Doble disparate

Luis Padilla nos lleva este domingo al verano de 1999, una de las épocas más convulsas de la historia del CD Tenerife.

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La única profecía explícita (que no requiere interpretación) en las 'Centurias de Nostradamus' situaba el apocalipsis en el verano de 1999. En el Tenerife faltó poco para que, efectivamente, llegara el fin del mundo en esas fechas. Porque es difícil encadenar tantos disparates en tan poco tiempo. Recién descendido el equipo a Segunda División tras una década en la élite, los errores se encadenaban... dentro y fuera de la entidad. El 8 de agosto de 1999 se cometieron dos de grueso calibre. Uno por parte de los gobernantes del club y otro por parte de la 'leal' oposición. Los primeros presentaron ese día como entrenador a Mauro Sandreani. Y los segundos aprovecharon el único fracaso sin solución de Javier Pérez en trece años de mandato para presentarle una moción de censura en la Junta General de Accionistas.

El responsable del primer error, la contratación de Sandreani, fue Santiago Llorente, notable secretario técnico que, todo hay que decirlo, tuvo un verano poco inspirado. Mantuvo en la plantilla a tres elementos como Navarro Montoya, Ballesteros y André Luiz, que tenían la enemistad de la afición, para complementarlos con jugadores que llegaron con dudoso pasado y ofrecieron escaso rendimiento: Aira, Portocarrero, Marcelo Santos, Bruno Caires y Costinha. A cambio, eso sí, adquirió también a Tiago, Hugo Morales, Barata y Simutenkov, quienes rindieron de manera irregular en unos casos y notable en otros, pero que al menos contaban con un currículum sólido.

Eso sí, el mayor error fue la contratación del entrenador: Mauro Sandreani, un técnico que desconocía profundamente el fútbol español. En Italia, todo hay que decirlo, había ascendido al Padova a la Primera División (Serie A) y no había tenido un mal desempeño al frente de Torinio, Ravena y Empoli, pero jamás se adaptó al Tenerife. Ni a la Segunda División. Ni al fútbol español. Apostó al principio por jugar con tres centrales, pero se estrenó en competición oficial con una dolorosa derrota (2-0) en el Insular y cambio en varias ocasiones de dibujo táctico. Dos meses después, 'murió' en Getafe con un 4-2-3-1 tras un humillante empate ante el colista, que remontó un 0-2 con sólo nueve jugadores.

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Sandreani durante la pretemporada en La Palma.

De la 'leal' oposición poco hay que decir. Después de trece años de éxitos o de temporadas al menos aceptables –porque mantenerse en Primera División nunca puede ser un fracaso para el Tenerife– para los blanquiazules, esperaron el primer fracaso de Javier Pérez para presentarle una moción de censura. Lo que no lograron nunca en las urnas buscaban obtenerlo al calor del disgusto del aficionado. No lo consiguieron. Llegado el día de las 'votaciones', un total de 13.757 acciones –entonces repartidas casi equitativamente entre los abonados– apoyaron a Javier Pérez y sólo 3.177 a la Plataforma Blanquiazul que presentaba como líder a Carmelo Ramos. No acabaron con la 'era Pérez', pero sí generaron dudas sobre la viabilidad del proyecto.

El Tenerife, como siempre sobrevivió a los disparates. Y Nostradamus tampoco acertó con sus predicciones: pasó el verano de 1999 y el mundo siguió girando.