Treinta doblas por Felipa

A comienzos del siglo XVI, nuestra isla fue uno de los destinos del lucrativo negocio que asoló África: el tráfico de esclavos.

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- Buen ejemplar. 

Los ojos de Juan Yanes se han detenido en la joven de piel negra, que se expone en el muelle junto al resto de artilugios en venta.

- ¿Se lo parece, señor clérigo? Pues sepa usted que está en venta.

- ¿Qué edad tiene?

- Pues quince o dieciséis años. Es difícil decirlo con exactitud cuando de estos negros se trata. 

- ¿Y a qué precio la vende?

- Por treinta doblas.

- ¿Treinta doblas? Con eso podría comprar 30 docenas de tablas para la construcción de una casa.

- Sí, treinta. No puedo vendérsela por menos del precio que me costó. Piense usted que es hembra, está sana y tiene la edad perfecta para tener hijos. Con ella puede asegurarse más esclavos.

- Mmm...Antes de hacer negocios, quisiera saber con quien estoy tratando.

-Yo me llamo Francisco Ravelo, portugués como usted; como ve soy mercader, y me encuentro en la isla temporalmente para hacer negocios. ¿Y con quién tengo el gusto de hablar?

- Con Juan Yanes, residente y predicador de la palabra de Dios en esta isla.

- De acuerdo. Hablemos de las condiciones de venta.

- Adelante.

- Verá, es posible que ella esté embarazada. Si resulta que pare en el plazo de 9 meses, y su hijo resulta ser mulato, me tendrá que entregar al niño a mí. En ese caso, yo ya estaré en Portugal, pero usted criará al niño hasta que yo regrese a la isla.

No son necesarias más explicaciones. Ambos saben la razón por la que Francisco pone esta condición. En el caso de que la joven esté embarazada, él, su propietario hasta ahora, es uno de los posibles padres. Hace tiempo que esa posibilidad existe.

- Eso sí, también cabe la posibilidad de que el niño sea completamente negro. Ya sabe, tengo más esclavos a mi servicio. En ese caso, el niño se lo quedará usted.

Felipa, que es como se llama la chica, fue arrancada de las colonias portuguesas en África. Su mirada refleja la incertidumbre y el miedo ante el presente y el futuro. Los hombres disponen de su vida y la de su hipotético hijo ante sus ojos, sin inmutarse si quiera.

- Me parece justo - responde el clérigo Juan Yanes-. Pero imagine que ella muere en el parto. ¿Cómo me compensará usted?

-Como cuando cualquier otro producto se pierde. Le devolveré íntegro el importe de las treinta doblas.

- Eso es lo que quería escuchar. Trato hecho, pues.

El contrato de venta de Felipa se firmó en San Cristóbal de La Laguna el 20 de octubre de 1511. No sabemos más detalles sobre ella. Cómo pensaba. Cómo veía ella su propia situación. Si la habían convencido de que aceptara una vida de esclavitud como parte del plan divino, o si tenía ansias de libertad. En realidad, no sabemos nada de eso sobre ella, ni sobre ninguna otra persona como ella, hasta que Mary Prince escribió en Bermudas la primera autobiografía de una esclava negra, en 1831.