sueños vividos desde la infancia- deseamos ver cumplidos, a pesar de todas las inclemencias diarias que puedan surgir.

Vale la pena seguir EduKando, os lo aseguro.