La perenne crisis institucional

Luis Padilla nos recuerda este viernes, el día en el que Ricardo Hodgson fue elegido presidente del CD Tenerife por aclamación

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El Tenerife vivió sus primeros años en las categorías nacionales con una mezcla de estabilidad deportiva e inestabilidad institucional. Hasta que logró el ascenso a Primera División, al término de la campaña 60-61, el equipo se había mantenido siete temporadas seguidas en la Segunda División sin pasar grandes apuros para lograr la permanencia: en media docena de ejercicios, sólo una vez había bajado de la novena plaza. Sin embargo, tampoco había tenido serias opciones de ascenso y, aunque había sido subcampeón liguero en la campaña 57-58, no estuvo cerca de lograr el acceso a la élite.

En medio de esa continuidad deportiva, no había presidente que durara más de dos años en el cargo. Imeldo Bello, Domingo Pisaca, José Badía y Lorenzo Machado se habían sucedido en apenas media docena de años por un puesto que sólo daba disgustos. Había un problema de base: los gastos siempre eran mayores que los ingresos. Mucho mayores. No había ayuda económica institucional ni contratos televisivos. Y aunque los futbolistas, proporcionalmente, cobraban menos que ahora, eran profesionales. Y los gastos en transporte no estaban subvencionados. Las taquillas y los abonados no bastaban. 

El general Machado tiró la toalla en mayo del 59 y se convocaron nuevas elecciones ante la delicada situación de un club que plantea “la necesidad urgente de obtener un millón y medio de pesetas”. Pero esta vez, curiosamente, se presentaron varios candidatos. Tres, nada menos. Eso sí, dos de ellos, Rodríguez Martín y Luis Guiance, se retiraron tres días antes de la fecha de las votaciones. Y el día 15 de junio de 1959, Ricardo Hodgson Lecuona fue elegido presidente del Tenerife “por aclamación”. Sin embargo, no encontró valientes suficientes para entrar en la junta directiva, que quedó reducida a seis miembros.  

Con menos directivos de lo que exigían los Estatutos del CD Tenerife, se le da un masrgen de tiempo para ajustarse a la normativa y durante este período toma decisiones importantes: el club cambia de sede al mudarse a la calle Viera y Clavijo, cammbiando también de uniforme: pantalón blanco y camisa blanca con franja horizontal azul. Y hasta hay un amago de imponer un nuevo nombre, el de Tenerife Atlético. No sólo eso. En el plano deportivo, también se acometen modificaciones: se crea un equipo filial, el Tenerife Aficionado, para competir en Primera Categoría Regional. Y se empieza a construir una estructura en la base.  

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Ricardo Hodgson Lecuona

En medio de esa modernización, hasta se dan algunos pasos que serán decisivos en el primer gran éxito de la entidad: se contrata como entrenador a Heriberto Herrera, se ficha al paraguayo Carlos Correa y se promociona al primer equipo a jugadores de la cantera como Ñito, Colo, Santos o José Juan. Y hasta se estrena el himno del Tenerife, que sesenta años después aún suena al inicio de todos los partidos en el Heliodoro. Y en mayo de 1960, Ricardo Hodgson logra, por fin, completar una junta directiva acorde a los estatutos del club, con un total de 25 miembros. ¿Fin de la crisis? Pues no: seis meses después, con el equipo embalado hacia el ascenso, abandona la entidad.  

Hodgson hizo muchas cosas... y muchas de ellas bien, pero duró en el cargo poco más de un año. Su sucesor, José Antonio Plasencia, logró el ansiado ascenso a Primera División. Pero no duró mucho más. Ése era el destino de un club en permanente crisis institucional.