Tratar los problemas que conlleva la vejez no es una tarea fácil. Puede que esa sea la razón por la que veamos tan poca representación de este público objetivo en el audiovisual actual. Puede. Puede que no haya ideas. Puede que no se quiera invertir en un sector que no consume series online. Puede que ni siquiera a los creadores les importen los problemas que nos carga el maldito tiempo. Puede. Pero claro, si te llamas Chuck Lorre y has hecho comedia sobre unos jóvenes ciéntíficos frikis, un borracho que acoge a su hermano fracasado y recién divorciado, una madre soltera con problemas con el alcohol cuya hija también es madre soltera con problemas con el alcohol y cuya hija también es madre soltera, o incluso, sobre la legalización de la marihuana, tratar este tipo de problemas carece de importancia. Y si bien el título de artículo responde a los cánones básicos del tan odiado clickbate no miento al decir que la nueva serie de Netflix, El método Kominsky, trata sobre los problemas de uretra de Michael Douglas.
Dado que sus protagonistas sobrepasan los 70 las críticas "a la sociedad actual" no paran de golpearnos. "Cuando las mamadas dejaron de ser sexo nuestro sociedad sucumbió", sentencia Kominsky. Pero aunque los chistes sean negros el trasfondo está muy claro. Lo representa, entre otros, la hija de Norman y Susan, Phoebe (Lisa Edelstein), quien tiene una grave adicción a las pastillas y no se preocupó por el estado de su madre pese a saber que tenía cáncer. Con una especie de síndrome de Peter Pan nos gritan que debemos conocer qué es lo verdaderamente importante en la vida.
Los ocho capítulos de esta primera temporada no te harán reír a carcajada, aunque sí hay momentos muy divertidos, pero te dejará una sensación paternalista que quizá nunca habías sentido. Ver a Norman afrontar la pérdida de su mujer y tener que cuidar de una hija ya adulta pero problemática es realmente desolador, sobre todo cuando le hace la gran pregunta a Sandy, "ahora que no está Susan, ¿para qué seguir viviendo?"