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Héctor Morán. / AH

No votar tiene consecuencias

Desde el absoluto respeto a esa libertad que recoge nuestro ordenamiento jurídico, Drago Canarias viene señalando los riesgos que tiene transigir o dar por buena una tasa de abstención

En algunos países es obligatorio votar y quienes no lo hacen engrosan un registro de infractores que dificulta trámites administrativos o los expone a multas de distinta cuantía. No es el caso en Canarias, porque ninguna ley obliga a participar en las elecciones. Pero, democracias o no, es un hecho que el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral registra en sus estudios más de 27 países que contemplan este derecho cívico como algo preceptivo; de los que al menos 19 seguramente la mayoría señalaría como democracias plenamente consolidadas.

Desde el absoluto respeto a esa libertad que recoge nuestro ordenamiento jurídico, Drago Canarias viene señalando los riesgos que tiene transigir o dar por buena una tasa de abstención situada en torno a la mitad de los electores. Si a ello añadimos las “peculiaridades” de una ley electoral canaria que condiciona extraordinariamente alcanzar representación en las instituciones tenemos pintado el cuadro que refleja el apoyo ciudadano que necesitan los de siempre para alcanzar amplias cotas de poder.

Riesgos democráticos y baja participación

De persistir en estas disfunciones y no tratar de incentivar la participación de esa bolsa abstencionista, la credibilidad de la política y los riesgos democráticos son grandes y seguirán a más. El primero y más importante ya lo estamos viendo, dejar el campo demasiado abierto para que algunos cargos públicos con escasa representación ciudadana decidan sobre asuntos importantes que nos afectan a todos.

Una participación electoral demasiado baja, además de cuestionar la calidad de representación, podría justificar que la vieja y tradicional política no haya evolucionado en paralelo a las necesidades de la sociedad y, específicamente, que se permitan frenar el compromiso y las expectativas renovadoras de la juventud y de quienes creen en ella sin grandes costes electorales. En otras palabras, cambien de pelaje o no se sienten cómodos con el actual estatus quo.

Efectos de la abstención y políticas inalteradas

Sin embargo, la gente contempla con resignación cómo se revalidan gobiernos en ayuntamientos, cabildos o en el propio Gobierno de Canarias, amparándose en esa alta abstención o en barreras electorales difíciles de justificar.

Mientras tanto, pasan de puntillas sobre sus incumplimientos electorales, sobre el futuro incierto de muchos sectores sociales, sobre la degradación imparable del territorio, la desaparición del acervo y la identidad, el agobio social que provoca el peso poblacional en la vivienda, el deterioro de los servicios públicos, la precariedad del empleo y los salarios, el aumento de la dependencia alimentaria y la subida de la cesta de la compra, los problemas de movilidad, la calidad medioambiental, la injusticia fiscal, la imparable turistificación —“por donde pasa el turismo, desaparece el vecindario” advertía El Roto en su viñeta de El País—. En definitiva, engordando la desconfianza de la gente de nuestra tierra en el sistema y alentando la desconexión.

En mi opinión, tampoco puede haber duda en ello. Si hacer que se oiga realmente la voz del pueblo en sus administraciones es la esencia de la democracia, abstenerse es permitir que otros gobiernen a sus anchas sobre las cosas de comer, sobre aquello que trasciende al barrio, al pueblo, a Canarias, o incluso desentenderse de las regulaciones que se ventilan allá en el corazón del Estado.

Importancia del voto individual

Podrá decirse que un solo voto no cambiaría nada, pero no sólo no es verdad, sino que ese es el yugo con el que nos llevan desde hace tiempo de cuatro en cuatro años. Hay muchos dichos populares que contradicen esa idea: cada grano de arena hace playa, cada gota de agua llena la presa, cada grano de trigo hace granero, cada céntimo hace pella... De igual manera, podríamos decir que cada voto, cada crítica, cada opinión individual o colectiva condiciona y empuja las políticas en una u otra dirección. La tozudez de los datos socioeconómicos o medioambientales señalan que Canarias necesita cambios estructurales y de calado.

La persistencia de índices que alertan sobre la deriva de exclusión social, la complejidad histórica de nuestro entorno más cercano, los umbrales de ciclo en los que estamos inmersos, las exigencia ciudadana de una mayor integridad de los representantes... Revertir todo eso requiere de una nueva gobernanza que contemple la participación electoral más amplia posible, especialmente de la juventud y de los colectivos más vulnerables, que son quienes primero necesitarían de buenos servicios públicos y del apoyo generoso de las instituciones. Paradójicamente, todos los estudios electorales indican que son estos los sectores y colectivos más abstencionistas.

Compromiso electoral y cambio de rumbo

De modo que, asumiendo que el futuro inmediato de esta tierra pertenece —y debe pertenecer— a la gente que vive en ella, tendremos que entender que sólo desde el compromiso electoral será posible la esperanza y el cambio de rumbo, las dos señales más claras que fortalecen la democracia y el orgullo de pertenencia de la ciudadanía.

Lo contrario será seguir sazonando el caldo que genera hartazgo de la política y de lo que pueda ocurrir en las instituciones. Drago Canarias entiende que implicar a la juventud en este tránsito de país y revertir los altos índices de abstención han de ser objetivos prioritarios de todas las organizaciones progresistas y no, o no sólo, alcanzar esas listas o plataformas unitarias que tanto se airean. Pensar únicamente en la ropa con la que uno se va a vestir, en el lugar que estará colocado en la foto, en el purismo ideológico, en posibles pactos poselectorales… sólo anima, como decía, a la desmovilización electoral.

Llamamiento a una nueva gestión pública

En efecto, también creemos que son tiempos difíciles que animan a llamar a la reflexión para que, entre todos, nos pongamos a la tarea de cambiar las tornas y que las aguas de la política rieguen todos los rincones de la sociedad y no sólo los intereses de unos pocos. Y eso se hace con propuestas y trabajo, no con búsquedas de pactos desesperados.

Entre tanto, esta organización seguirá convocando, desde la racionalidad y el posibilismo, a una manera diferente de gestionar los asuntos públicos, a la regeneración profunda de la clase política... Somos un partido nuevo, limpio, alejado del ruido y la corrupción de los partidos tradicionales, que urge a desterrar la resignación de que nada puede cambiar, con mucha gente joven que llega dispuesta a batirse el cobre con quienes temen por su pesebre, y con aquellos que pretendan seguir colonizando, sine die, unas instituciones que son de todos.

Drago Canarias hablará, llegado el momento, con quién sea y tanto como sea preciso, pero siempre desde la necesidad de ofrecer a esta sociedad políticas firmes y rigurosas, capaces de ilusionar, alejadas de extremismos, acogedoras, en posiciones claramente de progreso y soberanía, con la participación solidaria de todas las realidades territoriales de nuestro país... En esas claves está y seguirá estando esta organización.

Ese es nuestro compromiso.