Al inicio del año pasado, concretamente el 21 febrero, este periódico informaba que algo se barruntaba dentro de Nueva Canarias (NC). El titular de aquella noticia evocaba a los idus de marzo —en los que un grupo de senadores romanos se llevó por delante a Julio César a cuchillazos— y advertía de una pulsión sottovoce que pedía una renovación de liderazgos y que se expandía deprisa por la organización. Horas después, un miembro de la ejecutiva del partido canarista nos acusaba con el dedo índice —desde su perfil en una red social— de cocinar fake news.
El pasado martes, once meses después de aquella publicación, ese mismo político se sentaba justo un par de metros detrás de Teodoro Sosa en el escenario del Teatro Consistorial de Gáldar donde el Bloque Nacionalista Rural (BNR) aprobaba por aclamación su desconexión de NC para comenzar la demolición del proyecto liderado desde hace 20 años por Román Rodríguez. La razón argumentada para justificar la ruptura giraba alrededor, casualidades de la vida, en la incapacidad de ejecutar un relevo generacional en la cúpula de Nueva Canarias.
La anécdota no pretende pasar facturas pendientes; sirve para recordar que en la política canaria todo es posible. Aquí, el marxismo de Groucho es ley para muchos. Ya se sabe: "estos son mis principios y si no le gustan tengo otros". A partir de este punto del texto no olvidemos esa genialidad —la de Groucho Marx—, porque servirá como suelo y límite para muchas de las decisiones de todos los colores que se tomen en las Islas de aquí hasta el cuarto domingo de mayo de 2027 —fecha en la que se celebrarán las próximas elecciones locales, insulares y autonómicas—.
Revolución
La decisión de Teodoro Sosa de encabezar la desconexión del BNR de Nueva Canarias ha revolucionado el panorama político del Archipiélago. Al dar ese paso al frente, el alcalde de Gáldar lo hace con la vocación de plantear una alternativa, dentro del nacionalismo y en Gran Canaria, de obediencia propia. En ese partido también se prevé la incorporación de agrupaciones locales de municipios como Guía, Agaete, Tejeda, Firgas, Agüimes o Valsequillo.
El objetivo es ser relevantes en la Isla pero, sobre todo, multiplicar el valor de los votos canarios en Madrid. Y eso, para que las Islas tengan más peso en el Congreso de los Diputados —algo que se consigue con tres o cuatro actas en un momento en que los grandes partidos nacionales (PSOE y PP) son incapaces de articular mayorías absolutas—, todo pasa, de una manera o de otra, por alcanzar acuerdos con Coalición Canaria (CC).
Casi 30.000 votos
El gran partido nacionalista canario, la casa común, recuperó la presidencia del Gobierno de Canarias de la mano de Fernando Clavijo en 2023, año en el que además fue la opción más votada en Fuerteventura, Tenerife, La Palma y El Hierro —de la mano de AHI—. Desde entonces también gobierna —en pacto con el Partido Popular (PP)— en Lanzarote. Y con La Gomera bajo dominio de Casimiro Curbelo, las cuentas son claras: el margen para crecer se localiza en Gran Canaria.
El movimiento marca un hito en el tablero político insular, donde el nacionalismo canario ha estado fragmentado durante los últimos 20 años —tras la escisión que derivó en la fundación de Nueva Canarias en 2005—. Así, Sosa se convierte en la figura clave de una corriente que en las últimas elecciones municipales recolectó algo más de 28.000 votos en esos siete municipios que donde las agrupaciones locales rompen con Nueva Canarias. Pero ojo, puede que no sean las únicas papeletas que se sumen al nuevo proyecto.
Encaje complicado
Si bien la desconexión con Nueva Canarias será respaldada por varias agrupaciones locales, la heterogeneidad de los perfiles que la integran complica la estabilidad de ese nuevo ente nacionalista. El detalle no es menor, sobre todo porque la ruptura con bloque canarista no es producto de una rabieta de una noche de verano. La operación se ha madurado con tiempo y desde una realidad irrebatible: el inmovilismo en los liderazgos de NC amenazaban con arrastrar hasta la insignificancia a todo el movimiento. Los resultados en las últimas elecciones generales y europeas así lo advertían.
En paralelo al cisma dentro de Nueva Canarias, otras dos figuras con mucho peso local en Gran Canaria han deslizado sin complejos su respaldo a cada uno de los pasos dados por el alcalde de Gáldar. Onalia Bueno, alcaldesa de Mogán, llegó a manifestar públicamente que "vamos a ayudar a Teodoro Sosa a ser el próximo presidente del Cabildo", mientras que Juan Antonio Peña, alcalde de Telde, no oculta que la ruptura entre el BNR y NC "es una buena oportunidad". Ahí van, entre una y otro, otros 15.411 votos.
Sensibilidades ideológicas
Es en ese punto del camino, sin embargo, donde surge la primera gran duda que rodea a esta operación para convertir de nuevo al nacionalismo canario en una fuerza hegemónica en las Islas: ¿Caben en un mismo espacio político figuras como Onalia Bueno, con un perfil conservador, y Juan Antonio Peña, con la sombra que proyectan las siglas de Ciuca, con otras más progresistas como Óscar Hernández, alcalde de Agüimes?
Este choque de sensibilidades ideológicas supone un reto importante, sobre todo en un contexto donde las urnas castigan los vaivenes ideológicos. El electorado canario ha demostrado en varias ocasiones que no perdona las incoherencias políticas ni las alianzas que percibe como oportunistas. Además, la posible entrada de otros alcaldes en el proyecto abre nuevas incógnitas. La cohesión interna será clave para evitar un desgaste prematuro y no repetir los errores que han marcado a otras formaciones que intentaron una confluencia sin una identidad política clara.
La capital
Otro de los factores que pueden condicionar el futuro del nuevo partido es la influencia de Coalición Canaria, que ve con atención el movimiento de Teodoro Sosa. Si bien CC y NC han mantenido una relación fluctuante a lo largo de los años, cualquier intento de consolidación de este nuevo espacio político podría ser interpretado como una oportunidad para los nacionalistas de reforzar su presencia en Gran Canaria, una isla donde históricamente han tenido menos implantación que en Tenerife.
Pero el mayor desafío del proyecto no estará en los municipios del interior ni en las plazas donde ya tienen representación, sino en Las Palmas de Gran Canaria. La capital, con su peso electoral determinante —unos 300.000 electores— en los comicios locales, insulares y autonómicas, ha sido tradicionalmente un territorio inalcanzable para el nacionalismo canario. Cualquier partido que aspire a ser relevante en el Archipiélago debe tener una estrategia clara para la ciudad, y ahí radica una de las principales incógnitas del nuevo movimiento liderado por Sosa, que no debería perder de vista la historia de la Antigua Roma.
Los relatos de aquellos días cuentan que Julio César murió traicionado a manos de un grupo de senadores en los idus de marzo, pero su muerte derivó en una serie de guerras civiles dentro de la República Romana que, al final, se concentraron en un solo pulso: el enfrentamiento entre Marco Antonio, mano derecha del propio Julio César, y Octavio, el señalado como heredero por el propio dictador antes de su asesinato. Aquella lucha se resolvió en la Batalla de Accio con el triunfo de Octavio, que regresó victorioso a Roma y se hizo llamar César Augusto para inaugurar el Imperio Romano. Su adversario, Marco Antonio, acabó suicidándose junto a su amante, Cleopatra.
