Si me pidiesen que describiese el paraíso, seguramente se parecería a las sinuosas montañas que habitan en el suroeste de Lanzarote, en la zona de los Hervideros, o en las paredes dispares del propio Charco de los Clicos... Un área que en tan poca densidad concentra una inigualable variedad de formas, texturas y colores.
Así me imagino yo el paraíso, rodeada del poder de la naturaleza en sus tonos más primitivos y sensibles.
Sus rojos, sus naranjas, sus amarillos y sus tonos tierra que me hacen vibrar recordando esa prístina del origen de nuestros sentidos.
Lanzarote
Entrañas de salitre escupiendo fuego desde lo más profundo de su roca.
Pura fuerza imperial que vislumbra un atisbo del mayor espectáculo del océano.
¿Sabes lo que me gusta del paraíso?
Que no entiende de ruidos, ni de dogmas, ni paradigmas... no entiende de sociedades, ni de límites mentales... Es sin lugar a dudas, en su esencia más pura, pura transparencia y satisfacción de aceptarse tal cual es, y no se compara con nadie ni nada, y créeme... esa belleza, no tiene nombre.
Que un lugar te permita huir del bullicio y aislarte en su aura es la meta de todo humano.
Otra cosa que me gusta del paraíso es la forma tan pero tan caprichosa que existe dentro de ella, siempre que hay mar, hay vida, y la vida lo es todo para que te sientas como en casa.
¿Quizás de ese concepto nace nuestro sentimiento tan insular?