El efímero paso por la élite

Luis Padilla nos revive este jueves el descenso del CD Tenerife a la Segunda División en 1962 y el empate (0-0) conseguido por los blanquiazules en el Bernabéu.

Guardar

Featured Image 14861
Featured Image 14861

Llamado a celebrar sus 'bodas de oro' en Primera División, el Tenerife cerró 1962 con un descenso y un vacío de poder que invitó a olvidar efemérides para centrarse en sobrevivir. Nada nuevo en una entidad fundada en 1912 como Tenerife Sporting Club y que ha tenido mala suerte al conmemorar aniversarios: las 'bodas de plata' llegaron en 1937, en plena Guerra Civil; las 'bodas de oro', ya se ha dicho, tras un descenso y sin que nadie quisiera presidir el club; y un amago de 'centenario', en 2012, tras otro cruel descenso, esta vez a Segunda División B, que aconsejó oficializar 1922 –cuando la entidad españolizó su nombre– como año fundacional.

El curso 61-62 ya nació torcido: tras el ascenso, Madrid vetó a los tres candidatos que se presentaron a la presidencia del Tenerife, dilatando un proceso que culminó avanzado el verano ¡con la continuidad de José Antonio Plasencia en el cargo... tras haber sido rechazado antes!. En ese caos institucional, Heriberto Herrera, técnico que había llevado al equipo al ascenso, decidió irse. Con la Liga a punto de empezar y sin entrenador, el club contrató a Ljubisa Brocic, pero apenas hizo fichajes: Beitia (Barcelona), Aguirre (Español), el argentino Larraz (Granada) y el uruguayo Rodríguez fueron los más destacados y sólo el primero tuvo continuidad. 

Además, el Tenerife rescató a Felipe Alberto tras dos años en el Elche. Y avanzado el curso –una vez que el capitán general de Canarias, Ramón Gotarredona, obligara a Ñito, Santos y José Juan a cumplir un servicio militar estricto– miró a la cantera y dio vuelo a los porteros Cándido y Platero, al mediocentro Adolfo Sicilia y a Justo Gilberto, que con 19 años cerró el curso con 23 partidos jugados y media docena de goles. No bastaron para evitar el descenso de un equipo que acusó un motín en el vestuario en el descanso de una remontada (2-1) ante el Valencia que acabó con el cese de Brocic y la reprobación del presidente Plasencia. 

A partir de ahi, con Gimeno como técnico interino y luego con Enric Rabassa en el banquillo, el Tenerife estuvo cuatro meses sin ganar en el Heliodoro y certificó su descenso. Eso sí, en febrero de 1962 se dio el lujo de empatar (0-0) en el Bernabéu ante el Madrid, que haría doblete en España y sería finalista de la Copa de Europa. El buen desempeño en la Copa del Generalísimo –alcanzó los cuartos de final para caer ante el Sevilla en un partido de desempate disputado en el Metropolitano (Madrid)– no mitigó la sensación de fracaso de un equipo que, llegado el verano, se vio obligado a afrontar otro proceso electoral... y a vender jugadores. 

El primero en salir fue el lateral Colo, traspasado al Betis por 1.310.900 pesetas, una tirita en medio de una fractura para un club que debía 18.156.635 pesetas. En esas condiciones es lógico que nadie quisiera asumir la presidencia que Raimundo Rieu había ejercido durante siete meses de forma interina. Consumado el descenso a Segunda División, el único aspirante que presentó las firmas fue Manuel Pérez, pero cometió fraude en su recogida. En medio de este vacío de poder, en una reunión en la Federación Tinerfeña de Fútbol se sugirió el nombre de José López Gómez, industrial tabaquero y exjugador del club en su juventud.  

Image

El Tenerife empataba 0-0 frente al Real Madrid en el Bernabéu

 La propuesta fue apoyada “por unanimidad”, el candidato aceptó el reto... y el Tenerife inició una nueva etapa en lo que suponía la vuelta a su 'hábitat natural': la Segunda División y la eterna crisis económica como acompañante. Y aunque el “regreso inminente a la máxima categoría” era el objetivo ineludible, tardaría casi tres décadas en lograrlo.