El comedor de La Milagrosa afronta una importante obra para seguir ayudando a los más desfavorecidos

Este viernes se celebra en la discoteca Mástil, en la avenida de Anaga, la tradicional fiesta benéfica Chicha Style, que cumple su décima edición y cuyos beneficios irán íntegramente al comedor regentado por las Hijas de la Caridad

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Fachada y economato del comedor social La Milagrosa./
Fachada y economato del comedor social La Milagrosa./

El comedor social La Milagrosa, en la céntrica calle de La Noria de Santa Cruz, vive un momento complicado por culpa de una obra necesaria para actualizar el inmueble que ha visto aumentado su presupuesto de manera sustancial.

Ello ha provocado que se haya tenido que cerrar temporalmente el servicio de comidas con capacidad para 100 personas (en dos turnos de 50) y de duchas para los usuarios del centro, derivándolos a otros en el municipio.

Una situación que unida a la inflación y el alza de los precios ha puesto en duda la continuidad de su labor, por lo que han solicitado colaboración ciudadana para poder seguir ofreciendo un servicio indispensable para la sociedad santacrucera más necesitada.

En esa línea, este viernes se celebra en la discoteca Mástil, en la avenida de Anaga, la tradicional fiesta benéfica Chicha Style, que cumple su décima edición y cuyos beneficios irán íntegramente al comedor regentado por las Hijas de la Caridad.

Las obras

Sor Amalia, miembro de esta Comunidad, asegura a Atlántico Hoy que las obras, que incluyen un reacondicionamiento casi total de muchos elementos indispensables como la fontanería, han subido su precio unos 34.000 euros, haciendo muy difícil afrontar ese incremento. “Estamos apuradas”, confiesa.

Una actuación que se pudo iniciar gracias a una subvención de algo más de 77.000 euros venidos del IRPF de 2022 para ejecutar en el 2023, otorgada por la Consejería de Bienestar Social, Igualdad, Juventud, Infancia y Familias del Gobierno de Canarias.

“Queremos mejorar la calidad de vida de las personas y eso pasa también por tener un lugar digno donde acogerles, además de asegurar la estructura de la casa que estaba muy deteriorada”, afirman desde la obra social.

Pero las obras no impiden que se siga trabajando por los vecinos de la capital, manteniendo la atención social y el economato, ambos con su horario normal.

El economato

El economato de La Milagrosa acoge mensualmente a unas 50 familias, aunque esta cifra depende de las subvenciones. A más dinero, mayor posibilidades de acoger más, pues hay muchas en lista de espera.

Las trabajadoras sociales del centro, tras hacer el estudio de situación, remiten a las familias al economato, donde pagan solo el 25% del coste del producto (siempre de primera necesidad), quedando subvencionado el 75% restante.

“La idea es que la gente compre lo que necesita, y siempre lo repartimos todo”, cuenta Elsa Mari Sanfiel, que colabora en el economato. “Se abre una vez a la semana, el miércoles, se cita a las familias cada 15 días para que vengan y compren hasta unos 30 euros (de los 120 que sería el coste total)”. También disponen de productos a coste cero gracias que provienen de donaciones.

Sanfiel considera que esta es la mejor fórmula porque así los usuarios no van a un centro a que les den “una bolsita”, sino que van a un supermercado donde pueden adquirir distintos productos y sentir el proceso de una manera diferente, más natural.

Las trabajadoras sociales también hacen pedagogía con las personas que van al economato,  porque a veces la gente ve el precio reducido y quieren llevarse una gran cantidad. “Hay que educar un poco porque la idea es que todas las familias tengan sus productos".

Atención social

Silvia Plasencia es trabajadora social en la Obra Social La Milagrosa, donde realiza múltiples labores para ayudar en las necesidades básicas de las personas que acuden al centro, “ya sea  acompañarlos en un trámite o buscar recursos para satisfacer de manera más eficiente sus necesidades, además de hacerles un seguimiento. La intención es que puedan ser autónomos sin necesidad de acudir a nosotros”.

Mientras que economato, las plazas de ducha o el comedor sí cuentan con un cupo, en el casi de la atención social no es así, y siempre que haya Cita Previa no se le niega la atención a nadie. "Aquí tenemos todo tipo de perfiles y las necesidades son de lo más diversas, depende de las circunstancias de cada uno, que pueden ir de lo más simple a lo más complejo”.

Por ello les ofrecen cursos, potenciando sus intereses, “y al final les hacemos un pequeño currículum, puede que no con experiencia, pero sí con formación, para que les sea lo más fácil posible encontrar un trabajo”.

Respuesta de administraciones

Desde el comedor agradecen la colaboración de las administraciones, siempre “al pie del cañón” para ayudar en lo que sea posible. “La obra social que realizamos es algo visible, que se refleja en la sociedad y que las administraciones tienen muy en cuenta, porque saben que la labor que se hace aquí es muy necesaria y por eso el comedor está muy reconocido”, asegura Plasencia, quien cree que cuando la gente decide ayudar es porque han visto u oído algo de la labor que hacemos aquí.

No solo las administraciones ayudan al desarrollo de este servicio público. Tan importante o más, según cuenta Sor Amalia, es la colaboración de muchos comercios, productores o personas que realizan pequeñas aportaciones. “Hay muchas personas que nos ayudan con alimentos, y gracias a eso a veces comemos fruta de las mejores. Hay mucha gente que contribuye con pequeñas acciones”.

Hijas de la Caridad

Cuenta Sor Amalia que antes eran ocho en la comunidad, pero que poco a poco se fueron jubilando y bajando paulatinamente esa cifra. La labor del economato obliga a tener a unas tres o cuatro hermanas colaborando, si bien se van turnando.

“Nosotras somos las Hijas de la Caridad de San Vicente Paul y estamos en La Orotava, donde somos 10 hermanas. Aquella es nuestra comunidad y este es nuestro centro de trabajo, por eso nos relevamos si la situación lo requiere. Ahora con las obras solo podemos estar dos aquí”.

Vocación y estigma

“La vocación es algo que está muy relacionado con la vida social y los valores familiares. La familia ya no es como antes y vivimos en una sociedad en la que todo es inmediato, hay poca reflexión, y ahí es donde empieza la falta de vocación”, reflexiona la religiosa.

“¿Cómo puedo ir a una comilona cuando veo a los pobres que no tienen nada que comer? Mucha gente no piensa lo que es estar aquí, cuando unos están cantando y bailando otros haciendo cola para entrar a pedir comida. Eso duele y es algo a lo que uno no se acostumbra”.

Silvia Plasencia asegura que como trabajadora social ha visto mucha gente con necesidades que aun así dice que le da vergüenza, y por ello prefiere pasar hambre que ir al economato por si le ve un amigo o el vecino. “No te saludan porque no quieran, sino porque no han sido capaces de decirle a su entorno la situación en la que están”. Incluso personas que le ocultan a sus parejas e hijos la situación en la que están, o aquellos que evitan saludar a miembros del comedor sin van con su grupo de amigos para no tener que explicarlo.

"A nosotras como Hijas de la Caridad solo nos toca seguir nuestro carisma, que es ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente y como nos diría nuestro fundador San Vicente de Paul, que solo por amor te perdonarán los pobres el pan que tú les das. Nuestras gracias de parte de la comunidad a todos los que están y seguirán  ayudando, tanto de voluntariado como de aportación mensual a esta Obra que no es más que Obra de Dios".