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Nos vemos en la escalera, subimos juntas. / EFE

Nos vemos en la escalera, subimos juntas

Cuando me vine a vivir acá, debajo de Yayi, al lado del barranco, solo me dijo un par de cosas respecto a la casa o lo que necesitaba de la convivencia. Me gustó porque dialogar y poner límites me parece una buena manera de establecer una relación casera-inquilina que van a compartir edificio ellas solitas. En el primer café que me invitó me fascinó su manicura perfecta, de rojo, y ese vestido arrequintado estampado de leopardo —que la Yayi tiene ya sus años pero es toda una señora coqueta ella—. 

“Mi niña, abajo tú haz lo que quieras que no vas a molestar, lo único que te pido es que no hayan ni gritos ni portazos. Hace un par de años tuve ya a una parejita y no veas qué infierno, y a mi me trae malos recuerdos y no me gusta eso la verdad”. No hizo falta rascar más, yo entendí perfectamente, y de broma le dije que “en mi casa no entraba hombre que no se comportara” —no era broma, pero por aligerar el momento—. 

Desde ese primer día mucho más tiempo he compartido con la Yayi, con prisas y sin prisas, subiendo juntas a la azotea o alongadas a la escalera solo pa' vernos la jocica porque “mira cómo trabajas mi niña, eso sí es una mujer con fundamento” me dice si me tranca de entrada o de salida, y cuando tenemos oportunidad pues le damos un poco a tucútucú, nos contamos salseos de los novios, nuestros o de nuestras amigas, del trabajo, la salud y algún tupper que viene y va con cariño. Ahí, en el hueco de la escalera, hemos tenido nuestras baldosas para acompañarnos y sostenernos lo que se puede. 

Bloque a bloque

Ya de cuando en cuando, por capítulos, me fue contando de su vida, de cómo su familia humilde de La Gomera, como tantas otras, vino a buscar un futuro mejor a la zona metropolitana de Tenerife, cómo levantaron sus casas bloque a bloque con ayuda de los vecinos, cómo ella siempre derecha como una vela hizo lo que se le mandaba y por supuesto, en su prime, de cómo mandó a la mierda al miserable que tantos años le hizo daño y cómo educó a su hija para que no tuviera que pasar por lo mismo, y siempre, siempre, me repite "lo importante es que nosotras nos ganemos lo nuestro, pa’ no depender de ningún hombre como pasaba antes". Y cómo me acuerdo de mi abuela que me decía lo mismo y de cómo decía qué ha cambiado la vida de las mujeres aquí, para mejor, para mucho mejor, pero no para todas claro está. Y no fue hace tanto. 

Y en estos días que rodean al 8M pienso, porque hay cosas que no están para hacer marketing y ponernos la camiseta morada un día, sino para pensar a dónde vamos y trancar la vereda arriba sin miedo

Muchas pibitas canarias fuimos de las que nos politizamos con el 15M y la última ola del movimiento feminista, buscando y encontrando espacios de participación, de debate, de discusión y no sólo en esos espacios, sino que nos llevamos esos debates a la cena de Navidad y los findes al cuadri y dónde hiciera falta.

Ahora, seguimos estando, pero muchas nos sentimos como Ariel, la sirenita, pero no porque tuviéramos la oportunidad de escuchar en talleres en el instituto del constructo de la feminidad a través de los roles de las princesas Disney, que también, sino porque muchas nos sentimos arrebujadas en una sábana vieja, botadas al sol y secándose como jareas, después de que esta ola de libertad y emancipación estallara contra el risco, y los reaccionarios, machistas, fascistas hayan salido a ganar terreno. Y lo están ganando. ¿Qué hacemos? 

Con todas las mujeres

Hay pocas cosas que tenga tan claras, pero el avance del movimiento feminista será con todas las mujeres y con condición de clase o no llegamos a la vuelta de la esquina. Cuando la Yayi me contó cómo había salido de su relación de maltrato me aguanté bastante para no llorar delante de ella, porque me dijo que “ella no sabía que la tenían que tratar bien”, y esa afirmación desde la inseguridad más grande me atravesó. ¿Que no pensaba que la tuvieran que tratar bien, con respeto, con cariño, bien, en su propia casa? Que ella nunca había podido estudiar, que leía y escribía lo justito, que ella, que durante toda su vida solo conoció la casa y el trabajo, no conocía sus derechos, no los de la Constitución, sino los que se le deberían de respetar a todas las personas. 

Que ella no sabía que la tenían que tratar bien dice, que ella pensaba que por ser mujer, por no tener estatus social, por no tener perras y por no ser hombre simplemente, que no valía tanto, o que no valía nada, por eso tenían que mandarla, pegarla y controlarla. Fíjate tú. Y años y años después, con un acompañamiento y con un montón de comprensión, gente maravillosa le hizo ver lo que valía ella, y lo que merecía por ser persona. Y ella, una chica de barrio obrero canario claro que sabía, sabía cuidar, cocinar, limpiar, hacer cuentas, sembrar, coser, criar, sacar una casa pa’lante.

¿Y eso es saber pocas cosas? Por dios, Yayi, gracias a mujeres como tú, que han estado sosteniendo la vida y agachando el lomo es por lo que el mundo sigue girando, no me seas babieca Yayi, que si algo hay que celebrar el 8M es a ustedes, a las mujeres luchadoras como tú. Porque la lucha de las invisibles, de las que no se les reconoce, de las que se intenta ningunear es la importante. Pero muchas no lo saben, y a otras se lo ocultan. Y claro que el camino es más empinado cuanta más interseccionalidad de las opresiones se van arrejuntando, que las mujeres somos muy muy diversas, y claro que la condición de clase es fundamental para el análisis, y debería serlo también para la estrategia de emancipación y para no dejar a ninguna atrás. Eso sí lo tengo claro, y que ningún cucaracho tiene que hacer sentir a ninguna mujer de menos también, sea cual sea su condición, religión, orientación, color y más.

Ahora, en este ratito que el feminismo no ha sido instrumentalizado de manera partidista, que no te ha salido publicidad de alguna empresa que tratará a sus empleadas como el culo 364 días al año, que no hemos escuchado ningún las mujeres trans son mujeres pero, en este momentito, vamos a hacer una lista de cosas por hacer, se apunta: seguir resistiendo a las violencias, canalizar la rabia, hacer autocrítica desde el movimiento feminista, acuerparnos y seguir en brega que este mundo hay que dejarlo mejor, y aunque pa la igualdad queda un cacho, ni un paso atrás.

Y en vez de felicitar, hoy doy las gracias, gracias por el aguante y por sostener la vida a todas las mujeres de Canarias y del mundo, gracias a todas las mías, las que fueron y serán, palante siempre la lucha de las mujeres. Gracias Yayi, y gracias a todas las demás.