Locura en el Heliodoro

Luis Padilla nos recuerda este viernes, el día en el que el CD Tenerife superó todas las expectativas de captación de abonados, en su regreso a Primera División

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El 6 de julio de 2009, poco antes de las dos de la tarde, llegó al Heliodoro Rodríguez López el primer aficionado, en este caso una aficionada, para adquirir los abonos del Tenerife para la temporada 09-10, la del regreso a Primera División. Y eso, pese a saber que hasta el miércoles día 8 no se abrirían las puertas de la grada de Herradura para proceder a la venta de los pases. Para entonces, miles de personas hacían cola. Una vez iniciado el trámite, algunos seguidores esperaron más de doce horas a pie firme y bajo un sol insoportable. Y el premio para cientos de ellos no fue la adquisición del abono. Para los que no abandonaron, la recompensa fue hacer noche en las gradas, dentro del recinto, para ya de madrugada, poder adquirir su abono.

Al día siguiente, en muchos casos sin haber dormido, los empleados del club continuaron vendiendo abonos. Y así lo hicieron durante poco más de una semana, hasta que el club se vio obligado a interrumpir la venta de nuevos abonos al llegarse al límite permitido. Mientras, cientos y cientos de personas hacían ocho, diez o doce horas de cola bajo la canícula en busca del pase que les diera el acceso al paraíso. Meses antes ya se habían visto colas y tiendas de campaña en los alrededores del Heliodoro con motivo de las visitas de Las Palmas o Xerez, en citas decisivas en la carrera por el ascenso a la élite. Pero aquellas eran colas por un partido, por una ocasión puntual, nada que no haya ocurrido alguna vez en otros lugares.

Las colas para adquirir los abonos rompieron todas las previsiones. Y el club se vio desbordado. No supo reaccionar a la demanda del primer día y tampoco lo hizo luego. Alcanzó sus objetivos y vendió todos los pases, pero demostró tener un pésimo tacto con sus seguidores a los que sometió a colas tortuosas. Eso sí, a la mala previsión institucional no ayudaron algunas las críticas interesadas. Y es que antes de iniciarse la venta, todo estaba mal: la sosa campaña de abonos, los desorbitados precios, las fechas, la ausencia de fichajes... Y hasta se mezclaban factores ajenos al club, aunque evidentes, como la brutal crisis económica mundial, que en ese verano de 2009 ya golpeaba con especial dureza a Canarias.

Agitado el cóctel, las previsiones que se lanzaban algunos eran apocalípticas: no se va a vender ningún abono. No contaban con un contagio general de fiebre blanquiazul. Bueno, de esa fiebre blanquiazul mezclada con la presencia de otros virus –de color blanco o azulgrana, principalmente– con nombres como Messi, Cristiano Ronaldo, Agüero, Silva, Llorente, Xavi, Kaká, Villa, Casillas o Ibrahimovic. Y esos son sólo unos ejemplos, pues es posible que nunca se juntaran en la liga española tal cantidad de estrellas como en el ejercicio 09-10. Y por ahí apareció el Tenerife tras siete años de interminable espera. Agitado de nuevo el cóctel, el resultado fue que se vendieron todos los abonos disponibles.

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Colas por fuera del Heliodoro Rodríguez López para sacar el abono

El primer síntome de la fiebre se produjo aquel 6 de julio de 2009, poco antes de las dos de la tarde, cuando una aficionada llegó al Heliodoro dispuesta a esperar dos días para conseguir un abono.