Don Enrique de Anaga

Esclavos que alcanzan la libertad y dedican su vida a intentar liberar a sus semejantes. En nuestra isla hubo un personaje así: el guanche Don Erique de Anaga.

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Durante la conquista, el Adelantado había prometido respetar la libertad de los guanches de los cuatro bandos de paces, es decir, los cuatro menceyatos que habían aceptado someterse al vasallaje a la Corona de Castilla de forma pacífica y sin oponer resistencia: Adeje, Abona, Anaga y Güímar. ¿Cómo lo sabemos? Porque nos lo dice el propio Álvarez de Lugo en esta carta al teniente Gerónimo Valdés, que se encuentra en el primer Libro de Acuerdos del Cabildo de Tenerife:

"Llamad todos los vecinos y haced vuestras cuadrillas de todos los hombres sueltos y háganse cinco o seis que vayan a buscar a todos, y yo los doy por bien tomados, salvo los de Adeje y Abona y Anaga y Güímar".

La fecha de ese documento es el 28 de julio de 1499. 

Sin embargo, Lugo no cumplió su palabra. A pesar de lo pactado, las capturas de guanches libres en los reinos de paces se generalizaron, y alcanzaron incluso a la "realeza" guanche. Fue el caso de Enrique de Anaga, hijo del "mencey" de esta comarca, que, tras permanecer cautivo, fue liberado en 1501 por Mandato Real, tras iniciar la Corona de Castilla un procedimiento para liberar a los canarios esclavizados injustamente. 

Tras ser liberado, Enrique consagró los años siguientes a luchar contra el Gobierno de la Isla por la libertad de aquellos guanches que permanecían esclavizados contra la legalidad vigente. En 1508, y tras unir fuerzas con otros agraviados por el Gobernador, entre ellos varios regidores del Cabildo de la Isla, Enrique "cruza el Rubicón" y denuncia al Adelantado ante la Reina, por la captura y venta de guanches de los bandos de paces. El 18 de septiembre de ese año daba poder al jurista Antón de Ortega para que le representase en ese proceso, con estas palabras:

"Don Enrique, natural de Tenerife, vecino, hijo del que fue Rey de Anaga, como denunciador de los guanches libres que fueron vendidos por cautivos en esta isla y fuera de ella, por sí mismo, y en nombre de todos los otros guanches, nombra procurador a Antón de Ortega y le da poder general".

Enrique, el "denunciador de los guanches que fueron vendidos por cautivos", ganó el proceso. En la Residencia contra el Adelantado, la Reina da la razón a los querellantes, como puede leerse en este fragmento:

"Informaos qué personas de los guanches, del bando de Anaga o cualquier otro, están cautivos o en poder de cualesquiera personas, por manera que los que de ellos sean verdaderamente libres sean puestos en entera libertad".

Esto debió ser humillante para Alonso Fernández de Lugo, que se veía así desautorizado por culpa de un guanche. Sus prácticas, su forma de gobernar la isla de Tenerife, eran censuradas nada menos que por la Reina de Castilla,que daba la razón al nativo.

¿Termina la historia aquí?

Unos meses después, el 23 de diciembre de 1508, Don Alonso en persona va a la cárcel pública de la Villa de San Cristóbal de La Laguna para supervisar el ingreso en prisión de 14 nuevos presos. Francisco Díaz, el alguacil, los lleva a las celdas. En los Acuerdos del Cabildo de Tenerife figura la lista de nombres. Uno de ellos no tiene apellido, solo el nombre de pila y su origen:

"Don Enrique, guanche".

Es la última noticia que tenemos de él.