El ‘pasillo’ en el Gran Canaria

Luis Padilla nos recuerda este lunes unas palabras de Miguel Concepción que se le acabaron viniendo en contra.

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Hace 2.500 años, el filósofo chino Confucio ya dijo que “el silencio es el único amigo que jamás te traiciona”. Desde entonces, los hindús se guían por un sabio proverbio: “Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio”. Dese que llegó al cargo en febrero de 2006, el presidente del Tenerife, Miguel Concepción, siguió esos sabios preceptos. Durante más de cuatro años, tanto en la victoria como en la derrota, rara vez dijo una palabra más alta que otra. Ni siquiera en los festejos del ascenso a Primera División, con miles y miles de personas en la Plaza de España, se dejó llevar por la euforia.

Nadie le sacó del “estamos muy contentos” y del “hemos cumplido nuestros objetivos”. Dicho, conviene aclararlo, con un tono monocorde y sin esbozar la mínima sonrisa. Y si alguien le preguntaba por sus sentimientos personales, respondía que eran “satisfacción y orgullo”. El repaso a los actos tampoco mostraba prepotencia: tuvieron que obligarle a que saludara a la afición que le vitoreaba y sólo cuando se despejó la Plaza de España accedió a cumplir la promesa de darse un chapuzón en la charca, acompañado por un par de jugadores y varios políticos. Se pudo poner en el centro de la foto, pero prefirió la discreción. Y luego, calló.

En la hora de la derrota y el descenso, en mayo de 2010, fue vehemente –sobre todo al sustituir la autocrítica por la bronca a “los jóvenes periodistas”– pero no prepotente. Además, asumió decisiones impopulares como la no renovación de los contratos de Oltra y Culebras. Y un prolongado período sin fichajes, provocado por el Mundial de Sudáfrica y una crisis económica global. Trabajó en silencio junto a los profesionales del club y logró unas incorporaciones y renovaciones que ilusionaron a los aficionados: Aragoneses, Bertrán, Sicilia, David Prieto, Melli, Luna, Hidalgo, Ricardo, Juanlu, Kome, Julio Álvarez, Natalio, Nino...

Con la pretemporada ya iniciada, el 23 de julio de 2010 acudió a su isla natal para realizar la tradicional visita a la plantilla, concentrada en el hotel La Palma Romántica, en Barlovento. Era pura rutina: visita al alcalde de la localidad, Lázaro Brito; informal conversación con el técnico, Gonzalo Arconada; y saludo a los jugadores. Y luego, la anodina rueda de prensa. Cuatro tópicos y a casa. Entonces, Concepción recordó que el sorteo del calendario liguero había reservado un Las Palmas-Tenerife para la última jornada y traicionó a Confucio: “Me gustaría llegar al último partido con el ascenso ya conseguido para que Las Palmas nos hiciera el pasillo”.

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Miguel Concepción, presidente del CD Tenerife.

Los periodistas, estupefactos, no salían de su asombro. Concepción no deseaba ningún mal a los amarillos y pedía que, en esa fecha, ya tuvieran asegurada la permanencia “para que todos disfrutemos del derbi sin que ninguno se juegue nada en ese partido”. La realidad, todos la conocemos: el Tenerife llegó a Gran Canaria a 41 puntos del ascenso directo y ya descendido matemáticamente a Segunda División B tras firmar una temporada horrible, que consumió cinco entrenadores. No hubo pasillo y sí muchas burlas. Y muchas 'estrellas' que se rajaron para que el 'marrón' se lo comieran media docena de pibes del filial. Y Concepción entendió que muchas veces es mejor seguir a Confucio.