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Opinión

Los Chorros de Arguayo

Lámina 34, lápiz sobre papel | Arguayo es un pequeño núcleo de población cuya economía depende de la agricultura, localizado en la parte alta de Tamaimo, a 900 metros de altura

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Arguayo es un pequeño núcleo de población cuya economía depende de la agricultura, localizado en la parte alta de Tamaimo, a 900 metros de altura, en el término municipal de Santiago del Teide y situado al pie del Roque de su mismo nombre, muy vistoso y visitado por senderistas entre enero y febrero, época de floración de los almendros. 

En el pasado, fue lugar de gran cantidad de alfares que abastecieron muchas partes de la isla, motivo por el que actualmente cuenta con el Centro Alfarero y museo etnográfico Cha Domitila, heredero directo de la tradición alfarera guanche, en el que podemos conocer cómo se trabajó tradicionalmente el barro, y que posee una extensa colección ya no solo de piezas de barro, sino de aperos y utensilios tradicionales, que lo convierten en uno de los centros alfareros más importantes de Canarias, recientemente restaurado. 

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Su desarrollo no llegó hasta principios del siglo pasado debido a un hecho curioso, la erupción del Chinyero, que comenzó el 18 de noviembre de 1909 y duró hasta el día 27. 

Mientras los vecinos estaban alarmados por desconocer dicho proceso y sus características, para el resto de los habitantes de la isla, la erupción se convirtió en un espectáculo e incluso se organizaron viajes de fin de semana en barco que partían de Santa Cruz y daban la vuelta a la isla para poder verla desde el mar. 

Los ríos de lava se dirigieron hacia el valle de Santiago, amenazando al barrio de Las Manchas, al propio Santiago del Teide y particularmente al Marqués de San Andrés, quien poseía la mejor finca del Valle y que propuso desviar la colada ante la negativa de los vecinos de San José de Los Llanos y El Tanque. 

En un desesperado intento por parte de los fieles, se llevó la imagen de Santa Ana en procesión desde Tamaimo hasta Las Manchas, y una vez allí, el rico hacendado de Tamaimo, Don Manuel Quintero Delgado prometió que si la lava del Volcán se detenía, construiría una ermita en Arguayo. Una vez que se detuvo la corriente de lava y, por consiguiente, quedaron salvados los pueblos del Valle de Santiago, dicha promesa se hizo realidad. 

Fue su hija, Doña Candelaria, quien en 1912 se encargó de recabar los fondos para erigirla, procedentes de donativos privados de particulares acomodados de otras partes de la isla o vinculados de alguna manera a Arguayo, mientras que fueron los vecinos quienes aportaron tanto su trabajo para edificarla como las imágenes y objetos de culto. 

Finalmente, la iglesia fue bendecida en 1915 y hubo que esperar hasta 1930 para que ocurriese otro hecho significativo, que fue la llegada de la carretera hasta Santiago del Teide y por ello la posibilidad de transportar maquinaria necesaria para la canalización y suministro de agua. 

Hasta entonces la población se abastecía de fuentes o nacientes de los alrededores, especialmente al pie de El Roque, a las que había que acercarse por veredas y senderos para recoger el agua y ser llevada a las casas, así en la década de 1950 se construyeron las primeras galerías, lo que fue un gran paso para mejorar las condiciones de vida de la población, y más tarde un depósito que recogía el agua de dichas galerías. 

Aquel lugar se convirtió en punto de reunión y centro de vida del barrio hasta la inevitable llegada de la canalización y el abasto público a las viviendas. 

Los denominados Chorros de Arguayo eran comunitarios y la principal galería de la que se abastecieron fue la llamada Galería de San Fernando, situada a unos 6 kilómetros en Valle Arriba. El agua llegaba por medio de unos canales construidos a tal fin. 

Los vecinos recogían el agua del depósito, aunque a este cometido se dedicaban principalmente las mujeres, quienes mediante bernegales y ya en tiempo más tardío con cubos o baldes de cinc, la llevaban a las viviendas. 

Eran momentos para la relación social, algo muy importante en cualquier comunidad, para conversar animadamente con los vecinos, resolver problemas, contarse las últimas historias, y para los hombres, una oportunidad de poder ver a las mujeres, hablar con ellas, y quien sabe si llegado el caso, comenzar a enamorar... 


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