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Democracia ‘participativa’

Luis Padilla nos recuerda este viernes el 'triunfo' la democracia participativa en la Asamblea General Ordinaria del CD Tenerife en el verano de 1979.

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Después de cuarenta años sin pasar por las urnas, salvo para elegir procuradores en Cortes o votar 'sí' o 'sí' a aquellos referéndum que planteaba el Caudillo periódicamente, una ola de democracia invadió España a finales de los años setenta. Se votaba por cualquier cosa. Si en la oficina se instalaba una papelera gris o verde, si el examen se aplazaba un par de días o no –para luego, llegada la fecha, volver a votar si se volvía a aplazar– y hasta para decidir si el domingo se iba a la playa o al Teide. En el trabajo, en el colegio, en casa, en todas partes se organizaban caóticas asambleas para que se escuchara la voz del pueblo. “Hay que votar”, “hay que votar”, era el grito que surgía cada vez que se escuchaba una propuesta, por muy razonable que fuera y todos estuvieran a favor. “Democracia”, “democracia”, se repetía.

El fútbol y el Tenerife no eran una excepción. Así que, en el verano de 1979, la decisión del presidente, José López Gómez, de que a la Asamblea General Ordinaria accedieran sólo los socios-compromisarios –como había ocurrido siempre– provocó un rechazo general. Las quejas fueron unánimes en periódicos y programas de radio, mientras se exigía la presencia “de todos los socios”. “Un socio, un voto”, se gritaba. Y se anunciaba la propuesta estrella que se quería presentar dentro del cuarto punto del orden del día, denominado “proposiciones de los socios”: la exigencia de que el club no pudiera traspasar a ningún futbolista sin la aprobación expresa de una Asamblea General Extraordinaria convocada al efecto. “Hay que votar”, “hay que votar”, era el grito de guerra. Al final, el presidente cedió y 'abrió' la Asamblea.

La presión mayoritaria –hasta unánime, podría decirse– obligó a López Gómez a anunciar que se permitiría “el acceso de todos los socios, sean o no compromisarios”. Había triunfado la democracia. Y así, el 24 de agosto de 1979, el salón de actos de la Ciudad Juvenil se preparó para acoger a los 198 compromisarios y a los dos mil socios del Tenerife. Al final acudieron 16 compromisarios y 46 socios. Y todos los puntos del orden del día se aprobaron por unanimidad: el déficit de 21.695.108 pesetas del ejercicio anterior, el presupuesto de 54.085.000 pesetas para la temporada 79-80 (que de inicio ya preveía unas pérdidas de 14.285.000 pesetas), el aumento de un 25% en las cuotas de los socios para el ejercicio 79/80 y el establecimiento del día del Club, el día del Deporte Aficionado, el día de las Secciones Deportivas y la media jornada económica.


José López, presidente del Tenerife, celebra un éxito electoral

En definitiva, a los socios les subieron el abono un 25% y se les obligaba a pasar por taquilla en cuatro ocasiones. En 2018 suena a ciencia ficción, pero les prometo que todo eso se aprobó. Y además, por unanimidad. Eso sí, tras la pertinente votación. Y por cierto, la propuesta de que los socios tuvieran que aprobar los posibles traspasos ni se votó. “Choca con los estatutos”, se adujo. Eso sí, una vez más había 'triunfado' la democracia participativa. Y todos los socios pudieron acudir a la Asamblea General... aunque, al final, sólo acudieran 46.