De "Aquines" y Pedro de Ponte: corsarios y señores

A mediados del siglo XVI, se fraguó una curiosa relación entre uno de los corsarios británicos más célebres de su tiempo y uno de los señores más poderosos de la isla de Tenerife.

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Octubre de 1562. 

La Casa Fuerte de Adeje recibe a un invitado muy especial. Entre todos los mercaderes y navegantes ingleses que tienen negocios en Tenerife, ninguno es tan conocido como "Aquines". Amigo y socio de dos de los más poderosos propietarios de Tenerife, Pedro de Soler y Pedro de Ponte, las visitas de John Hawkins (su verdadero nombre) a la isla han sido frecuentes desde hace años, en busca, sobre todo, de dos productos muy preciados en Europa: el azúcar, y el rico vino malvasía que se cultiva en estos lares. Esta vez, sin embargo, las relaciones entre Inglaterra y España están al rojo vivo: los ataques de los corsarios ingleses suponen una auténtica pesadilla en las Antillas para los galeones españoles, y la tolerancia de las autoridades está llegando a su final. El comercio con las islas se complica para John. Por eso, Pedro de Ponte ha mantenido la noticia de la llegada de "Aquines" a su casa en completo secreto. 


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Esta vez, el objetivo del viaje es distinto. Tenerife será solo una escala en la travesía, y no un destino. En sus anteriores estancias en la hacienda de Adeje, Hawkins ha tenido ocasión de comprobar la razón de la rentabilidad del ingenio de azúcar de Ponte: funciona con mano de obra esclava. Un millar de negros, arrancados de las tierras de Guinea por los dueños de aquella parte del mundo, los portugueses, trabajan de sol a sol y sin salario para sostener y aumentar las riquezas de Pedro. Algunas de las grandes fortunas canarias funcionan con el mismo tipo de combustible: los señores compran la carne humana a los traficantes, ya sea en sus recorridos itinerantes por Canarias o directamente en Cabo Verde, auténtico mercado de mano de obra esclava.

Las colonias españolas en América están ávidas, también, de esclavos. No hay un Bartolomé de las Casas que defienda que los negros de África son seres humanos, con derecho a la libertad. Y aún pasarán siglos hasta que alguien lo haga. Los portugueses y franceses llevan ya años capturando esclavos en Guinea y trasladándolos a las haciendas españolas de América, pero los ingleses les van a hacer la competencia y les van a adelantar por la derecha. Y "Aquines" va a abrir el camino. Cuando termine de avituallar sus barcos en Adeje, partirá hacia África Occidental. Allí, cambiará productos ingleses por personas que, arrancadas de sus aldeas, seŕan trasladadas en condiciones infrahumanas hasta el Nuevo Mundo. Muchas morirán en la travesía. A las que superen el viaje no les queda algo mucho mejor: están condenadas a una vida de trabajo extenuante en las plantaciones.

John Hawkins contempla, a través de la ventana de la Casa Fuerte, las plantaciones y el Océano Atlántico, escenario de sus peripecias pasadas, presentes y futuras. El sol comienza a caer tras la isla de La Gomera. Mira a su anfitrión, sobre quien recae la luz mortecina de la tarde, y le sonríe con sincero agradecimiento. Aún tiene amigos en Tenerife, dispuestos a ayudarle en su empresa. Eleva la copa de vino, y se dispone a saborearlo. 

-Salud.
-¡Salud!