22 de julio, el horror que no debemos olvidar

La nueva película de Netflix rememora los atentados más sangrientos de Noruega en los últimos años con un mensaje claro.

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El 22 de julio de 2011 a las 15:26 el empresario Anders Behring Breivik explota un coche bomba en el distrito gubernamental de Oslo causando la muerte a 8 personas. Dos horas más tarde Breivik, vestido de policía, se dirige a la isla de Utoya, al noroeste de la capital, donde se congregaban 560 jóvenes en el campamento del Partido Laboralista Noruego y abre fuego. El tiroteo dura 45 eternos y angustiosos minutos hasta que la policía por fin logra entrar en la isla. Tras de sí deja 69 cuerpos sin vida, 77 en total. El segundo atentado más sangriento de esta década en Europa. 

El relato de esta trágica historia es la última incorporación de Netflix, que lleva por título 22 de julio. Sinceramente, lector, poco tengo que decir de esta película en sí. Diré que la fotografía de Pål Ulvik Rokseth es realmente acertada. Plagada de azul que se apoya en tonos blancos, negros, grises y marrones, lo normal en películas noruegas, lo obvio en películas de esta índole.

Diré también que Jonas Strand Gravli quien interpreta al superviviente Viljar Hanssen transmite un miedo que parece ser real. Como si justo en el momento en el que el piloto de la cámara se tornara rojo el joven Gravli se transformara en el joven que recibió los cinco disparos y nos dijera “este es el chico en el que me ha convertido y así seré el resto de mi vida”.

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Otra actuación realmente inquietante es la de Anders Danielsen Lie como el asesino Breivik. Danielsen regala una interpretación cruda, con miradas, gestos, sonrisas leves y una seriedad que traumatiza. 

Y por último diré que de la dirección de Paul Greengrass no hay mucho que decir. Ya tenía experiencia en películas sobre atentados y hechos catastróficos como Domingo sangriento, United 93 o Capitán Phillips. Y con 22 de julio lo intenta pero es realmente imposible acercarse siquiera al horror que la gente pudo ver en las noticias.
Aun así hay algo más. Cierta inquietud.

Comentó Greengrass que estrenar en Netflix permitía una audiencia joven. Y obviamente tenía razón. Dudo mucho que cualquier chaval hubiera ido a un cine y hubiera decidido, entre películas de parásitos extraterrestres o asesinas españolas, ver un filme noruego sobre un atentado. Pero en la plataforma el juego es otro y los jugadores, la mayoría millennials, consumen en masa.

Así que no pasa desapercibido el mensaje. El cambio del paradigma cultural de los que hemos nacido en plena globalización es obvio. Por eso Breivik hace la pregunta, ¿es democrático que Europa se convierta en una nación multicultural? La realizó en 2011 y escandalizó. En 2018 es bandera de partidos.

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En un momento del filme, cuando Hanssen se rehabilita se pregunta qué es lo que debe decir en el juicio.

-La verdad- le aconseja su madre.

-¿La verdad?- contesta- ¿Que lloro en sueños? ¿Que no puedo hablar con extraños? ¿Que me da miedo morir?