El regreso a la (dura) realidad

Luis Padilla nos habla este jueves del Tenerife 62-63 y de su vuelta a la Segunda División tras un efímero paso por la élite.

Guardar

Featured Image 15053
Featured Image 15053

 El Tenerife se topó en 1963 con la realidad que casi siempre le ha acompañado desde su acceso a las competiciones de carácter nacional: es un equipo de Segunda División. Tras un efímero paso por la élite, en el verano de 1962 se encontró de nuevo en la categoría de plata, sin entrenador y sin presidente. Y con una deuda de 18.156.635 pesetas, nadie quería asumir el cargo que Raimundo Rieu había ejercido durante siete meses de forma interina. Enfrascado en un proceso electoral que volvió a resultar polémico, el club se vio obligado a vender jugadores para resolver pagos urgentes.

El primero en salir, el lateral Colo, se fue al Betis por 1.310.900 pesetas, tirita que no tapó la hemorragia. Además, se retiró Julito, máximo goleador blanquiazul en competiciones nacionales. Y también dejaron el fútbol el portero Santi y el delantero Aguirre, mientras que el zaguero Tosco fichó por el Málaga y tanto el portero Cándido como el comodín Manolín Jiménez se fueron al Jaén. ¿Más bajas? Pues sí: dos cedidos, los delanteros Moreno (Español) y Larraz (Granada), volvieron a sus clubes de origen... y tras la tercera jornada regresó a Paraguay el central Carlos Correa.

¿Más problemas? Pues sí: el único aspirante a la presidencia que presentó las firmas, Manuel Pérez Plasencia, cometió fraude en su recogida. Y para evitar que se prolongara el vacío de poder, en la Federación Tinerfeña de Fútbol se sugirió el nombre de José López Gómez, industrial tabaquero y exjugador del club en su juventud. La propuesta fue apoyada “por unanimidad”, el candidato aceptó el reto... y el Tenerife inició una nueva etapa en su 'hábitat natural': la Segunda División. Y aunque el “regreso inminente a la máxima categoría” era el objetivo, tardaría tres décadas en lograrlo.

Fichajes no hubo, más allá del regreso de Juan Martín y la cesión del grancanario Saavedra, ambos con aportación limitada. Y tampoco explotaron los canteranos Juanito, Pilín y Rivero, que no llegaron en su carrera la decena de partidos en el Tenerife. Más protagonismo tendrían el defensa Martínez o el delantero Javier López. Aunque éste tuvo mala suerte: hizo ocho goles en sus primeros ocho partidos... y empezó a sufrir una cacería. En un tiempo sin sustituciones, en Cartagena le 'tocaron' su rodilla izquierda en una cita en la que también cayeron Sicilia, Borredá, Gilberto y Santos.

Image

Formación que goleó al Plus Ultra en 1963

Eso sí, el club 'recuperó' a Ñito, Santos y José Juan tras casi un año en el servicio militar. Mientras, el gallego Eduardo Toba, que sería seleccionador nacional, fue el elegido para dirigir el proyecto 62-63. Técnico de verbo fácil, hizo poco y el mal inicio de curso le granjeó la enemistad de la grada. Y cuando el equipo reaccionó al inicio de la segunda vuelta, llegaron la lesión de Javier y la venta de Santos al Zaragoza por 1.675.000 pesetas. El único consuelo fue la victoria ante Las Palmas en el Insular. Le dio poco al Tenerife... pero dejó sin ascenso a los amarillos.

Décimo en la Liga, el Tenerife al menos dejó buenas sensaciones en la Copa del Generalísimo: eliminó a Osasuna y peleó hasta el final con el Valencia. Además, la cita ante los levantinos sirvió para que el legendario Santiago Villar jugara sus últimos partidos como blanquiazul... y para que el Valencia fichara a Ñito. Y así la afición tomó conciencia de que su equipo había regresado a la (dura) realidad: la Segunda División y la venta de sus mejores jugadores para cuadrar las cuentas. Y quizás más por las circunstancias que por convicción, miró a la cantera para sobrevivir.